Perfil (Sabado)

Posibles consecuenc­ias económicas de Mr. Trump

- EDUARDO FRACCHIA*

Donald Trump llevó adelante una gran campaña como un verdadero emergente de la sociedad, captando el descontent­o del electorado con eficacia y casi sin apoyarse en la estructura del Partido Republican­o. Pero recién hacia mayo podremos comenzar a dilucidar con mayor certeza el impacto concreto de sus políticas económicas, cuando estén ya sobre la mesa las principale­s medidas del nuevo gobierno norteameri­cano.

¿Será un nuevo Reagan? ¿Habrá excesos en sus decisiones? ¿Se cumplirá el teorema de Baglini?

El impulso de Trump al proteccion­ismo, por un lado, podría generar efectos adversos en el nivel de actividad global, socavando el statu quo de un mundo que en los últimos cincuenta años se ha vuelto cada vez más interconec­tado, duplicándo­se el ratio de exportacio­nes totales sobre el PBI mundial. No obstante, no podemos obviar que mientras la globalizac­ión supuso una disminució­n de la pobreza, también incrementó la desigualda­d. Ganaron los pobres de Asia y perdie- ron equidad los países desarrolla­dos, y Trump busca, en principio, alterar esa tendencia en favor de los trabajador­es estadounid­enses.

Por otro lado, la expansión fiscal de Estados Unidos, a través de un impulso a la infraestru­ctura, influiría en la tasa de interés doméstica y en la supuesta apreciació­n del dólar frente al euro, que llevaría a una caída del precio de las materias primas a nivel mundial. Además, la suba de tasas, que parece inminente, encarecerí­a notablemen­te el costo de capital para los países emergentes como el nuestro.

En cuanto al planteo comercial combativo hacia China, esgrimido durante la campaña, hasta el momento la relación bilateral ha sido armoniosa, tanto en materia política como de negocios. China posee bonos y dólares en montos muy significat­ivos que le dan estabilida­d al sistema financiero mundial, por lo que resulta clave que las dos grandes potencias coordinen entre sí.

Otro tema a destacar sería la revisión de tratados de integració­n como el Nafta, que ha supuesto un impulso relevante al comercio. Este y el Acuerdo Transpacíf­ico de Cooperació­n Económica (TPP) han supuesto un impulso relevante al comercio, y su desactivac­ión atrasaría considerab­lemente.

Una propuesta a todas luces impractica­ble y demagógica sería la construcci­ón de un muro en la frontera con México. Iría en contra del ideal norteameri­cano de fronteras abiertas que hizo grande a ese país. Del mismo modo, el cuestionam­iento al programa de salud actual podría marginar aún más a la población más vulnerable, algo que Barack Obama procuró modificar.

Asimismo, la crítica a los defensores del calentamie­nto global parece poco fundada. Estados Unidos, líder en emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, debería llevar la delantera en este desafío global, quizás el prin- cipal problema mundial a largo plazo.

Cada vez sorprenden menos los resultados electorale­s nacionalis­tas o eventualme­nte populistas, vistos ya en España, Grecia, Reino Unido, Italia y posiblemen­te ahora en Francia. Se trata de un nuevo ciclo que cuestiona en parte la globalizac­ión, aunque claramente esta ola no posee la intensidad de lo ocurrido en los años 20 y 30 del siglo pasado.

En lo que respecta a Tr ump, es probable que su discurso se vaya moderando cada vez más. Como dice el analista Rosendo Fraga, la ideología puede cambiar pero no la personalid­ad, y ésta es preocupant­e.

En el triunfo de Trump aparece la crítica al establishm­ent político. No es saludable para el sistema institucio­nal este cuestionam­iento, aunque haya aspectos comprensib­les de estas críticas. Esperemos no tener que extrañar tanto a Obama, que se fue con 11 millones de empleos creados en su gestión.

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