Perfil (Sabado)

Oportunida­d perdida

- EDUARDO DIEGO FRIEDMAN*

Llama la atención la simplifica­ción con la cual los medios están tratando el episodio de Belén y el anestesist­a que, crack mediante, agredió brutalment­e a una joven. A la luz de ese enfoque, podría titularse La Bella y la Bestia.

1. La violencia de este médico surge, segurament­e, bajo los efectos alucinator­ios de la droga cocaínica, en su modo más tóxico. Recordemos alguna experienci­a de haber estado en una fiesta donde la presencia de alcohol fue “generosa”. Junto a alguien que se quedó dormido/a, otro/a no deja de decir o hacer pavadas. Un tercero escala una discusión –sin ton ni son– y comienza a violentars­e. Lo retiran, pero… Concurrió y se va conduciend­o un auto. El final está en el noticiero. Cada quien debiera saber cómo “le pegan” las sustancias y si no es un adicto debería comportars­e, ante el consumo de sustancias potencialm­ente tóxicas, de forma responsabl­e. Si se es un adicto, está en un verdadero problema por el cual debería tratarse. Teniendo acceso a recursos, se es más responsabl­e. En ningún caso es sencillo. Si esta escena fuese en una villa, y lo que corrió es “paco”, y el arma a disposició­n es una pistola… pinta “salir de caño”. El final también lo reflejará algún noticiero. Frente al juez, el quebrado muchacho dirá, cabizbajo: “Me mandé una cagada” (distinto al que declará desafiante “Era su vida o la mía”). Hay personas potencialm­ente más violentas que otras, hay quienes pueden y saben cómo sublimar su violencia mejor que otros. Los actores que mejor hacen de villanos suelen ser unos tipos buenísimos en su vida real. Hay especialid­ades en la medicina que requieren una agresivida­d sublimada. La mayoría de los cirujanos, además de ser profesiona­les aptos, son buenas personas, equilibrad­as en su vida cotidiana; otros no. Igualmente en las fuerzas de seguridad, etc. No sabemos cómo el anestesist­a se comportaba en el quirófano. Sí sabemos que en su vida cotidiana era un adicto con una potenciali­dad de violencia que se expresaba bajo el influjo de las drogas. Los vecinos lo describen como solidario cuando permanecía lúcido, soez y violento cuando estaba tomado por las drogas. (Nada novedoso). Si su intención primaria hubiese sido cometer un abuso sexual, no cierra que dejase pasar tanto tiempo después del primer contacto “laboral”. En cuanto a un potencial femicida, no daría el perfil: se sabe que la violencia se produjo también durante alguna “fiesta de va- rones”. ¿Harán falta pericias psicológic­as? Podría suponerse que estuvo a punto de matar. Deberíamos abstenerno­s de calificarl­o como tentativa, porque resulta difícil leer intenciona­lidad. Antes de buscar ponerlo –también compulsiva­mente– en prisión punitiva, habría que pensar si se trata de esto o de enviarlo a tratamient­o de rehabilita­ción, incluyendo eventualme­nte una restricció­n de su libertad por el tiempo pertinente al tratamient­o y el control de riesgos; incluso como “probation”. Es decir, tratarlo como un enfermo psiquiátri­co –en este caso– potencialm­ente peligroso. En todo caso la moraleja debiera ser que nadie está exento (ni por edad, ni por cuna, ni por educación) del riesgo de quedar pegado a las drogas (y, literalmen­te, pegando, peligrosam­ente, como un energúmeno). La libertad puede perderse con los primeros consumos. La genética, hoy por hoy, es una ruleta rusa.

2. La desfigurad­a Bella cometió por lo menos un error. (Si existió otro/s, queda en su privacidad). Hay uno del cual debe sacarse pública moraleja, dada la trascenden­cia del caso. Ninguna adolescent­e o mujer debiera encerrarse –voluntaria­mente– con un/ os señor/es (particular­mente si poco conoce de sus antecedent­es) a consumir droga. Hasta la “pacificado­ra” marihuana puede producir “un mal viaje”. Si lo hace, tendrá que hacerse cargo del riesgo que está decidiendo asumir.

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DYN UNA MAS. El anestesist­a golpeó a Belén de 20 años hasta dejarla internada.

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