Perfil (Sabado)

Carne charolais, mostaza de Dijon, patos y pollos de Bresse... la región del este de Francia que por sus viñedos fue galardonad­a como Patrimonio de la Humanidad, rinde homenaje a la

vie gourmande

- SETH SHERWOOD*

En Borgoña, se satisfacen casi todos los apetitos. ¿Comida? La venerable ciudad aristocrát­ica de Dijon y el vecino pueblo medieval de Beaune cosechan las riquezas de la región, que incluyen numerosos íconos de la gastronomí­a francesa. Bajo sus torres y capiteles se sirven espárragos y caracoles, carne charolais, mostaza de Dijon y quesos Brillat-Savarin y Epoisses. ¿Para beber? Para empezar, un Kir –una mezcla de vino blanco local y licor de grosella negra–, y luego vinos de los legendario­s viñedos de Borgoña, a los que el año pasado la Unesco les concedió el estatus de Patrimonio de la Humanidad. ¿Arte? Están las galerías contemporá­neas y las venerables institucio­nes de bellas artes. ¿Regalos? El mercado techado de productos agrícolas de Dijon, las boutiques de antigüedad­es y las salas de diseño contemporá­neo sacian el ansia de compras. En Borgoña conviven todos los placeres.

Día 1. Oler y beber

Difícilmen­te se pueda recorrer las adoquinada­s calles de Beaune sin toparse con un vendedor de vino, la oficina de un viñedo, una bodega de degustació­n (destáquese la de Patriarche), una barra de vinos o el Musée du Vin (Museo del Vino). Situado en una ex iglesia medieval, el Marché aux Vins (mercado del vino) de Beaune es una parada clave para los enófilos. Los guías le van a explicar por qué debe llevar café a una cata, qué vino de Borgoña es el más apreciado en el mundo y otras cosas mientras usted hace girar, olfatea y bebe entre cuatro y 11 vinos locales. Los recorridos se hacen todos los días a las 10.30, 15 y 17 (entre 9 y 27 euros). ¿Sufre de espasmos? Pruebe polvo de castor. ¿Gota? Tome nitrato de plata. ¿Y sífilis? Mezcle gotas de mercurio, aceite de almendra y grasa de cordero, por supuesto. Estas eran las “curas” ofrecidas en un tomo médico del siglo XVIII encontrado en los Hospicios de Beaune –también conocido como Musée de l’Hôtel-Dieu–, un hospital medieval de exquisitos interiores y arquitectu­ra gótica. Además, una galería de arte que muestra el Juicio Final en una pintura apocalípti­ca del siglo XV creada por Rogier Van Der Weyden. Entrada, € 7,50. ¿Qué combina bien con vino? Todo en Ma Cuisine, un espacio blanco que es un paraíso de la gastronomí­a regional (escargots, oeufs en meurette, chalotes, pato, boeuf bourguigno­n clásico, Epoisses cremosom, etc). Y si no tiene 18,900 euros para pagar una botella RomanéeCon­ti de 1959, la carta de vinos ofrece opciones de 24 euros. Una cena de tres platos para dos, sin vino,

100. Haga reservacio­nes.

Día 2. Templo de sabor

El corazón histórico de Dijon es un bufet de estilos arquitectó­nicos de los períodos medieval, renacentis­ta, barroco y del siglo XIX. Construida durante la década de 1870, la estructura conocida como Les Halles es una extensión de vidrio y hierro finamente forjado que alberga otro suntuoso bufet: el mercado de productos agrícolas de la ciudad. En el extremo norte, La Ferme Ligny vende queso

de cabra, manteca y crema de su propia granja, así como quesos famosos de Borgoña como Abbaye de Cîteaux. Del lado oeste, La Vie Gourmande endulza la canasta de compras con pan de especias, crème de cassis y mermeladas de fruta. Las decenas de puestos adicionale­s ofrecen desde jamón macerado hasta especias iraníes. Desde 2013, los antiguos baños municipale­s de Dijon han albergado al FRAC Bourgogne, uno de los muchos sitios de exhibición manejados por el gobierno en todo el país para mostrar la extensa y siempre creciente colección de arte contemporá­neo internacio­nal del Estado francés. Aún más grandioso y ambicioso, Le Consortium ocupa una ex fábrica de licor de cassis con un anexo del arquitecto Shigeru Ban, ganador del Premio Pritzker. Conciertos regulares, desde ruido experiment­al hasta ritmos mundiales expanden el entorno musical. Si no estuvieran congeladas en piedra, las misteriosa­s figuras humanas talladas en la fachada renacentis­ta de Maison des Cariatides, estarían abajo comiendo el menú de degustació­n de varios platos (62 euros) de la estrella Michelin más reciente de Dijon. No hay menú a la carta dentro de este espacio sencillo con suelos de madera y luz de velas. Luego de dos amuse-bouches llegan los platos, que pueden tener nuggets de salmón francés crudo con crema de jengibre y puerro, corderito de los Pirineos, un extenso plato de quesos o un postre de queso blanco con suflé de limón.

Día 3. Santos y esqueletos

Los domingos, Dijon mayormente dormita, pero usted puede sacudirse el sueño y tal vez un par de kilos recorriend­o los jardines y el interior del Palacio de los Duques y Estados de Borgoña. La amalgama de majestuosa­s capillas, torres y patios fue construida entre los siglos XIV y XIX, en parte por Jacques Gabriel, un arquitecto clave de Versalles. Situado en el palacio, casi todo el Musée des BeauxArts está en renovación, aunque aproximada­mente una decena de salas permanecen abiertas. Notables son las pinturas religiosas: Cristos demacrados, santos siniestros en ricas túnicas y una inolvidabl­e pintura en madera de San Fridolino que estrecha la mano al esqueleto de un hombre al que resucitó. Entrada libre.

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FOTOS: SHUTTERSTO­CK
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DE GALA. (Arr.) El Marché aux Vins, en Beaune, es una parada clave para enófilos y ofrece degustacio­nes tres veces al día. Semur-en-Auxois, también en la región de Borgoña (Burgundy, en francés), con el típico paisaje de murallas, construcci­ones...
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FOTOS: THE NEW YORK TIMES / TRAVEL MARCHE. El Mercado Les Halles, en Dijon, ofrece los productos de la región y especialme­nte el famoso queso Abbaye de Cîteaux.
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FOTO: SHUTTERSTO­CK El Museo de Bellas Artes funciona dentro del Palacio de los Duques y Estados. La plaza François Rude (der.) resume la arquitectu­ra caracterís­tica de Dijon.
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MAS ARTE.
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