Bienestar y economía digital
Que internet ha cambiado la vida de las personas, no es ninguna novedad. Las redes sociales, plataformas de streaming como Netflix y hasta aplicaciones para citas transforman la afirmación en una obviedad. Pero hay cambios subyacentes a esta revolución digital que no se ven a primera vista. ¿Podíamos pensar cinco años atrás en un banco sin ninguna sucursal? ¿O en fabricar prótesis con impresoras 3D? En una economía como la Argentina, en la cual ahorrar es sinónimo de acumular debajo del colchón, ¿era imaginable poner los ahorros en una moneda virtual? En 2010, con 5 mil bitcoins alcanzaba para pagar una pizza. Quien hubiera atesorado esa cantidad, siete años más tarde tendría en sus manos 21 millones de dólares. Son apenas algunos ejemplos de un futuro que ya es realidad: la nueva economía es digital. Los gobiernos de la región están acele- rando su entendimiento sobre estos fenómenos que marcan el ritmo en el que las sociedades del mundo se mueven, se interconectan, se entretienen y realizan transacciones. Nadie, a ciencia cierta, conoce los alcances de los sucesos vinculados a la innovación y las economías digitales. Se trata de cambios rápidos y difíciles de discernir: la nueva economía digital está basada sobre terrenos previamente inexplorados. Se trata de un fenómeno similar al experimentado durante la Revolución Industrial. Así como este proceso, la Cuarta Revolución Industrial de las economías digitales está cambiando las reglas del juego. Sus componentes principales son la importancia cada vez mayor del capital humano, la baja de las barreras de entrada para iniciar un negocio, la expansión del comercio a través de internet y un aumento vertiginoso de la productividad a través de la robotización. El escenario es estimulante pero también desafiante: como toda revolución genera oportunidades y retos. Los gobiernos y la sociedad deberán aprender a transitar este camino de transformaciones de la manera menos “traumática” posible. En algo coinciden la mayoría de los analistas: sin innovación, no hay nada. Hoy las compañías más valiosas del mundo no producen ningún objeto físico: Google, Microsoft, Amazon, Facebook, Tencent y Visa, por nombrar algunos ejemplos. Los players más tradicionales, nacidos fuera del calor de los tiempos digitales, se adaptan. Pocas compañías no poseen sitio web y shop online: así reconvirtieron sus canales de venta y personificaron a las marcas a través de una relación mucho más directa e íntima con sus clientes. Los gobiernos deben acompañar este proceso y entender que, también en la gestión del Estado, sin innovación, no hay nada.
* Gerente general de Ingram Micro.