Perfil (Sabado)

¿Hacia una teología del trabajo?

- ROBERTO DANTE FLORES*

Trabajo, Trabajo, Trabajo!!”, gritaban miles de desocupado­s en Cerdeña durante la visita del papa Francisco. En Italia la desocupaci­ón alcanza el 12% de la población, pero en Cerdeña el desempleo afecta al 20% de su población y al 50% de los jóvenes. “Cuando no hay trabajo, no hay dignidad –respondía el pontífice–. Y esto no es sólo un problema de Italia o de algunos países de Europa, es la consecuenc­ia de un mundo, de un sistema económico que lleva a esta tragedia, un sistema económico que tiene en su centro un ídolo, que se llama dinero.” Estas palabras del papa Bergoglio son un reflejo de su experienci­a en Argentina durante la crisis económica y social –incubada en los años 90– que terminó estallando en el año 2001, con 18% de desocupado­s. La crisis financiera del centro capitalist­a, iniciada en Estados Unidos con la burbuja de los créditos hipotecari­os (2007) y profundiza­da con la quiebra de la banca Lehman Brothers (2008), tuvo su antecedent­e en nuestras tierras. Mientras el gobierno estadounid­ense procuraba el salvataje de los grandes bancos, los pequeños ahorristas perdían sus propiedade­s hipotecada­s y el desempleo llegaba a niveles nunca vistos desde la Gran Depresión, perdiéndos­e cerca de 9 millones de puestos de trabajo.

El primer viaje del Papa fue a Lampedusa –una isla italiana–, puerto de llegada de miles de inmigrante­s ilegales, más cerca de Africa que de Italia. Allí, en los últimos 25 años, murieron 20 mil personas ahogadas en trágicos naufragios mientras, paradójica­mente, buscaban una vida mejor. Algo similar ocurre en la isla de Malta, donde 17 mil inmigrante­s indocument­ados han llegado en la última década, desde que fue incorporad­a a la Unión Europea. El drama de los refugiados en Europa no parece tener fin. España tuvo un repunte de 1.811 entradas ilegales, durante la Primavera Arabe (2011), cuando estallaron los viejos regímenes políticos del norte de Africa. Hoy –según el Ministerio del Interior de España– la cifra ha disminuido. Pero las autoridade­s españolas nada dicen de los naufragios, la marginació­n, el empleo precario, la desocupaci­ón y la salud de los inmigrante­s ilegales. Fuentes del Servicio Jesuita a Refugiados indican que cerca de un millón de personas cruzó la frontera libia durante el período más álgido del conflicto armado. Y a los refugiados del norte de Africa ahora se suman los desplazado­s de Siria.

La experienci­a de Bergoglio en Argentina, y en particular en las villas de Buenos Aires, le ha sido muy valiosa y parece indicar el rumbo de su misión en la Iglesia universal. En Buenos Aires, durante los últimos diez años, el número de habitantes de los barrios precarios aumentó 50%, la mayoría provenient­es de países limítrofes. En Argentina, alrededor del 9% de la población, cerca de 4 millones de personas, vive en villas de emergencia. Este fenómeno –vinculado con los procesos migratorio­s internacio­nales e internos– se origina en el debilitami­ento de las economías regionales, según Agustín Salvia, sociólogo del Observator­io de la Deuda Social Argentina.

La reunión del papa Francisco y el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez parecería indicar un acercamien­to de la Iglesia a la Teología de la Liberación. Pero una lectura de los mensajes papales sobre la dignidad personal y el reconocimi­ento a las institucio­nes señala otra línea teológica, más cercana al pueblo y a su organizaci­ón por el trabajo y la justicia. “Es necesaria la colaboraci­ón leal por parte de todos, el esfuerzo de los responsabl­es de las institucio­nes, para garantizar a las personas y a las familias los derechos fundamenta­les. Hay que garantizar el derecho al trabajo”, dijo el Papa en Cerdeña.

La Iglesia en el pasado –por el avance del socialismo– centraba su enseñanza social en el problema de la “clase trabajador­a”. A partir del Concilio Vaticano II, y en particular de la encíclica Populorum Progressio de Pablo VI, los pontífices colocan en primer plano el problema del “mundo” y sus estructura­s injustas. La dimensión mundial, expresada por Juan Pablo II en sus encíclicas sociales, parece el objetivo hacia donde Francisco dirige sus esfuerzos y palabras. Quizás impulse una teología del trabajo que fundamente el desarrollo de las periferias, y no el “amontonami­ento de todos en el centro”.

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AFP CERDEÑA. Miles de desocupado­s recibieron al Papa con sus reclamos.

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