Argentinos en fuga de Miami por el huracán
Muchos evacuaron sus casas y se fueron a ciudades como Orlando. Otros, en cambio, decidieron quedarse. Las rutas están colapsadas y los supermercados, totalmente vacíos.
A horas de la llegada del huracán Irma a las costas de Estados Unidos, en Miami todo es alerta e incertidumbre. En los últimos días, miles de personas cerraron sus casas, cargaron sus autos y encararon las autopistas hacia zonas más seguras, ante la amenaza de que el huracán –que si bien ayer bajó a categoría 4 sigue siendo peligroso– deje un panorama desolador. Entre ellos, miles de argentinos que residen en esa ciudad cuentan a PERFIL cómo viven esta experiencia.
A Pilar Valanzasca (37) la llegada de Irma le cambió todos los planes: embarazada de nueve meses, con fecha de parto para la próxima semana en un hospital que tuvo que ser evacuado, le tocó internarse en un hospital de South Beach preparado como “refugio” para embarazadas, a esperar el paso del huracán. Su mamá, que había viajado para estar con ella, tuvo que irse a otra ciudad, ya que al hospital sólo puede ir con su marido. “Me dijeron que tenía que llevarme un
Me tengo que internar en un hospital de South Beach con otras embarazadas, a esperar que pase el huracán. PILAR VALANZASCA
colchón inflable, sábanas, agua y comida para 72 horas; y medicamentos por si arranco con trabajo de parto”, cuenta y trata de tomarse lo que pasa con humor. “Por momentos estoy tranquila, pero si me la cuentan no me la creo: armando los bolsos para irme a un hospital con otras embarazadas a pasar el huracán. Espero que pase lo más rápido posible”, dice.
Martina Garbers vive en Miami Beach hace tres años. Y si bien no es la primera vez que hay un huracán desde que llegó, sí es la primera vez que tuvo que irse por el nivel de incertidumbre y alerta. “Los últimos años los huracanes nunca lle-
Nos fuimos a Orlando porque con un bebé tan chiquito no nos quisimos arriesgar a tener que ir a un refugio y estar sin luz. MARTINA GARBERS
El barco es el tema más difícil, porque con el huracán Andrew salieron todos volando. ERNESTO CONRAD
Nos vamos a quedar en casa. Irnos me parece más peligroso, por si te agarra un embotellamiento en medio de la ruta y no te podés mover. GABRIEL LEGASPI
garon. Esta vez sabíamos que nos íbamos a tener que ir, así que el martes cargamos nafta, compramos comida y nos vinimos a Orlando. Las rutas estaban muy pesadas, tardamos siete horas en hacer un viaje de tres”, cuenta Garbers, mamá de un bebé de seis meses. “Con un bebé tan chiquito no nos quisimos arriesgar a irnos a último momento con las rutas cargadas, o tener que ir a un refugio donde sabemos que se va a cortar la luz”.
“El tema va a ser la vuelta, porque no sabemos con qué nos vamos a encontrar. Yo vivo acá hace veinte años y es la primera vez que tengo que cerrar toda mi casa”, aporta Daniela Lagamma (44), que vive en la zona de Hollywood, y se fue a Tennessee con su marido, su hija y su perro.
La descripción que todos hacen de los últimos días en la ciudad es la misma: supermercados llenos de gente comprando agua, pan y comida en lata; estaciones de servicio con largas filas de autos cargando nafta –ayer incluso muchas ya no tenían–, y ventanas de casas y edificios tapadas con los “shutters”, unas chapas de metal corrugadas que van del lado de afuera y frenan los embates del viento.
“En HomeDepot no quedó ni un tornillo, todo el mundo estaba comprando desesperado”, grafica Gabriel Legaspi, otro argentino en Miami. En su caso decidió quedarse en su casa, aunque sabiendo que si la situación se pone peligrosa tiene un refugio cerca para irse con su mujer y sus hijos. “Nos vamos a quedar. Irnos a Orlando, por ejemplo, como todo el mundo, me parece más peligroso, por si te agarra un embotellamiento en medio de la ruta y no te podés mover. Los refugios son escuelas que están medianamente preparadas para este tipo de eventos. Estamos preocupados, sí, pero no entramos en pánico”, dice.
“Vivo a diez minutos del mar, así que me voy a otra casa en una zona más segura. En la nuestra pusimos 14 planchas de madera prensada en las puertas y ventanas”, aporta Antonio Lamendola, que vive en Estados Unidos desde 1976 y tiene una fábrica de parrillas
Como ellos, otros argentinos también decidieron quedarse, por considerar que si bien el paso del huracán puede ser destructivo, la ciudad y los edificios donde viven están preparados para soportarlos.
“Nosotros vivimos en Coconut Grove, una zona muy arbolada, a una cuadra del mar. Cubrimos toda la casa y nos vamos a un edificio para estar más seguros, porque si el huracán es muy fuerte se puede volar el techo, y si se caen todos los árboles no podés salir, dice Alejandra Niveyro, que está en Miami desde 2001 y tiene un estudio de arquitectura y diseño. “Hoy (por ayer) fuimos a la marina a atar el velero y la marea había subido un montón. El barco es el único tema bien difícil, con Andrew todos los barcos salieron volando”, agrega Ernest Conrad, su pareja.
Nora Sánchez y su marido son periodistas y viven en Sunny Isles hace cuatro años con sus tres hijos. Como a su marido le toca trabajar el fin de semana cubriendo el paso del huracán para el canal de televisión donde trabaja, decidieron que lo mejor era pasar el fenómeno todos juntos, en su casa.
“Si bien mis hijos estaban preocupados porque veían que todos nuestros vecinos se iban, quedarnos es una decisión responsable, porque el edificio tiene ventanas antihuracanes y estamos en un piso alto, así que las inundaciones no nos afectarían”, dice Sánchez. Ante cualquier eventualidad, en el edificio les dieron un instructivo para que se resguarden en las escaleras y los pasillos.