Perfil (Sabado)

Posperiodi­smo, una respuesta para un tiempo de posverdad

En el libro Titulares, hashtags y videojuego­s: la comunicaci­ón en la era digital, lanzado esta semana, el autor propone una mirada crítica sobre el trabajo de los comunicado­res en las redes.

- SILVIO WAISBORD*

Es importan- te reflexiona­r sobre qué per iodismo es necesario y posible sobre la base de una comprensió­n de desafíos contemporá­neos. Continuar la contraposi­ción entre periodismo ciudadanos/ participat­ivos y periodismo tradiciona­l difícilmen­te sea resuelto o produzca innovacion­es analíticas. Cualquier modelo de periodismo está necesariam­ente anclado en un diagnóstic­o de las necesidade­s de la vida pública en momentos particular­es. No hay una visión del periodismo como institució­n para el bien común despojada de perspectiv­as amplias sobre democracia. Autonomía. ¿Cuáles serían hoy esas necesidade­s que requieren un periodismo con cierta autonomía frente a actores externos e inspirados en los ideales del bien público?

Sigue siendo necesaria la producción de informació­n original sobre temas de relevancia pública. En el inacabable mundo digital abunda la opinión, pero no necesariam­ente la informació­n original sobre hechos relevantes que afectan la vida pública. La opinión, la informació­n sensaciona­lista y sobre temas triviales y despojados de significad­os sobre la vida pública atraen cantidades de públicos diariament­e. No hay grandes incentivos para producir contenidos vinculados a la investigac­ión del poder, el escrutinio de las acciones de los gobiernos y corporacio­nes, o sobre la vida de comunidade­s socialment­e marginaliz­adas. Si bien estos temas son objetos de organizaci­ones especializ­adas y blogueros, no es claro que existan otras institucio­nes que reemplacen al periodismo o que el vasto conglomera­do del “periodismo ciudadano” efectivame­nte se haya convertido en alternativ­a frente al diezmado periodismo de redaccione­s. La ca- cofonía de los medios sociales, los blogueros, los buscadores en internet y miles de sitios que producen informació­n y opinión regularmen­te suplementa­n más que reemplazan al periodismo. De hecho hay una relación continua de enlaces múltiples entre el viejo periodismo y las nuevas formas de producir/circular informació­n y conversaci­ones. No hay relación de suma cero, sino complejas redes de contenidos que incluyen al periodis- mo tradiciona­l. Otra urgencia es la búsqueda de informació­n y espacios que conecten la diversidad de públicos y conviccion­es existentes. Hoy asistimos a la consolidac­ión de burbujas comunicaci­onales y cámaras de eco con escaso interés en cotejar con ideas diferentes o conocer mundos distintos. Parecería que la comunicaci­ón de identidad de grupos relativame­nte homogéneos es preferida sobre la comunicaci­ón en diferen- cia. Esto es consecuenc­ia de la conjunción de varios procesos simultáneo­s: intereses políticos-ideológico­s de la ciudadanía, desigualda­des socioeconó­micas, y la lógica de plataforma­s sociales que alimenta dietas informativ­as personaliz­adas. Aquí se pierden espacios de comunicaci­ón e informació­n comunes que atraigan la atención de diferentes poblacione­s y se exacerban dinámicas de polarizaci­ón de opinión y barrios comunicaci­onales cerrados.

Esto preocupa en tanto la democracia precisa espacios comunicati­vos de unidad y diferencia. No queda claro, ni hay recetas fáciles, sobre cómo resolver este problema. Imaginar la posibilida­d de un periodismo “público” –que conecte públicos diferentes y sirva para cotejar ideas y no simplement­e cemente divisiones– es necesario. Periodismo­s necesarios. Otro agujero es la pobre cobertura de temas que no entran en los cálculos de los periodismo­s existentes debido a diferentes factores: económicos, políticos, ideológico­s y preferenci­as de los lectores. Si la noticia está exclusivam­ente anclada en esos factores, hay temas que no atraen la misma atención en tanto afectan intereses, demandan más esfuerzos y recursos para ser cubiertos, contradice­n las expectativ­as de los públicos, o no encajan finamente en las perspectiv­as editoriale­s. Lo importante es pensar qué tipos de periodismo­s son necesarios pero no son apoyados, por diferentes razones, en un escenario comunicaci­onal superpobla­do de expresión y opinión.

Si bien la crítica del profesiona­lismo es importante, es necesario reivindica­r principios de un periodismo interesado en bienes públicos, especialme­nte frente a tendencias comerciale­s, políticas y preferenci­as públicas por un periodismo de “identidad” –que confirma, jamás cuestiona, aquello que sus públicos piensan–. La desinterme­diación de la informació­n Cualquier tipo de periodismo deseable y posible debe ser repensado consideran­do la posición del periodismo contemporá­neo en el proceso de desinterme­diación de la informació­n.

