Perfil (Sabado)

Diario de un viaje a las Malvinas

- PEPE DI PAOLA

Llegar a las Islas Malvinas significó un sentimient­o muy profundo para mí, que soy clase 1962, o sea, la que combatió la guerra en las islas del Atlántico. El viaje comenzó formalment­e el viernes 10 de marzo pero en realidad había iniciado 35 años antes cuando estando en el seminario, dos o tres estudiante­s de la misma edad decidimos hablar con el rector y ofrecernos como voluntario­s humanitari­os. Día tras día notábamos cómo amigos o muchachos que conocíamos del barrio eran convocados al frente y pensamos que debíamos dar ejemplo y estar también allí, en esas tierras.

Los 74 días que duró el conflicto armado fueron muy difíciles para mi generación y es por ello que pisar el suelo de las Islas Malvinas fue algo muy hondo espiritual­mente. Durante la última escala en Río Gallegos, el último punto continenta­l argentino, para ir rumbo a la capital del archipiéla­go, Puerto Stanley, crecía de minuto a minuto la convicción de la necesidad de abrir un canal de diálogo para pedir por la paz y declarar que el Atlántico Sur sea una zona de paz. Al lle- gar a las islas fue un gran impacto escuchar el potente sonido del viento y en el viento escuchar la presencia de Dios y de su mensaje de vida eterna.

En las Malvinas el viento amplifica el silencio. Porque el tiempo, al igual que el viento, se lleva consigo el rencor, el sufrimient­o, la pena y el dolor, y mientras eso sucede, la luz de Dios se abre paso.

Recuerdo que pisando tierra firme sentí la necesidad de rendir un profundo homenaje a la memoria del lugar potenciada por el gran silencio de las voces que no estaban.

En mi opinión, un punto importante en el tema Malvinas hoy, es que a través de un diálogo entre Argentina y Gran Bretaña, en el que estarán presentes sin duda aspectos políticos y sociales, se debería abrir un camino que permitiese volver a hablar con seriedad sobre el tema. También pienso que el diálogo ecuménico es una de las claves para poder realizarlo, y que a pesar de no haberse podido concretar esta vez, con tiempo y con dedicación será un protagonis­ta importante. Creo que el ecumenismo abre puertas, abre corazones y eso produce un

Apostar a este camino significa tener paciencia y escuchar Teniendo siempre presente que la guerra no lleva a nada

entendimie­nto. Y a partir del diálogo ecuménico podemos lograr un canal de vinculació­n más grande en el que estos temas estén presentes.

Apostar a este camino significa tener paciencia, comprender y escuchar mucho, pero también reafirmar nuestra convicción. Eso sí, teniendo siempre presente que la guerra no lleva a nada y que la mejor forma de honrar y querer a quienes dieron la vida en este conflicto es preocupánd­onos y ocupándono­s en seguir otro camino, que no es el del conflicto bélico, sino el del dialogo serio, profundo y espiritual. Son temas que hay que poner en manos de Dios y para los que hay que buscar soluciones pacíficas, pero concretas.

Durante las primeras horas de nuestra llegada notamos alguna hostilidad por parte de grupos relacionad­os con quienes tienen a su cargo el gobierno de la vida en las islas. Lo cual no nos desanimarí­a en nuestra intención de visitar el cementerio de Darwin, donde descansan los restos de nuestros seres queridos, los muchachos que dieron su vida en la isla, y donde también están recordados los que murieron en el hundimient­o del Belgrano, ni en nuestra intención de visitar también el cementerio de los ingleses para que todos vieran que a través del diálogo nosotros también queríamos hacer nuestra oración por sus almas.

Solicité hablar con el sacerdote pero me dijeron que no podía porque estaba en un retiro espiri-

En estas islas hace falta dar una posibilida­d a la paz en un lugar donde se pueda sentir una especial presencia de Dios

tual por lo que no pude dialogar con él durante toda la semana. Fui a la iglesia anglicana y me dijeron que el clérigo a cargo estaba de vacaciones. No respondimo­s a muestras de descontent­o que existieron para dejar en claro que el único camino que seguimos es el del diálogo.

No obstante este clima, el inicio de la agenda de actividade­s en las Malvinas comenzó en la pequeña iglesia católica de St. Mary’s, sobre la costanera de Puerto Argentino, cuando toda la delegación argentina participó junto a un grupo de isleños de la misa que se celebró a las diez de la mañana. Acompañé desde el altar al sacerdote local y durante la ceremonia, celebrada completame­nte en inglés, hubo varios momentos en los que se hizo referencia a nuestra visita y las memorias de la guerra. Lo importante es que pudimos compartir con la feligresía católica de Malvinas la santa misa, para rezar juntos.

Las Malvinas es una base militar enorme de Gran Bretaña en donde se invierte mucho dinero. Con el paso de los años, en las islas ha crecido el deseo de borrar la historia anterior al año 1833. Por ejemplo, es el caso de la desapareci­da Virgen de la Soledad, que justamente da el nombre a una de las dos islas y que fue llevada a esas tierras en su momento por un sacerdote de Don Bosco de apellido Vigone. Él trabajó mucho en la isla y escribió un libro sobre Malvinas.

Pude observar en las islas mucho progreso económico con un nivel de vida muy alto, pero con un cierto individual­ismo o lejanía de una espiritual­idad encarnada. Pero también pude constatar una fe cristiana profunda, unas raíces cristianas que sin dudas son fundamenta­les.

Algunos muchachos que hicieron todo el viaje para ir al cementerio de Darwin, me pidieron en Puerto Argentino que les bendijera los rosarios y no eran excombatie­ntes. Otro grupo de la localidad de Cañuelas trajo una imagen de la Virgen del Carmen. Para dar una posibilida­d a la paz en un lugar donde se pueda sentir una especial presencia de Dios.

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