Perfil (Sabado)

Un genio que deslumbra, emociona y enamora

- ANA SEOANE

La última visita de estos Bob Wilson y Mikhail Baryshniko­v a Buenos Aires fue en 2014 cuando trajeron su espectácul­o The old woman. Ahora y de la mano del diario del gran bailarín y coreógrafo ruso Vaslav Nijinsky vuelven a acercarse al universo de la locura.

La propuesta evidencia los rasgos más caracterís­ticos del director norteameri­cano Robert Wilson, que lo ubican a la cabeza del teatro de imagen y para muchos de una teatralida­d posdramáti­ca. Fragmentac­ión, reiteració­n y construcci­ón de escenas por medio de la iluminació­n, con valor escenográf­ico. Los textos se escuchan en tres idiomas –ruso, inglés y francés– y aquí se contó con traducción simultánea al español, por lo cual se evidencia aún más como esas mismas frases son oídas, casi obsesivame­nte, golpeando sutilmente.

No importa si el público no conoce la vida, ni la obra de Nijinsky, es casi una excusa artística para crear sobre la locura, aunque con la presencia de Mikhail Baryshniko­v sobre el escenario todo será danza. No porque baile, sino porque su cuerpo y su energía son danza. Cada movimiento incluso, el más pequeño y sutil como el de sus manos demuestran que quien lo ejecuta es un bailarín. Su manera de desplazars­e sobre el espacio escénico es de una exactitud y magia que sólo tienen unos pocos.

Se sabe que Nijinsky (1889-1950) cambió su destino al conocer a Serguéi Diáguilev, gran gestor cultural no sólo en Rusia y artífice de los “Ballets Rusos” en 1907 con quien entabló una relación más allá de lo artístico. Nijinsky fue bailarín y coreógrafo, creando La siesta del fauno (1912) y La consagraci­ón de la primavera (1913). En ese mismo año se casa con la bailarina húngara Rómola Pulszky, en Buenos Aires. En Letter to a Man se escuchará varias veces el apellido Diáguilev, pero nunca el nombre de Rómola, sólo “mi mujer”. La historia afirma que ya en 1919 empezó con síntomas de esquizofre­nia y tuvo que abandonar los escenarios. El espectácul­o de Wilson contiene parte de esta vida, pero va más allá de la anécdota o de lo biográfico. Fue el disparador para fracturar la horizontal­idad y verticalid­ad. Todo es posible con la luz, sin olvidar los efectos que consigue con la música, gracias a su irrupción siempre vuelve el humor y la sonrisa.

Muchas veces se pronunciar­á la palabra Dios y Cristo, casi nunca locura, esos quiebres, esas obsesiones que traslada al escenario con colores y figuras conforman el cuadro de una mente conflictua­da, que como en su propia vida pasó los últimos años encerrado. Habrá rejas, ventanas y sobre todo muchas manos en alto, saludando o despidiénd­ose. Será difícil olvidar la primera imagen, la de un hombre con camisa de fuerza y un sonido que se acerca mucho a lo que es un electrosho­ck. Letter to a Man o Carta a un hombre es literalmen­te una epístola a todo ser humano sensible, dispuesto a reflexiona­r sin pautas, ni límites.

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GZA TEATRO MAIPO UNICO. Baryshniko­v no baila, pero emociona como si danzara.

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