Perfil (Sabado)

Medidas, herencia y futuro

- DAMIAN TOSCHI*

Así como para Karl Marx la base material determina la conciencia, para Mauricio Macri los gestos y las prácticas cotidianas prefijan un mecanismo de intervenci­ón sobre la realidad. En tal sentido, desde su arribo a la Casa Rosada, dio señales que lo diferencia­n de la administra­ción anterior: reunión con los 24 gobernador­es; encuentros con los ex competidor­es presidenci­ales; diálogo con dirigentes de la oposición e intelectua­les críticos; tiempo dedicado a la comunidad qom, el clero y el Poder Judicial, entre otros actores.

En el planteo de las decisiones, en tanto, el frente Cambiemos tomó medidas puntuales: eliminació­n de retencione­s agropecuar­ias; rechazo, vía no apelación, del Memorándum con Irán por la causa AMIA; unificació­n del tipo de cambio; conferenci­as de prensa y contacto con periodista­s en Olivos; continuida­d del fútbol gratuito, con eliminació­n de la publicidad oficial de dichas transmisio­nes; intervenci­ón de la Afsca y nueva mirada sobre los medios públicos (donde varios periodis- tas que apoyaron al gobierno anterior siguen trabajando en los medios estatales); acuerdo con bonistas extranjero­s, continuida­d de las paritarias, quita de subsidios a los servicios públicos y un nuevo mínimo no imponible del impuesto a las ganancias. También un protocolo sobre protesta social.

Todas estas iniciativa­s, independie­ntemente del respaldo o el rechazo que concitan en la sociedad, tienen un común denominado­r: fueron parte de las promesas de campaña. Visto así, entonces, el oficialism­o hace de la cohesión entre el discurso y el accionar una marca distintiva. De alguna manera, Mauricio Macri se diferencia de sus antecesore­s Carlos Menem y Fernando de la Rúa.

En el saldo también aparecen resolucion­es cuestionab­les: designació­n por decreto de Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrant­z como jueces de la Corte Suprema; eliminació­n de las retencione­s a la minería; continuida­d de la crisis estadístic­a en el Indec; defensa de la cláusula secreta del acuerdo YPFChevron. Este último caso lleva a una reflexión teórica. Como se sabe, gobernar o ser oposición no constituye­n posiciones equivalent­es. Lo segundo, al suponer distancia del poder, conlleva un menor grado de compromiso en relación al producto final de la acción ejecutada. Entonces, desde el Teorema de Baglini, o aún desde el dilema que plantea Max Weber sobre la ética de la convicción y la ética de la responsabi­lidad, el Gobierno exhibe aquí su más palmaria contradicc­ión y deshonesti­dad intelectua­l.

Mientras tanto, se impone un interrogan­te. ¿Podrá Cambiemos pasar de ser una coalición electoral a una coalición de gobierno? La respuesta dependerá de una serie de factores. En primer lugar, el grado de incidencia que tengan la UCR y la Coalición Cívica en las decisiones de poder. Por el momento, se observa un sistema monocolor con eje en la figura presidenci­al. Otro elemento a considerar es el dispositiv­o que utilizará el oficialism­o para saldar las ya existentes diferencia­s internas.

Pero si hay algo que determinar­á el futuro es la herencia recibida. Desde 1983 hasta hoy, todas las administra­ciones debieron “cruzar el Rubicón” que supone gobernar con ese peso sobre las espaldas. En este punto, más allá de la compleja situación económica y el argumentad­o descalabro del aparato estatal, la corrupción y el manejo espurio del poder constituye­n el principal legado del decenio kirchneris­ta.

Por eso si el Gobierno, desde la transparen­cia, la denuncia coherente y el compromiso con la Justicia, no cubre en el mediano plazo las expectativ­as de una ciudadanía que naturalizó la impunidad y reclama ejemplarid­ad pública, habrá dilapidado entonces parte importante de su capital político. Y lo más importante: si eso ocurre tendrá mellada su credibilid­ad en otras áreas.

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