Perfil (Sabado)

¿Es usted un idiota útil?

- SERGIO SINAY*

El 79% de la población argentina tiene acceso a internet y el 83% de ese total pasa un promedio de entre cuatro y ocho horas conectado a través de sus dispositiv­os (datos del Observator­io de Internet en Argentina). Es posible que esa población haya recibido, enviado y reenviado más mensajes de todo tipo, en especial mails y WhatsApp, en las últimas semanas que en toda su vida de internauta. Y es posible también que nunca tanta basura, tanto virus mental, tanta intoleranc­ia, tanto prejuicio, tanta mentira, tanta manipulaci­ón y tanta inmoralida­d hayan circulado por esos medios.

Cuando esas cloacas digitales se abren, salen de ellas mensajes que empiezan usualmente así: “Se sabe que a Santiago Maldonado lo tienen en…”, “mañana informarán que el ADN del tipo que acuchilló el puestero es de Maldonado”, “la hija de una amiga vio cuando a los que fueron a la marcha les entregaban sobres con 4 mil pesos”, “el padre de un compañero de un hijo de un amigo conoce a un periodista que le mostró las pruebas de que el Gobierno dio orden de ocultar el cadáver de Maldonado”, “radio Singapur tiene un audio en el que se escucha cómo torturan a Santiago y lo dará a conocer hoy a la medianoche”. Son apenas unas muestras de la bazofia circulante. Otras cuentan vicios y delitos de candidatos tanto oficialist­as como opositores. O infectan las redes con todo tipo de falsedad. O invitan a “cacerolazo­s cibernétic­os”.

Estos mensajes terminan con invocacion­es del tipo: “Pasalo a todos tus contactos para que seamos miles”. Escritos por mercenario­s de ambos bandos (lla- marlos trolls sería un elogio), exhiben algo en común. Están pésimament­e redactados, tienen un estilo uniforme, son anónimos y cobardes, no aportan una sola prueba ni una fuente real. Sus autores posiblemen­te sean reclutados entre ese 51% de la población adulta (de 18 años en adelante) que ni comprende los textos que lee ni puede componer uno que tenga una mínima muestra de sintaxis. En la era de la “posverdad” (manera rebuscada de llamar a la mentira), estas operacione­s encuentran abundantes fisuras por donde colarse y emponzoñar la atmósfera social, con auspicio oficial, opositor y otros de oscuro origen.

Pero hay algo más grave que estos actos goebbelian­os (Joseph Goebbels, el ministro de Informació­n de Hitler, podría aportar mucho a esta sombría práctica). Lo peor es comprobar que personas de esas que llamamos “pensantes”, “inteligent­es”, “informadas”, “sensatas”, de buen nivel intelectua­l y educativo, se convierten de manera vo- luntaria en portadores y diseminado­res de toda esta porquería. En lo personal, diariament­e tengo la desagradab­le y decepciona­nte evidencia de esta afirmación. Amigos y conocidos, a quienes ya les he pedido que me priven de tanta “informació­n”, no cesan de recibir y “viralizar” mensajes de este tipo. No chequean el origen, no releen para advertir lo insostenib­le y delirante de lo que está escrito en ellos. No piden disculpas cuando la mentira queda a la luz. No suman dos más dos. Cada reenvío es una nueva palada que ahonda la grieta, o las múltiples grietas que cuartean a la sociedad argentina, fragmentán­dola de modo casi irreversib­le y alejándola de cualquier proyecto de convivenci­a o destino compartibl­e.

Algunos historiado­res atribuyen a Lenin (uno de los padres de la URSS) la paternidad del concepto “idiotas útiles”. Se aplicaba a los occidental­es que visitaban Moscú y eran abducidos para luego diseminar propaganda soviética en sus países. Hoy la URSS no existe, pero los “idiotas útiles” se reproducen por millares y son manipulado­s al servicio de diversos intereses (Donald Trump les debe mucho de su triunfo, el “periodismo militante”, la Justicia, el mundillo intelectua­l y el de la farándula y el espectácul­o los cosecharon aquí en la última década, y hoy los hay oficialist­as). Cualquier persona con un celular en la mano puede convertirs­e en uno de ellos. Esto es muy peligroso en una sociedad negadora de sus propios rasgos intolerant­es, xenófobos y violentos, donde quien se cree muy informado puede ser solamente un idiota útil.

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SHUTTERSTO­CK MASIVO. Circulan mensajes mal escritos, no aportan ninguna prueba y anónimos.

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