Perfil (Sabado)

CUANDO EL HALCON GUIA

En completa soledad, las montañas del norte de India pueden recorrerse en jeep o caminarse de Oeste a Este por las gargantas de Rangdum.

- DOREEN FIEDLER*

Dentro de pocos años, la India se convertirá en el país más poblado del mundo. En el salvaje norte del país, detrás de la primera cadena de montañas del Himalaya, no hay nada que lo indique. Para caminar en esta región, las suelas de los zapatos deben tener un buen agarre y se necesita un saco de dormir bastante grueso. La caravana de senderista­s, guías, cocineros y ponis sube lentamente por un sendero zigzaguean­te hacia el paso de Kiupa, situado a una altura de 4.430 metros en el Himalaya. El camino más cercano, lleno de baches, está situado a cinco días de marcha hacia el Sur o dos días hacia el Norte. Aquí, las crestas de las montañas se asemejan a los dientes de un dragón. Ladakh, en el norte de la India, es una región árida. Tanto desde el punto de vista paisajísti­co como cultural, pertenece más bien al Tíbet que al sur tropical de la India o a metrópolis como Bombay o Nueva Delhi. En muchos valles de Ladakh no hay árboles. Para construir sus casas, la gente tiene que traer desde lejos el material necesario. Muchos pueblos no están comunicado­s por carreteras y carecen de suministro eléctrico. Sin embargo, los tiempos modernos también están llegando a este rincón del país, muchas veces en forma de excavadora­s con grandes ruedas y gigantesca­s palas. Cada año se construyen kilómetros de carreteras nuevas en las inhóspitas montañas del Himalaya indio. Antes, la travesía por las montañas de Zanskar, una popular excursión entre senderista­s de todo el mundo, duraba tres semanas. Ahora es posible acortar el viaje algunos días en jeep a ambos lados de la montaña. Otra alternativ­a es caminar de Oeste a Este, por ejemplo por las gargantas de Rangdum a través de Lingshed y Zangla, hasta Shang Sumdo, una caminata de 18 días. Antes de dar el primer paso, hay que superar algunos desafíos. Por ejemplo, la aclimataci­ón, porque el centro regional de Leh está situado a una altura de unos 3.500 metros. Para los recién llegados, el ascenso al templo budista Shanti Stupa, situado arriba de la ciudad, es como subir a una montaña en los Alpes. Enfrente se encuentra el palacio del rey Sengge Namgyal, inspirado en el de Potala, en Lhasa. Con sus cien habitacion­es, el palacio de Leh, de nueve plantas, es mucho más pequeño que su gran modelo. En Ladakh, el budismo

tibetano es

Tanto desde el punto de vista paisajísti­co como cultural, pertenece más bien al Tíbet

omnipresen­te. Banderines tibetanos de oración ondean al viento, en los valles hay estupas y santuarios. El todoterren­o necesita dos días para ir de Leh al punto de partida de la caminata. Ponis y mulas pastan junto a las tiendas de campaña. Muchas de las empresas que organizan trekkings en Ladakh apuestan por las ágiles bestias de carga. Los 11 animales cargan cinco cilindros de gas, tiendas de campaña para cocinar y dormir, letrinas, harina para hacer pasteles, pizzas y pan árabe, verduras, leche en polvo y una mezcla de soja, garbanzos y cebada para los animales. A todo ello se suman las mochilas y colchoneta­s de gomaespuma. Cada poni carga unos 50 kilogramos. En el curso superior del río Oma Chu hay una cabaña de adobe donde tres arrugados pastores ordeñan yaks y elaboran manteca. A los caminantes que pasan delante de la cabaña les dan en grandes recipiente­s de madera tanto yogur como puedan tomar. El aporte adicional de energía es necesario para una caminata que comienza en un valle situado a 4.010 m, sube a un paso a 5.020 m, baja a gargantas situadas a 4 mil metros y vuelve a subir a un paso de 4.700 m. Durante el trayecto hay que cruzar ríos y arroyos, a veces saltando de piedra en piedra y a veces caminando por el agua. En ocasiones, cuando el agua es demasiado profunda y peligrosa, sólo podemos cruzar con la ayuda de una cuerda. En los bordes de los caminos se deslizan rápidament­e marmotas, conejos, ovejas azules, antílopes y lagartos con manchas anaranjada­s en el cuello. En el cielo dan vueltas águilas y halcones. Después de Lingshed, el camino discurre durante un día junto al río Zanskar. El grupo de turistas pasa la noche más alta a 4.700 metros. Por la mañana, una capa de hielo cubre el lago delante de las tiendas de campaña. Uno de los puntos más bajos de la caminata es un cañón cuyas paredes se inclinan tanto que incluso se tocan en un punto. El último paso de la excursión, el Kongmaru La, es el más alto (5.260 m), pero el más fácil. Los dolores y las ampollas han desapareci­do, los músculos se acostumbra­ron a los esfuerzos. Alguien repasa los últimos 17 días: “Cada día hay una sorpresa con muchos extremos: viento, sol, frío, agua. Una auténtica aventura”.

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PARTIDA. Un guía y tres turistas al pie del elevado templo budista Shanti Stupa, en Leh.
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FOTOS: DEUTSCHE PRESSE AGENTUR
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EN RUTA Cada mula carga 50 kg de provisione­s y los senderista­s vadean ríos y arroyos, suben y bajan por valles ubicados entre 4 mil y 5 mil metros de altura. Los pastores del camino les ofrecen yogur de leche de yak.

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