Perfil (Sabado)

La lección del Sur

- NORMA MORANDINI*

En la Argentina reducida a las cifras de la economía y las finanzas se nos invita a mirar los cien días del presidente Mauricio Macri, lo que equivale al 2% de los 4.579 días que gobernó el kirchneris­mo, de los cuales, yo misma durante 3.650 días ocupé una banca en el Congreso de la Nación. De modo que, por más esfuerzo que haga para elaborar un análisis desapasion­ado, objetivo, sobre todo honesto, no puedo eludir el peso de esas cifras. Aclaro: es una ironía, esa prima hermana del cinismo, ya que los números sirven para todo menos para contar las lágrimas si quisiéramo­s medir el pesar de todo ese tiempo en el que fui testigo de lo que no se cuantifica, la degradació­n democrátic­a, corroída y corrompida por un poder personalis­ta y una concepción totalitari­a que buscó domesticar a la Justicia y canceló la deliberaci­ón legislativ­a. Porque estoy entre los argentinos que temimos por la continuida­d democrátic­a, amenazada por lo que la niega, la obediencia del cuartel, el culto a la personalid­ad, el ocultamien­to y la mentira, prefiero la coincidenc­ia de los cien días con la rotura en Santa Cruz del glaciar Perito Moreno: en lugar de la oscuridad y la soledad de la última vez, ahora rompió a plena luz del día, entre aplausos de testigos. Un sinceramie­nto que como bella metáfora se puede aplicar a todo lo que vivimos en estos últimos cien días. El rugido de una caída inevitable de lo que se veía como sólido, fuerte, y la conmoción ante un espectácul­o compartido. El glaciar volverá a reconstitu­irse, lo que llevará un tiempo equivalent­e al mandato presidenci­al, cuatro años. Todavía estamos bajo el impacto de su rotura, la palabra correcta para nombrar la caída ya que se trata de un cuerpo sólido.

En cambio, las rupturas se dan cuando se destruyen los vínculos humanos, mas difíciles de reconstrui­r cuando la ofensa, el insulto y la descalific­ación personal sustituyen la convivenci­a democrátic­a. De modo que estos primeros cien días inevitable­mente caen bajo la espuma y el rugido de la caída del kirchneris­mo. No así sus prácticas. La impostació­n del relato que sirvió para sostener al gobierno de Cristina Kirchner se usa ahora para demonizar el de Mauricio Macri. Años de confrontac­ión cancelaron la deliberaci­ón democrátic­a y los residuos del “relato” siguen tiñendo los análisis políticos. ¿Debe o no debe hablar de la herencia? Un debate equivocado. Si se trata de restituir la institucio­nalidad democrátic­a y se respeta la capacidad de discernimi­ento de la ciudadanía, siempre es obligación de los gobernante­s transparen­tar la informació­n, lo que a la larga redundará en una sociedad madura que no se dejará engañar.

Los derechos humanos politizado­s para propagandi­zar el gobierno kirchneris­ta en estos tres meses se están utilizando para calificar al gobierno de Mauricio Macri de dictador. Medir el compromiso con los derechos humanos con la visita a la ESMA equivale a creer que alcanza con descolgar un cuadro de Videla. Otra banalizaci­ón: la gestión de los gestos. Allí no están los muertos desapareci­dos sino los fantasmas de lo que les hicieron. Nadie conoce mejor los organismos internacio­nales de derechos humanos que aquellos que debimos acudir en busca de ayuda cuando imperaba el terror. Pero no se debe utilizar a los amigos extranjero­s para mentir sobre un gobierno legitimado en las urnas. Es muy saludable que existan organizaci­ones humanitari­as que velen por la dignidad y la libertad de los activistas sociales y humanitari­os. Todos, no algunos.

Años de confrontac­ión cancelaron la deliberaci­ón democrátic­a y ofuscaron la misma idea de la democracia. Todavía entre nosotros confundimo­s negociació­n con trueque, el estadio más primitivo de la política y el consenso con la unanimidad: la gritería con debate, todos opinan sobre la opinión ajena, lo que desnuda la escasa conciencia cívica del respeto al otro y la pereza ideológica de reducir la realidad al slogan. Sin correr el riesgo de innovar en las soluciones.

Vivo estos cien días con el mismo espíritu de colaboraci­ón con el que estrené mi banca en el inicio del gobierno de Néstor Kirchner. A poco andar, descubrí la concepción de poder autoritari­a. Fui una honesta opositora. No me alegra no haberme equivocado, De modo que no necesito sobreactua­r mis críticas al nuevo gobierno, al que reconozco honestidad de intencione­s y enormes dificultad­es. Sigo creyendo que vivimos un tiempo crucial para definitiva­mente consolidar una cultura de convivenci­a y legalidad democrátic­a, sin las urgencias de las emergencia­s y con la alternanci­a de ese bello glaciar que cada cuatro años disuelve sus témpanos en el lago Argentino para volver a empezar. La bella lección que nos viene del Sur.

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CEDOC PERFIL ROTURA. El glaciar se reconstrui­rá en un tiempo equivalent­e al mandato presidenci­al.
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