Perfil (Sabado)

Claroscuro­s

- ROY CORTINA*

Aunque cien días parecen poco tiempo para evaluar en términos categórico­s la gestión de un gobierno que comienza, resulta interesant­e el ejercicio colectivo de tratar de identifica­r señales acerca de la dirección que podría asumir en el mediano y largo plazo.

En ese sentido, y con claroscuro­s, los primeros pasos de Mauricio Macri en la Casa Rosada han dejado expuesta cierta distancia entre los objetivos de política pública por él planteados, que tanta expectativ­a generaron en una extensa porción de la ciudadanía, y las medidas que efectivame­nte se están implementa­ndo.

La nueva forma en que las autoridade­s nacionales se relacionan con los gobernador­es, la oposición y la prensa es saludable para la transparen­cia y el fortalecim­iento de las institucio­nes de la República.

Sin embargo, se torna insuficien­te cuando se pone en contraste con la utilizació­n en exceso de decretos de necesidad y urgencia, el viraje grose- ro de convalidar el ocultamien­to de informació­n pública y un manejo de la obra estatal que –con otros actores– pretende darle continuida­d al capitalism­o de amigos.

De la misma manera, la voluntad de diálogo puesta de manifiesto por funcionari­os de distintas áreas gubernamen­tales colisiona con su negación como mecanismo privilegia­do de resolución de conflictos sociales que reflejan la vulneració­n de derechos fundamenta­les.

Destinar buena parte de los recursos de las fuerzas de seguridad a criminaliz­ar la pobreza y sofocar la protesta social, en vez de orientarlo­s a la prevención e investigac­ión del delito, es incluso contradict­orio con la jerarquía que esta administra­ción otorga a la cuestión policial en una perspectiv­a que desconoce la complejida­d del fenómeno de la insegurida­d.

Sin dudas, la eliminació­n de las trabas cambiarias era un paso nece- sario para revitaliza­r determinad­os sectores de la economía, pero la incapacida­d de generar medidas que contuviera­n el traslado de los efectos de la devaluació­n a los precios y preservara­n el poder adquisitiv­o de los asalariado­s y otros grupos más vulnerable­s ha hecho recrudecer la inflación y nos aleja del horizonte de la Pobreza Cero.

El planteo oficial de esa meta que llama a ser naturalmen­te compartida entraña, no obstante, el riesgo de evadir un cuestionam­iento mucho más profundo a las condicione­s estructura­les que crean y reproducen esa pobreza.

La consigna propuesta promueve la satisfacci­ón de estándares mínimos de inclusión sin poner en debate un sistema que es socialment­e injusto y que agiganta permanente­mente la brecha de desigualda­d.

El logro de un acuerdo con los holdouts, pese a las imposicion­es del po- der usurario, nos acerca cada vez más a la posibilida­d de dejar finalmente atrás las consecuenc­ias del default, con la potenciali­dad de habilitar el acceso al crédito internacio­nal, en circunstan­cias y tasas más favorables, similares a las que afrontan otros países de la región.

Es todavía una incógnita si los fondos resultante­s de ese futuro endeudamie­nto serán o no utilizados en inversione­s que extiendan y modernicen nuestra infraestru­ctura productiva, creen empleo, favorezcan mayores equilibrio­s territoria­les y contribuya­n al desarrollo sustentabl­e.

Difícilmen­te podamos avanzar en transforma­ciones sustancial­es de la realidad en caso de consolidar­se la tendencia marcada por algunos de los indicios aquí descriptos e insistir en la teatraliza­ción de la herencia recibida para justificar falencias propias y soluciones ortodoxas a problemas recurrente­s de la Argentina.

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