Angustias de un joven argentino recargado de neurosis y humor
Desde hace unos años el Centro Cultural Rector Ricardo Rojas, dependiente de la Universidad de Buenos Aires, impulsa a los nuevos creadores desde sus escenarios, donde a través de un ciclo estrenan sus óperas primas. Uno de los espectáculos ganadores del 2015 retornó, pero ahora en una sala independiente. Su creador, en las cuatro responsabilidades de autor, director, músico e intérprete es Pablo Sigal. Hay que recordar que él integró el elenco del espectáculo Los talentos, de Agustín Mendilaharzu y Walter Jakob, con cinco años de temporada, algo infrecuente en el país y por el que estuvo nominado como actor.
En su primera propuesta individual, titulada Polite, parece haberse inspirado en la muy popular obra Toc Toc, para presentar a un argentino con sus propios trastornos obsesivos compulsivos. Por eso su protagonista se verá acosado por los miedos y los temores que van desde pisar una alcantarilla –y nada menos que en nuestra ciudad– hasta lo que significó el mal de la “vaca loca”, sin olvidar el exterminio peligroso de las cucarachas. El tema es muy cercano a cualquier argentino que se precie y no tiene fecha de vencimiento. Como director propone sobre todo al inicio de la acción un interesante juego de personaje desdoblado, que luego pierde en el transcurso de las acciones. Lo mismo sucede con la música: su presencia es errática.
Polite tiene ritmo, aunque su indefinición ante las estructuras debilite la fórmula escénica. Ya que la no estructura también debe contener un criterio. Los mejores trabajos interpretativos los realizan Ignacio Sánchez Mestre y Katia Szechtman, tal vez Sigal director se focalizó más en ellos que en su propia labor como intérprete. El mundo de estos adolescentes grandes pero a la deriva no cobra potencia dramática y desaprovecha los momentos de humor. El tema elegido, los trastornos obsesivos compulsivos, permitían más recursos, mientras que aquí Sigal dramaturgo recorrió caminos demasiados previsibles e incluso se desaprovechó como músico en escena.
Hay que subrayar la originalidad del planteo escenográfico a cargo de Camila Pérez. Ella diseñó planchas de plástico ya pintadas que se arman y desarman en el fondo permitiendo recrear distintos espacios sin que ocupen lugar. Esta propuesta visual le da al espectáculo una impronta de cómic muy interesante, aunque no fue acompañada su estética por los otros lenguajes escénicos. Se podría advertir que es una obra en proceso y no acabada, como un ejercicio con muy buenas ideas y pocas definiciones.