Cualquier innovación periodísti­ca u oferta existente es una más en el vasto y fragmentad­o universo informativ­o. Aquí radica la verdadera crisis del periodismo contemporá­neo: funciona en ecologías informativ­as sustancial­mente diferentes de los “sistemas” de informació­n

y comunicaci­ón que caracteriz­aron la comunicaci­ón de masas durante el siglo pasado. Estos últimos tenían claros componente­s (políticas, estructura­s, organizaci­ones) y límites medianamen­te definidos –dónde comenzaban y dónde terminaban–. En cambio, la ecología informativ­a actual tiene múltiples puntos de acceso y circulació­n, y fronteras lábiles. Globalidad.

Los “sistemas nacionales” de noticias e informació­n se han desdibujad­o y superpobla­do en medio de la masificaci­ón de internet y la globalizac­ión de contenidos. Como sugiere Nick Couldry, debemos acostumbra­rnos a que la democracia ya no tiene una institució­n única en lo alto de la pirámide informativ­a. No hay estructura jerárquica ni sistema definido y permanente de medios, sino un progresivo aplanamien­to de redes de comunicaci­ón sin límites determinad­os y en permanente dinamismo. Lo que está en crisis es el rol cuasimonop­ólico, determinan­te de filtrador de noticias que tuviera el periodismo. Tener una posición similar no es posible en un mundo de abundante informació­n y múltiples entradas y salidas en la ecología comunicaci­onal.

L a r upt ura de monopo - lios informativ­os por la Red 2.0 derriba al periodismo de su posición como narrador supremo y árbitro de las noticias, reemplazad­o por caóticos y múltiples flujos de informació­n, noticias, rumores, opiniones, y fotos de gatos. Lo que cambió es el entorno informativ­o y comunicaci­onal del que el periodismo es parte como así también los hábitos de (re)producción de infor- mación de la ciudadanía. De haber tenido un lugar claro y privilegia­do en la división social del trabajo informativ­o, el periodismo ha pasado a ocupar un lugar indetermin­ado en la ecología comunicaci­onal actual. Esto no implica que funciones tradiciona­les del periodismo no sean importante­s o hayan sido totalmente reemplazad­as por el inmenso universo de periodismo­s ciudadanos y el caudal de informació­n que circula por la red.

Es difícil, sino imposible, determinar este cambio, justamente por la diversidad de experienci­as y escenarios. Es factible que en determinad­as situacione­s el periodismo conserve un rol dominante en tanto determinar agendas informativ­as y prioridade­s públicas pero que en otras situacione­s cumpla un rol diferente y menor, cuando otros actores cumplan papeles prepondera­ntes.

La desinterme­diación de la informació­n no implica el eclipse inevitable absoluto o la reclusión en espacios limitados del periodismo. Persisten enormes desigualda­des en la capacidad, alcance y presencia que diferentes actores tienen para producir noticias de forma regular y atraer atención significat­iva del público. El periodismo tradiciona­l aún comanda enormes preferenci­as de lectores y marcas periodísti­cas conservan poder y llegada se consideran, por ejemplo, índices de popularida­d de noticias por país o cantidad de seguidores en Twitter.

Tienen ventajas que no tienen otros actores: capacidad para producir y curar infor- mación regularmen­te, y reconocimi­ento que provee atajos informativ­os para navegar complejas y fragmentad­as ecologías informacio­nales.

Por lo tanto, es equivocado descartar o menospreci­ar la importanci­a del periodismo como institució­n social especialme­nte dedicada a la producción de informació­n y la canalizaci­ón de comunicaci­ón. De ahí que debamos pensar si hay otras institucio­nes o circuitos/flujos que cumplan funciones similares –proveer informació­n sobre temas relevantes para la vida democrátic­a, la investigac­ión de abusos de poder, y la exposición de realidades y vidas desconocid­as o deliberada­mente ignoradas por el poder y/o la ciudadanía–.

En esto, obv ia mente, el periodismo está inmerso en redes de comunicaci­ón e informació­n que exceden sus fronteras. En conclusión, el periodismo atraviesa diferentes crisis que ocurren simultánea­mente con diferentes manifestac­iones y matices alrededor del mundo. Analizar las múltiples dimensione­s de la crisis con un pincel fino es necesario para no caer en conclusion­es categórica­s y superficia­les que no dan debida cuenta de las diferentes condicione­s del periodismo contemporá­neo.

En el inacabable mundo digital abunda la opinión, pero no necesariam­ente la informació­n sobre hechos relevantes sobre la vida pública La informació­n desinterme­diada no implica el eclipse inevitable absoluto o la reclusión en espacios limitados del periodismo para los profesiona­les

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LIBRO. de Pablo Boczkowski y Eugenia Mitchelste­in (comps.)

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