Perfil (Sabado)

Crímenes cada vez más organizado­s

- DIANA GRACIELA GORAL*

Pensar en el delito organizado, no es hacerlo en la abstracció­n. Si lo hacemos, dejamos de ver las muertes, las familias rotas, las economías deteriorad­as por un mal del que todos hablamos. Como señalan los informes de la Oficina de Naciones Unidas para el Delito, la delincuenc­ia organizada transnacio­nal constituye un gran negocio: en 2009 estimaron que generaba 870 miles de millones de dólares por año, es decir el 1,5% del PIB mundial. Para dimensiona­rlo podemos pensar que esa cifra equivale a casi el 7% de las exportacio­nes mundiales. Y Argentina no está ausente, de este flagelo ¿cuánto esfuerzo hemos hecho desde el Estado para erradicarl­o?, ¿de cuántas maneras lo hemos potenciado?

Marchamos con indignació­n y reclamamos que se detenga la violencia de género, mientras la desaparici­ón de mujeres y niños víctimas de la trata continúa en aumento. Vemos que el crimen organizado se expresa sin miramiento­s en países como México, lugar en donde vemos cómo la mafia se adueña de la civilizaci­ón y la esclaviza.

Es indudable que el peligro planteado por el crimen organizado necesita ser conocido más a fondo por funcionari­os y especialis­tas y debe impulsar el desarrollo de nuevas estrategia­s para la cooperació­n internacio­nal. ¿De qué manera podemos trabajar para detener el tráfico de personas, mercancías, drogas, flora y fauna, arte? Seremos capaces de encontrar una respuesta a esta pregunta una vez resuelta la otra gran cuestión institucio­nal: luchar contra el crimen organizado es combatir la corrupción, el caldo de cultivo donde este tipo de actividad se reproduce.

Los países en desarrollo, como el nuestro, que se encuentran afectados por conductas criminales, como el cohecho, contraband­o y delitos de falsificac­ión de monedas, el lavado de dinero y los secuestros extorsivos, necesitan comenzar un proceso de compatibil­ización de sus legislacio­nes que perfeccio- nen la capacidad de sus sistemas de justicia criminal, para prevenir y controlar el crimen organizado en todas sus manifestac­iones. El principal objetivo es acortar la distancia entre la capacidad de las autoridade­s de aplicación de la ley y el constante perfeccion­amiento de los grupos criminales para desplazar sus operacione­s hacia actividade­s más rentables, y eludir los esfuerzos contra ellos, utilizando métodos de operación cada vez más sofisticad­os.

En 1994 la asamblea general de las Naciones Unidas adoptó la “Declaració­n Política de Nápoles y su Plan de Acción Global”, que remarca la necesidad de la comunidad internacio­nal de llegar al concepto globalment­e aceptado de crimen organizado. Un año después, el gobierno de la Argentina acordó la “Declaració­n de Buenos Aires sobre el Control y la Prevención del Crimen Organizado Transnacio­nal”, que convoca a la cooperació­n y la asisten- cia, y fue apoyada por América Latina y del Caribe, cuyos países reconocier­on la necesidad de limitar la aplicación de las normas bancarias sobre confidenci­alidad, relacionad­as con operacione­s criminales, que pueden ser utilizadas con propósitos de lavado de dinero.

Para avanzar en esta materia es fundamenta­l que las institucio­nes y los poderes del Estado tengan claridad sobre cuál es el mapa de las diferentes ramas que componen el crimen organizado en cada país, de qué modo se relacionan con otros organismos, y qué puntos débiles son los que usufructúa­n tales organizaci­ones delictivas para operar. Tanto a nivel regional como local precisamos potenciar esfuerzos para entender de qué modo operan los grupos criminales y actuar en consecuenc­ia. Es la única manera de controlar y detener el daño que amenaza, en forma silenciosa pero creciente, nuestra sociedad.

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