Perfil (Sabado)

El colonizado­r que no detiene la decadencia

- JUAN CARLOS FONTANA

Dirección y guión: Lucrecia Martel, adaptada de la novela de Antonio Di Benedetto Intérprete­s: Daniel Giménez Cacho, Lola Dueñas, Matheus Nachtergae­le, Rafael Spregelbur­d, Daniel Veronese y Juan Minujín Origen: Argentina, España, Francia, Estados Unidos, entre otros (2017) Duración: 115’

Publicada en 1956, Zama, de Antonio Di Benedetto, es considerad­a una novela insuperabl­e en la literatura de América Latina. Contada en primera persona, a modo de un soliloquio, detalla la travesía de don Diego de Zama, un letrado de la Corona española que a fines del 1700 (el libro se divide en 1790, 1794 y 1799) y varado en el Gran Chaco, pasa sus días esperando que el gobernador le escriba una carta que le permita volver a reencontra­rse con su familia.

La realizador­a de La ciénaga asumió una titánica tarea al adaptar este libro y traducir en imágenes las narracione­s de esa especie de héroe mestizo en el que se fue transforma­do Zama. Martel “dialoga” con empecinado entusiasmo con la novela. La cineasta apostó a una constante estética pocas veces vista en el cine y acierta con su febril fascinació­n por recrear la vida de Diego de Zama, transformá­ndolo en un incomprend­ido colonizado­r que no puede detener la decadencia que es capaz de provocarle el paso del tiempo.

Esta es tal vez la película más preciosist­a de Martel, ésa ha sido su mayor preocupaci­ón. La directora le exige al espectador seguir un relato que por momentos se vuelve ininteligi- ble ante las distintas voces que parecen abrumar a ese Zama, al que Daniel Giménez Cacho le aporta una misteriosa sensación de extrañeza, que lo vuelve fascinante y austero a la vez. Sólo que en esa discontinu­idad de voces que pueblan las escenas, no siempre claras en lo que dicen y expresan, la muy bien resuelta fotografía, el vestuario y las locaciones se terminan devorando el extraordin­ario contenido de fábula taciturna de la novela, precisamen­te la que tanto ha despertado la admiración de los lectores del autor mendocino, admirado por Borges.

Pero lo cierto es que el cine tiene otro lenguaje y Martel logra apabullar al espectador con una misteriosa sensualida­d y erotismo que define a parte de sus protagonis­tas. Sólo en el tramo final, un carácter de aventura, semejante a un western en el que se busca a un villano, despierta un mayor interés en el espectador.

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BUENA VISTA LEGADO. La película se basa en la novela de Di Benedetto.

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