¿Hacia una teología del trabajo?
Trabajo, Trabajo, Trabajo!!”, gritaban miles de desocupados en Cerdeña durante la visita del papa Francisco. En Italia la desocupación alcanza el 12% de la población, pero en Cerdeña el desempleo afecta al 20% de su población y al 50% de los jóvenes. “Cuando no hay trabajo, no hay dignidad –respondía el pontífice–. Y esto no es sólo un problema de Italia o de algunos países de Europa, es la consecuencia de un mundo, de un sistema económico que lleva a esta tragedia, un sistema económico que tiene en su centro un ídolo, que se llama dinero.” Estas palabras del papa Bergoglio son un reflejo de su experiencia en Argentina durante la crisis económica y social –incubada en los años 90– que terminó estallando en el año 2001, con 18% de desocupados. La crisis financiera del centro capitalista, iniciada en Estados Unidos con la burbuja de los créditos hipotecarios (2007) y profundizada con la quiebra de la banca Lehman Brothers (2008), tuvo su antecedente en nuestras tierras. Mientras el gobierno estadounidense procuraba el salvataje de los grandes bancos, los pequeños ahorristas perdían sus propiedades hipotecadas y el desempleo llegaba a niveles nunca vistos desde la Gran Depresión, perdiéndose cerca de 9 millones de puestos de trabajo.
El primer viaje del Papa fue a Lampedusa –una isla italiana–, puerto de llegada de miles de inmigrantes ilegales, más cerca de Africa que de Italia. Allí, en los últimos 25 años, murieron 20 mil personas ahogadas en trágicos naufragios mientras, paradójicamente, buscaban una vida mejor. Algo similar ocurre en la isla de Malta, donde 17 mil inmigrantes indocumentados han llegado en la última década, desde que fue incorporada a la Unión Europea. El drama de los refugiados en Europa no parece tener fin. España tuvo un repunte de 1.811 entradas ilegales, durante la Primavera Arabe (2011), cuando estallaron los viejos regímenes políticos del norte de Africa. Hoy –según el Ministerio del Interior de España– la cifra ha disminuido. Pero las autoridades españolas nada dicen de los naufragios, la marginación, el empleo precario, la desocupación y la salud de los inmigrantes ilegales. Fuentes del Servicio Jesuita a Refugiados indican que cerca de un millón de personas cruzó la frontera libia durante el período más álgido del conflicto armado. Y a los refugiados del norte de Africa ahora se suman los desplazados de Siria.
La experiencia de Bergoglio en Argentina, y en particular en las villas de Buenos Aires, le ha sido muy valiosa y parece indicar el rumbo de su misión en la Iglesia universal. En Buenos Aires, durante los últimos diez años, el número de habitantes de los barrios precarios aumentó 50%, la mayoría provenientes de países limítrofes. En Argentina, alrededor del 9% de la población, cerca de 4 millones de personas, vive en villas de emergencia. Este fenómeno –vinculado con los procesos migratorios internacionales e internos– se origina en el debilitamiento de las economías regionales, según Agustín Salvia, sociólogo del Observatorio de la Deuda Social Argentina.
La reunión del papa Francisco y el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez parecería indicar un acercamiento de la Iglesia a la Teología de la Liberación. Pero una lectura de los mensajes papales sobre la dignidad personal y el reconocimiento a las instituciones señala otra línea teológica, más cercana al pueblo y a su organización por el trabajo y la justicia. “Es necesaria la colaboración leal por parte de todos, el esfuerzo de los responsables de las instituciones, para garantizar a las personas y a las familias los derechos fundamentales. Hay que garantizar el derecho al trabajo”, dijo el Papa en Cerdeña.
La Iglesia en el pasado –por el avance del socialismo– centraba su enseñanza social en el problema de la “clase trabajadora”. A partir del Concilio Vaticano II, y en particular de la encíclica Populorum Progressio de Pablo VI, los pontífices colocan en primer plano el problema del “mundo” y sus estructuras injustas. La dimensión mundial, expresada por Juan Pablo II en sus encíclicas sociales, parece el objetivo hacia donde Francisco dirige sus esfuerzos y palabras. Quizás impulse una teología del trabajo que fundamente el desarrollo de las periferias, y no el “amontonamiento de todos en el centro”.