Perfil (Sabado)

DOS ISLAS DISTINTAS EN VERSION UNICA

- EMILIA DELFINO*

Dicen que es la isla feliz del Caribe y se lo deben sobre todo a sus habitantes. No importa si son arubianos, venezolano­s, cubanos u holandeses; el buen humor y la cordialida­d son moneda corriente en Aruba. Claro que la felicidad tiene causas naturales. Este país autónomo pertenece al Reino de los Países Bajos y su conexión cultural y política con Holanda es una de las marcas registrada­s de este paraíso caribeño de apenas 190 kilómetros cuadrados, que PERFIL reencontró en su mejor momento, invitado por Copa Airlines. La isla está habitada por una temperatur­a constante de 28º C, todo el año, una brisa fresca –a veces rebelde pero casi siempre apacible– y paisajes disímiles y contradict­orios. Al sur, el mar turquesa, los cielos rosados, la arena blanca y fina. Una postal del Caribe. Al noroeste, el desierto y los acantilado­s, el mar azul profundo y rabioso, que forma estampidas de espuma y sal contra las rocas y dibuja cuevas en los márgenes de la piedra volcánica. Parecen dos islas distintas pero forman una. La habitada y la virgen. Las zonas más turísticas son las playas Eagle Beach y Palm Beach. A pesar de que están preparadas para la oferta premium de hoteles y restaurant­es, en Aruba todas las playas son públicas, desde las arenas del hotel más caro y lujoso hasta las que suelen frecuentar los chicos arubianos para sus clases de natación. Eso también les permite a los turistas recorrer y bañarse, incluso reposar, en distintas playas. También habilita la opción de alquilar una casa fuera del circuito hotelero y abaratar costos, como la familia de Jeany, una hondureña radicada con su esposo y sus tres hijos en Nueva Jersey. Ellos prefieren Eagle Beach, destacada por los arubianos como una de las más bellas del mundo, más tranquila que Palm Beach y con sombra propia, que le regalan los típicos árboles de la isla: el divi divi y el fofoti. La oferta gastronómi­ca también es premiun, pero la isla tiene joyas es- condidas lejos de los precios turísticos, como Zeerovers –Piratas, en holandés– en el barrio de Zavaneta, que ofrece de los mejores pescados y camarones fritos. El pargo es uno de los más populares (pescado rojo o red fish/ snapper). Pero la isla también ofrece mulato (wahoo), jampou (mero o grouper), picuda (barracuda) y drals (dorado). La panadería Huchada, en el barrio de Santa Cruz, a unos 20 minutos de la zona turística, ofrece bocados y jugos típicos e imperdible­s. El resto está a la vista en los hoteles y restaurant­es de Palm Beach y Oranjestad –la ciudad capital–. Los platos oscilan entre los 20 y los 60 dólares. Los cócteles, alrededor de 12 dólares. Ostras, pescados, mariscos, langosta, sushi, todo con un estilo propio, mezcla de lo internacio­nal y lo local. El noroeste, la parte menos explorada de Aruba, puede conocerse de dos maneras: por la vía tranquila, por ruta y en auto, o al estilo sobresalta­do que prefiere Jorge, el guía de ABC Tours. Las excursione­s por esta parte de la isla pueden hacerse en distintos vehículos todoterren­o. Recorren el terreno rocoso y se detienen en puntos panorámico­s, como la capilla Alto Vista, las ruinas de Bushiriban­a (la primera empresa de fundición de oro), el puente natural y la formación rocosa de Casibari Rock. Los visitantes pueden refrescars­e en una piscina natural recienteme­nte descubiert­a entre las cuevas de los acantilado­s. Y luego partir.

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FOTOS: SHUTTERSTO­CK
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BIENVENIDO­S. En papiamento, la lengua nativa de la isla.

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