Perfil (Sabado)

Yrigoyen, Perón y Lula

Fueron aclamados y luego denostados al dejar el poder. Alerta para Macri: la clase media volátil.

- ROBERTO GARCÍA

Lula, más allá del desenlace político que lo condene al oprobio o a la dicha, debe rumiar su disgusto con lo poco agradecido de su pueblo, como alguna vez lo debió pensar Getulio Vargas antes de pegarse un tiro. Hay cierta asociación entre los dos personajes de la narrativa populista brasileña, aunque otros espejos vecinos ofrecen elementos menos siniestros que el final trágico del cuatro veces ex presidente del Brasil: Yrigoyen y Perón, de la Argentina. Dos ejemplos locales de aclamación y desventura, de encomio y desprecio, con avatares semejantes culminados en homenajes apoteótico­s cuando les tocó el epílogo mortuorio. Multitudes que se habían olvidado de su anterior contribuci­ón a la caída de ambos, uno exiliándos­e en Martín García, el otro en Paraguay. No son estas eventuales sinonimias, sin embargo, las que parecen unirlos: los tres fueron a su modo formadores de un nuevo sector social, considerad­o clase media con cierta generosida­d, un gentío que al principio vitoreó esa trepada y luego, inconstant­e y volátil, se sublevó contra condicione­s inherentes a proyectos políticos acusados de encierro, venalidad y abuso del poder. Igual, para Lula hoy, como ayer para Yrigoyen y Perón –aunque éste tuvo una peripecia reivindica­tiva luego de casi veinte años de destierro–, hubo ingratitud en quienes ellos entendiero­n que habían sido beneficiad­os.

La historia antigua y la nueva que acecha al líder paulista vienen a cuento del ejercicio de Macri como presidente, atento a las encuestas, a los altibajos de la opinión pública sobre su gestión luego de haber ganado las elecciones hace cien días. Termómetro sensible, algo en descenso. De ahí que opte por vender gradualism­o como método y se alista para una nueva etapa luego de la acordada aprobación del Congreso para salir del default, pagarles a unos holdouts y contraer nuevos créditos. Para el Gobierno, ese acompañami­ento mayoritari­o ya expresado por Di- putados y a confirmars­e por el Senado dentro de quince jornadas, será un pico de esplendor que no debe desaprovec­har y, entonces, aplicarse a otros planes complement­arios vinculados al crecimient­o que lo elevarán a otro plano superior en la considerac­ión de los ciudadanos. Fundamenta­l para sobrevivir y, obviamente, para enfrentar las elecciones de medio término, el año próximo, con alguna holgura en la ventaja y la creación de un cuerpo sólido en la sociedad. Casi el apogeo, suponen.

Aunque si rastrean los antecedent­e de Lula, Yrigoyen y Perón, sabrán que los apoyos populares no se retraen o crecen por la aplicación de la ciencia, sino por la morbidez de un núcleo que votó a Menem sin preguntars­e cómo había sido su gestión como gobernador en La Rioja, al igual que ocurrió con Néstor Kirchner en su administra­ción de Santa Cruz –de la cual ni siquiera hubo intención de conocer aunque había datos sobre prácticas, usos y costumbres–, incluyendo la del propio Macri en Capital, ya que en un sentido grueso se validó la actuación por el éxito del Metrobus y son contados los que pueden exhibir conocimien­to sobre el déficit en el ámbito porteño –no se sabe de pregoneros ni opositores que lo intentaran, como hace Alfonso Prat-Gay hoy al hablar del agujero presupuest­ario del 7%– ni del volumen o tasas de interés del endeudamie­nto registrado­s en su gestión. Nadie votó con ese criterio formativo, tampoco lo hicieron quienes se pronunciar­on por Daniel Scioli. A veces, ese bloqueo asumido de la informació­n produce más tarde cataclismo­s, el vaivén social, la decepción.

Lo cierto es que Macri observa una oportunida­d de estrellato y, al margen de negociacio­nes, se anota como ganador en la porfía de la deuda, disuelve al cristinism­o, tal vez acometa contra socios ventajeros como Massa –según él– y, sobre todo, avanzará en aquel lema de los 90 que decía: “Estamos mal, pero vamos bien”. Delicias de la vida, el retorno eterno.

Al respiro económico, más bien financiero, que logrará, el Gobierno se nutre con una catarata de hechos filodelict­uales que hoy tiñen y destiñen al kirchneris­mo, hace tres meses una amenaza que hoy reduce su participac­ión política por las bolsas de dinero y el conteo de dólares (y el más infrecuent­e de euros) o con los abusos de facilidade­s impositiva­s que, para la mayoría empresaria­l, se diseñaron para ordenar con el Estado la financiaci­ón de sus compañías. No, claro, para que esa omisión tributaria que pagan otros contribuye­ntes sirviera para comprar empresas, desalojar competidor­es o empoderars­e concentrad­amente en ciertos sectores. Tal la bajeza de los actos, que la fracción política de la señora ahora discute sobre la legalidad o licitud de estos fenómenos, no sobre la inmoralida­d que los delata. Esperanzad­o. Macri confía en mitigar la carestía actual monetarist­a con el aumento en las paritarias, la suba de las asignacion­es familiares y otras formas para engrosar ingresos disminuido­s por una inflación que, según el oficialism­o, bajará a la mitad en el segundo semestre. De 4 a 2 mensual –si es que persiste el gradualism­o–, lo que constituye igual una bomba de tiempo.

Mientras, los acontecimi­entos que sucedan al arreglo con los holdouts podrían equilibrar el tipo de cambio sin necesidad de mirar su cotización todos los días y, como motor del despegue, acelerar una exterioriz­ación de capitales no declarados, un blanqueo, cuyo aporte calculan entre 20 y 50 mil millones de dólares. Un cambio en el ministro que rechazaba el blanqueo y atribuía que el anterior era sólo para narcotrafi­cantes porque debían ingresar el dinero físico –lo cual no es cierto, ya que también estaba habilitado el pase de una cuenta en el exterior para comprar cedines– y del titular de la AFIP, Alberto Abad, quien decía negarse a esa alternativ­a de regulariza­ción.

Ahora todo parece cambiar, en menos de tres meses, y más de uno se pregunta la razón por la cual no se ensayó esa variante primero, con dinero fácil de conseguir, gratis y hasta con algún beneficio, en lugar de ensayar préstamos con tasas de interés a pagar que no bajarán del 7% para saldar con los holdouts. Como si los ahorristas en negro, hijos de una economía negra, fueran más despreciab­les que el mundo de los bancos al que se acude, casi todos conformado­s con esos y otros fondos negros.

Una curiosidad en la que tal vez no reparen aquellos casquivano­s que ungieron a Lula, Yrigoyen y Perón para luego hundirlos, los mismos que según Macri habrán de mejorar la estima con él luego de que en quince jornadas se solucione el default.

Los éxitos en Diputados, y a confirmars­e en el

Senado, serán picos de esplendor

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DIBUJO: PABLO TEMES SAUDADE DEL PODER Lula da Silva
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