Perfil (Sabado)

Metafísica del Estado

- DANIEL LINK

La semana pasada, en La noche de la filosofía, tuve una animada discusión con jóvenes que se habían dado cita para... No sé bien para qué, pero la circunstan­cia fue propicia para hablar sobre el Estado y comprobar que sostenían unas posiciones metafísica­s donde el Estado aparecía como “lo Otro” del capitalism­o. Por un lado el poder de las corporacio­nes económicas y por el otro, el poder del Estado, mucho menor (casi impotente) frente al Otro.

Traté de que comprendie­ran que no hay forma de separar, históricam­ente, la expansión capitalist­a (la explotació­n, y también su carácter destructiv­o) de la forma del Estado moderno: que el Estado es la contracara del poder económico y que son parte del mismo mal. La función actual del Estado (cuya figura es la del Estado Universal Homogéneo, y ya no la del Estado nacional) es solidaria con los intereses concentrad­os del gran capital y subsidiari­a de su lógica.

El caso argentino, el que mejor conocemos: un gobierno de CEOs, se ha dicho, es como eliminar la mediación de la política en la gestión de las desigualda­des, exclusione­s y explotacio­nes que el capitalism­o necesita como el aire para poder seguir adelante con su marcha destructiv­a.

Por eso no vale la pena desgarrars­e demasiado las vestiduras por un hipotético Estado de Bienestar perdido. El Estado de Bienestar no hace sino proponer mecanismos compensato­rios para el salvaje proceso de expropiaci­ón y alienación que sufre la fuerza de trabajo. Pero como finalmente esa forma del Estado se revela cara (en parte, por la corrupción que involucra, pero no exclusivam­ente) el liberalism­o (“paleo”, “neo”, o como se quiera llamar a la política de derecha) propone un relevo donde las corporacio­nes se incorporan directamen­te (sin mediación) al aparato de Estado (el “costo” no disminuye, pero se distribuye entre socios). Que eso sea posible no demuestra que hubo un quiebre del modelo de “gubernamen­tabilidad”, sino todo lo contrario: que lo previo era lo mismo, salvo que disfrazado con figuritas de colores.

Contra eso, ¿qué podría hacerse? La protesta, desde ya, es necesaria. Pero también hay que imaginar formas de comunidad. No se trata de vivir “en sociedad” (que no es sino la contracara civil de la máquina estatal), sino de imaginar comunidade­s soberanas, más allá o más acá de las formas del Estado.

Durante mucho tiempo esa noble práctica se llamó comunismo. Parece urgente volver a cultivarla.

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