PORTEÑOS BY U.S.A.
Indudablemente se puede pasar un fin de semana lleno de tango y ternera en Buenos Aires. Pero la capital de Argentina también tiene un lado más contemporáneo que desde hace años emerge de sus raíces tradicionales e influencias europeas. En el famoso cementerio de Recoleta se ingresa de lleno a la historia argentina. Entre gatos perdidos y turistas que vagan entre 6.400 mausoleos Art Nouveau y neogóticos, verá que las muchedumbres aparecen como fantasmas en la reluciente cripta negra de la familia Duarte, donde yace Eva Perón, ex “líder espiritual de la Nación”. Al final del día, el aperitivo es un pasatiempo popular y La Biela, a un paso de la necrópolis, ostenta un linaje de 150 años de clientes que incluye políticos, actores, artistas y escritores, como Jorge Luis Borges, quien vivió en la misma calle. El impactante Museo Nacional de Artes Decorativas (entrada $ 15), construido por el arquitecto francés René Sergent para Matías Errázuriz y Josefina de Alvear, una pareja de la alta sociedad, está decorado con muebles y tapicería francesa y flamenca, porcelana oriental y pinturas de El Greco y Manet. Desde ahí, aventúrese más allá de las grandiosas residencias de las embajadas hasta el Malba (Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, $ 40), una fuerte declaración de modernidad, con obras del siglo XX de notables artistas latinos como Fernando Botero y Diego Rivera, junto con exhibiciones internacionales. El vecindario conocido como Palermo Hollywood (debido al número de compañías cinematográficas y publicitarias que ocupan los almacenes del área) solía ser tierra de nadie. Pero cuando el restaurante Olsen abrió ahí en 2001, cambió todo gracias a sus propuestas escandinavas (brunch para dos, $ 250). Muy cerca, la zona de Palermo Soho ofrece un estilo callejero brillante gracias a los diseñadores de moda indie, el arte del grafiti, los árboles frondosos, las calles adoquinadas con coloridas marquesinas, la música de DJ dentro de las tiendas, los cafés al aire libre y clientela jovial, que hacen que las compras sean una fiesta. Buenos Aires es también una ciudad verdeante. Por todas partes hay altos plátanos que hacen túneles en las avenidas, buganvillas al costado de las casas y parques que van desde lo descuidado hasta lo esplendoroso. Pero ningunos son tan naturales como los de la Reserva Ecológica de la Costanera Sur. Termine su visita en el Teatro Colón, que recibe grupos de hasta treinta personas cada 15 minutos, siete días a la semana ($ 110). En sus 106 años de historia, lo mejor de la escena lírica mundial pasó por esta sala y, si tiene suerte, uno o dos músicos estarán ensayando en el escenario.