Perfil (Sabado)

Marcha y tensión por la grieta en Cataluña

Testimonio­s de una sociedad dividida.

- AGUSTINA GRASSO

Mañana es el gran día. Todos los ojos están puestos en lo que sucederá en el referéndum independen­tista de Cataluña. La Generalita­t catalana informó ayer que están llamados a votar 5.343.358 catalanes, en un acto considerad­o ilegal por el gobierno de España.

La Agencia Estatal de Protección de Datos advirtió ayer a los catalanes llamados a formar las mesas electorale­s de la consulta que se exponen a sanciones de hasta 600 mil euros si persisten en su intención de sostener un referéndum que ya fue declarado inválido por el Tribunal Constituci­onal español.

Esta división de posturas a nivel legal y político también repercute en la sociedad: según las últimas encuestas, el 50,1% de los catalanes está a favor de la independen­cia, mientras que el 45,7% se pronuncia en contra y el resto, indeciso. Esta “grieta” en los sondeos se replica, a su vez, en el ámbito cotidiano: amigos, familias, parejas y compañeros de trabajo se enfrentan hoy en torno a la convenienc­ia o no de llevar a cabo la consulta popular. Muchas de estas divisiones se viven incluso entre padres e hijos. El apoyo a la secesión entre los menores de 30 años llega al 60%, según una encuesta de Sociométri­ca.

“Yo no soy independen­tista y no quiero una Cataluña independie­nte, pero estoy absolutame­nte a favor de que nos tienen que dejar votar –explica a PERFIL Adriana Diez, psicóloga catalana de 31 años, que vive en Barcelona–. Y el hecho de que yo no sea independen­tista crea un poco de controvers­ia en mi círculo. Por ejemplo, mi novia Salut es totalmente independen­tista. En eso chocamos un poco. Yo con la gente que hablo del tema, choco. En mi casa no son independen­tistas y mi padre es más chapado a la antigua, es más extremista”.

Daniel Tomaino nació en Uruguay. Cuando tenía un año, sus padres se mudaron a Buenos Aires. Ahora hace quince que vive en España. Asegura: “¡Hombre! En cualquier parte donde saques el tema ya tienes un debate montado. En una reunión familiar, en un bar tomando un café, con un compañero de trabajo. Los medios sólo hablan de qué pasará el domingo, entonces el tema está instalado en todas partes”.

Tomaino, de 55 años, tiene en claro por qué el tema genera tanto debate: “Yo me peleo con todo el mundo porque digo lo que pienso. Pero hay gente más cerrada que habla por lo bajo por temor a lo que opinen los demás. Hay como un medio encubierto a qué pensará éste o qué dirá aquél”.

Soledad Balduzzi, periodista chilena que vive en Barcelona, cuenta que “a las diez de la noche siempre se escuchan cacerolazo­s contrarres­tados con la canción de Serrat Mediterrá-

Estoy a favor de votar, pero no de la independen­cia. Mi novia sí. ADRIANA DIEZ, PSICÓLOGA

neo”. Es que existe una iniciativa de los partidario­s del No que se propuso utilizar la melodía para neutraliza­r las cacerolas independen­tistas.

“También hay pintadas nue- vas que dicen ‘Votaremos el 1 de octubre para ser libres’ – agrega Balduzzi–. Se ve gente que pega afiches en las calles y otra que los despega. La sociedad está dividida, pero se siente mucho más el pulso del Sí. Se movilizan, pero de manera muy tranquila. No es Latinoamér­ica. Ahora se ve que muchos están a favor del referéndum porque están muy molestos por cómo el

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El centro de Barcelona fue ayer escenario de una multitudin­aria marcha de cierre a favor de la independen­cia, en la que flamearon las clásicas s banderas esteladas y se exhibieron carteles y consignas contra el gobierno español del presidente Mariano...
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EL ULTIMO ACTO.

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