Perfil (Sabado)

Por qué el procesamie­nto de la infanta Cristina amenaza el reinado de Felipe

- LEANDRO DARIO

A sólo seis días de su proclamaci­ón como rey de España, Felipe VI aún no disfrutó de las mieles del poder. La decisión del juez José Castro de procesar por lavado de dinero y evasión fiscal a su hermana, la infanta Cristina, precipitó una poderosa tormenta política sobre el Palacio de la Zarzuela. Aunque la Casa Real expresó su “pleno respeto” por la decisión judicial, el caso Nóos supuso un duro golpe a sus esfuerzos por modernizar y dotar de transparen­cia y honestidad a una institució­n criticada por muchos de sus súbditos.

Felipe no habló públicamen­te sobre la imputación que enfrentan su hermana y su cuñado, Iñaki Urdangarin. Según el magistrado de Palma de Mallorca, Cristina Federica Victoria Antonia de la Santísima Trinidad de Borbón y Grecia lucró y facilitó que su marido defraudara al fisco “mediante su colaboraci­ón silenciosa”. El ex jugador de handball sería la cabeza de “un entramado societario” diseñado para consumar supuestos actos delictivos. Una de esas entidades, Aizóon, estaba integrada en un 50% por Urdangarin y su esposa, quien se habría beneficiad­o de esas maniobras.

Aunque no está involucrad­o judicialme­nte, Felipe es uno de los principale­s damnificad­os en el affaire judicial que tiene en vilo a España. “El caso ya lo ha salpicado. Se trata de una trama de corrupción organizada desde los despachos del poder, incluidos los situados en el entorno de la familia real. Hubo reuniones que se celebraron dentro del Palacio de la Zarzuela. La ciudadanía es conocedora de estos datos y de ahí su distanciam­iento del nuevo rey desde el día de su proclamaci­ón”, confió a PERFIL Javier Castro Villacañas, autor del libro El fracaso de la monarquía.

Lo cierto es que el flamante rey rompió con su hermana hace tres años. No se muestran en actos públicos desde octubre de 2011, cuando estalló el escándalo judicial, y, según la prensa española, ni se dirigen la palabra. De hecho, la Casa Real no invitó a la sexta en la línea de sucesión –pese a que estaba en ese momento en Madrid– a los actos de proclamaci­ón de Felipe.

El distanciam­iento forma par te de una estrategia de “cortafuego­s”, ideada por Rafael Spottorno, diplomátic­o y ex asesor de Juan Carlos. Siguiendo esa directriz, la Casa Real se despegó de Urdangarin y apartó a Cristina de la agenda pública, quien in- terpretó esa decisión como una condena anticipada. La infanta no sólo no renunció a sus derechos en la línea de sucesión –para no perjudicar a la Casa Real–, sino que cerró filas con su esposo.

Pese a los esfuerzos por desligarse, el escándalo arrastró a toda la familia real. El 8 de febrero pasado, Cristina, no acostumbra­da a tener que dar explicacio­nes, declaró ante el juez y el retrato de su padre. “Yo confiaba en mi marido”, “no lo sé”, “no recuerdo”, fueron sus respuestas ante un magistrado que, finalmente, no creyó en su inocencia.

El presidente Mariano Rajoy, por su parte, sí manifestó su seguridad sobre la integridad de la infanta. “Ese es mi deseo y mi convicción”, dijo ayer luego de participar de una reunión del Consejo Europeo en Bruselas.

En la Zarzuela, en cambio, un silencio atroz abortó cualquier gesto de respaldo a Cristina. Felipe, preocupado por ganar el cariño y la aceptación de la ciudadanía, quiere dejar atrás cuanto antes el “martirio” del caso Nóos. Aunque eso le cueste para siempre la relación con su hermana mayor.

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CEDOC PERFIL OTROS TIEMPOS. El flamante monarca desde 2011 no se muestra más en público con su hermana mayor y su cuñado Urdangarin.

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