Lo que des en la vida se te va a devolver, pero quizás no como lo esperabas”, le dice el padre a Joe Coughlin, un joven que luego de ser soldado en la Primera Guerra Mundial regresa a la vida civil. Si el padre de Joe es un policía que hace respetar las leyes de otros, su hijo se propuso imponer reglas propias a la fuerza.
Vengativo y romántico, defensor de los derechos civiles de negros y latinos, situación que lo enfrenta con los del Ku Klux Klan, Joe regresa a Boston y se mete en la venta y fabricación de ron. También se enamora, primero de la novia de un criminal irlandés, y luego quedará hechizado con una supuesta mujer cubana, a cargo de la enigmática Zoe Saldana.
La acción transcurre entre 1920 y 1930. Con este film, Affleck entra por la puerta grande de los cineastas mejor considerados. Affleck elige planos y sostiene melancólicas escenas entre pares, con cierto aire bucólico. Pero su historia no es bucólica, tiene valiosísimas escenas y lo admirable es que cada una cierra en sí misma con perfección de diálogos y actuaciones.
Pero a pesar de que Affleck permite degustar su cine de a poco como un buen vino o una mejor comida, el espectador puede llegar a pelearse con ese tono algo dulzón, romántico y violento, de un buen chico que busca redimir su pasado con buenas acciones, aunque lo que hizo guarda una crueldad muy bien premeditada.
En el triple papel de actor, director y productor, Affleck es un gran cineasta, de mirada creativa, filosa, y acá hasta demuestra que las escenas de tiros en la calle de un auto a otro, o la persecución y matanza que auguran el final, se ubican entre lo más meritorio de un cine que intenta hacer un homenaje a los clásicos con recursos actuales.