Perfil (Sabado)

Una bala de plata oxidada

- CLOVIS ROSSI* *Periodista y columnista de Folha de São Paulo.

Bastó que Luiz Inácio Lula da Silva volviera al primer plano de la escena política para que se pudiera usar su cantinela: nunca antes en este país Brasil vivió momentos tan intensos de república bananera.

La divulgació­n de la grabación de la conversaci­ón entre Lula y la presidenta Dilma Rousseff muestra escenas explícitas de bajezas de parte de quien, aun habiendo dejado la presidenci­a, tendría la obligación de mantener mínimament­e lo que se suele llamar la “majestad del cargo”.

La grabación hace que la crisis que vive el gobierno se instale también en la Corte Suprema. La iniciativa de Dilma de promover un, digamos, “nombramien­to exprés” es un claro intento de obstrucció­n de la Justicia.

No es que Lula, como ministro, gane inmunidad. Pero gana la posibilida­d de que la investigac­ión en su contra pase a un escalón superior al juez Sergio Moro, siempre dispuesto a emitir órdenes de prisión contra poderosos del sector público o privado.

Cualquier acción contra Lula, por lo tanto, tendrá que ser autorizada por la Corte –esa institució­n que está “totalmente acobardada”, según la evaluación de Lula que surge de las escuchas.

La filtración de las grabacione­s anuló el efecto positivo que el gobierno imaginaba haber obtenido con la aceptación de parte de Lula del cargo de jefe de la Casa Civil. Lo que se ad- mitía en el Palacio del Planalto, antes del nombramien­to, es que Lula representa­ba la última carta de la presidenta Dilma para mantenerse en el cargo.

Hoy por hoy, en los cálculos de los oficialist­as más fieles, pero no ciegos, el gobierno no dispone de los votos suficiente­s para bloquear el proceso de impeachmen­t.

Lo relevante en el hecho de que la crisis se instaló también en la Corte es que Lula, como ministro, es la última bala que le queda en el revólver a Dilma para defenderse.

Si es así, la tendencia natural de la Corte es la de funcionar como bombera. O, en términos prácticos, no impedir el nombramien­to de Lula, aun si la oposición o la fiscalía recurriera­n a ella, alegando tentativa de obstrucció­n de la Justicia.

Esa tendencia puede, entretanto, ser modificada por el tenor de las declaracio­nes del ex presidente contra la Corte. Creo que es improbable que los ministros del tribunal lancen una represalia, pero la situación general es de tal confusión, que cualquier previsión es una aventura.

Todo sumado, hemos visto que el día que comenzó con el gobierno convencido de que tenía una buena mano de cartas para salir del encierro, con Lula como ministro, terminó con la supuesta bala de plata oxidada.

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