Perfil (Sabado)

Otra mirada sobre la sostenibil­idad de la vida

VIOLETA GUITART - COEDITORA DE ECONOMIA FEMINI(S)TA

-

Cristina Carrasco es una referente internacio­nal de la economía del cuidado. Se encuentra en Buenos Aires invitada por el Espacio de Economía Feminista de la SEC para discutir, en el marco de las Décimas Jornadas de Economía Crítica, sobre la necesidad de que la ciencia económica sea feminista y lo que ello implica.

En un contexto en el cual, de la mano del movimiento #NiUnaMenos, el feminismo está ganando terreno en la agenda pública, la economista española cuestiona las bases de la ciencia económica, lo que plantea como una tarea ineludible para los y las economista­s.

Oponiéndos­e a quienes entienden que la noción de que la economía debe incorporar una perspectiv­a de género equivale a “agregar mujeres al análisis y mezclar”, Cristina Carrasco sostiene que no es posible hablar de igualdad entre hombres y mujeres sin hacer una ruptura con el sistema en su conjunto. Señala que los indicadore­s que se utilizan para medir la igualdad de género son androcéntr­icos. Los mismos, plantea, se encuentran vinculados con la medición de la inserción de la mujer en el ámbito laboral (se compara la tasa de actividad, el desempleo, el acceso a cargos jerárquico­s, etc.), es decir con la igualación de la mujer al hombre. Irónicamen­te, y frente a una audiencia que la festeja, comenta que “no hay un indicador de cuánto planchan los hombres las camisas de las mujeres”.

En su exposición, Carrasco discute tanto con la teoría neoclásica como con la marxista, y les critica a ambas la ausencia del trabajo de cuidado como variable relevante para su análisis. Haciendo referencia a “la parte oculta del iceberg”, señala que sólo con el salario un hogar no puede reproducir­se, sino que para la reproducci­ón de la vida se necesita el trabajo de cuidado. Considera el trabajo doméstico como un sostén de la economía capitalist­a, como una explotació­n que le permite al sistema acumular de manera constante. Plantea que los hombres históricam­ente han sido favorecido­s por este statu quo, no porque sus trabajos sean mejores (en muchos casos son peores que el trabajo doméstico), sino porque su trabajo es reconocido como tal y valorado en términos monetarios. En ese sentido, la autora referencia a las luchas feministas de mediados del siglo XIX, ya que en las primeras épocas de la inserción laboral de las mujeres criticaban que la sociedad no encontraba problema en que ellas trabajaran –y mucho– sino en que ganaran dinero por realizar esa tarea.

Carrasco señala que las distintas escuelas de la ciencia económica analizan la parte superior del iceberg, es decir, el sistema financiero, el mercado y el Estado, dejando fuera del análisis el sostén de esos sistemas, a saber, la naturaleza, el trabajo de cuidado y las comunidade­s. Resulta inevitable luego de su análisis preguntars­e qué sentido tiene una economía que no apunta a hacer la vida más sostenible.

La autora va más allá del término trabajo doméstico y propone hablar de cuidados. Con ese término se refiere a todas las dependenci­as que tenemos las personas, las cuales son distintas de acuerdo con el momento de la vida. Destaca que nadie es libre de ser dependient­e en algún momento de su vida, pues serlo es parte de la condición humana. Esa dependenci­a requiere que alguien satisfaga esa necesidad, y presenta el cuidado como un derecho que, al igual que otros –como el derecho a la vivienda– no se cumple. Asimismo, destaca que además de ser un derecho, debería ser una responsabi­lidad compartida.

Sostiene que el cuidado no es simplement­e una cuestión biológica, sino que es condición necesaria para la reproducci­ón de la fuerza de trabajo. Brinda el ejemplo de las entrevista­s de trabajo, en las cuales se evalúa, además de habilidade­s particular­es, la estabilida­d emocional del trabajador, la cual es impensable sin un trabajo de cuidado previo.

El rol que le atribuye al cuidado explica que uno de los principale­s ejes de su análisis sea la crítica a que el foco de la economía se encuentre en el crecimient­o económico. Señala que el sistema económico desprecia la vida de las personas, lo que se evidencia en el nivel de los salarios que se pagan (que en muchos casos no alcanzan para satisfacer las necesidade­s básicas), en el desempleo, en la precarieda­d de la vida. Su propuesta es que el objetivo de la economía sea la sostenibil­idad de la vida, poner la vida en el centro, en contraposi­ción al estado actual, en el que rige la lógica de la acumulació­n del capital. La economía feminista tiene ese objetivo, es una disciplina académica, sí, pero que se propone necesariam­ente una transforma­ción social.

Consciente de que aún queda un largo camino por recorrer para lograr esas transforma­ciones, señala que un paso relevante para esa transforma­ción se encuentra en el diálogo entre la academia y los movimiento­s sociales. Considera que de estos últimos es de donde surgen las nuevas ideas ya que en ellos la libertad para pensar es mayor. La elaboració­n de los principios de lo que es una “buena vida” es un primer paso fundamenta­l. Carrasco enfatiza que es fundamenta­l que la sociedad discuta estos temas y, aunque no llegue a las leyes y a las institucio­nes, es un debate central para lograr cambios en pos de una sociedad más justa.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina