William Shakespeare por tres, en su 400 aniversario
OTHELO Autoría: William Shakespeare Adaptación y dirección: Gabriel Chame Buendía Interpretación: Matías Bassi, Julieta Carrera/Justina Grande, Hernán Franco y Martín López Carzolio Escenografía e iluminación: Jorge y Marco Pastorino Funciones: jueves a las 21 y viernes a las 20, en La carpintería (Jean Jaures 858) Autoría: William Shakespeare Versión y dirección: Francisco Civit Interpretación: Marta Pomponio, Roberto Monzo, Fernando Migueles, Gabriel Yeannoteguy, Pedro Merlo, Marcela Grasso, Fernando Arluna, Gabriela Calzada, Belén Rubio, Laura Pagés, Juan Marcelo Duarte, Mariano Rótolo y Juan Pablo Maicas Escenografía e iluminación: Facundo Estol Vestuario: Cecilia Zuvialde Funciones: sábados a las 19:45 en Andamio 90 (Paraná 660) HAMLET ESTA MUERTO. SIN FUERZA DE GRAVEDAD Autoría: Ewald Palmetshofer Dirección: Lisandro Rodríguez Interpretación: Sofía Brito, Horacio Banega, Vanina Montes, Paco Gorriz, Claudio Mattos, Lisandro Rodríguez Funciones: miércoles a las 21, en Elefante Club de Teatro (Guardia Vieja 4257)
Tres obras de la cartelera porteña rondan en torno a Shakespeare. Con vocación irreverente, en una relectura brillante, Chame Buendía trata en Othelo la historia de maldad, falsedad y celos en clave clown. Aunque sin narices rojas, la risa explota. Pero es cortada por momentos escalofriantes, en un equilibrio tragicómico que sigue el argumento original pero modifica los parlamentos. Hay humoradas en tono cordobés, canciones de cumbia, gestos soeces y sopapos por doquier. Cuatro excelentes actores encarnan a todos los personajes, y utilizan objetos que se resignifican según las necesidades del relato: cubos de madera, sombrillas, serpentinas en aerosol, flota-flota. Matías Bassi, como el moro, sostiene el dramatismo y la violencia. Julieta Carrera o Justina Grande (según la función) componen a una adorable enamorada, superficial, bobalicona. Hernán Franco está a punto de robarse todos los aplausos con su Yago pedante, seductor, manipulador. Pero si de reír se trata, Martín López Carzolio se lleva las palmas, en su agotador desafío de hacer numerosos personajes –femeninos y masculinos–, de lo cual él mismo se queja.
También Civit rompe la asociación uno a uno de actorpersonaje en Ricardo III. Su apuesta consiste en que sus trece actores rotan a través de casi todos los personajes, para trazar la tragedia palaciega urdida por el deforme y astuto rey. El texto, en este caso, sigue de cerca el original, lo que implica una trama intrincada, que se clarifica a través de un recurso didáctico: una pantalla proyecta, a modo de didasca- lia, los nombres de los involucrados en cada escena, y una batería y otros instrumentos musicales hacen de separadores. Efectos de la estrategia de la puesta en escena: todos son Ricardo, todos somos Ricardo: irresistiblemente inmorales.
Por su parte, Ewald Palmetshofer presenta en Hamlet está muerto un drama de tres parejas, que charlan durante un velorio. Como en Hamlet, hay traiciones intrafamiliares, muertes, sospechas, dudas, y un presente que intenta reparar horribles episodios del pasado. Rodríguez realiza el montaje que va desde una metáfora condensada en un video que se proyecta antes de entrar a la sala, hasta el hiperrealismo. El diminuto escenario se conecta con la calle; por una vidriera, se ve caminar a los peatones por Guardia Vieja; los actores pasan directo de la vereda a la situación dramática.