Participación ‘bajo protesta’ o abstención, el dilema electoral antichavista
La oposición a Maduro debe optar entre validar un proceso irregular o automarginarse de la lucha por el poder. ¿Un como solución?
Una vez más, el chavismo logró pararse en el centro del ring. El poder electoral venezolano, afín al gobierno de Nicolás Maduro, anunció esta semana que los comicios presidenciales se celebrarán el próximo 22 de abril, lo que abre un gran dilema para la oposición. Participar en las elecciones implicaría validar un proceso en el que habrá candidatos y partidos proscritos, uso de recursos públicos para la campaña oficialista, instituciones electorales amañadas y pocas garantías de transparencia en la votación. Pero abstenerse significaría automarginarse del único resquicio que queda para llegar al poder y servirle la reelección en bandeja a Maduro.
La proximidad de la fecha beneficia al gobierno, que así sufrirá menos el desgaste por la crisis económica y capitalizará el desconcierto y la división en las filas del antichavismo. Entre las principales figuras de la oposición, Henrique Capriles Radonski (Primero Justicia) está inhabilitado, y Leopoldo López ( Voluntad Popular), preso. Sus partidos tampoco podrán utilizar sus sellos en los comicios, ya que fueron vetados por el Consejo Nacional Electoral, al igual que la boleta de la coalición opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD).
El plazo para inscribir candidaturas vence dentro de dos semanas. Aunque la oposición todavía no resolvió si participar o no, todo apunta a que finalmente decidirá jugar. “Aún no tenemos una decisión tomada, hay argumentos para ambas alternativas –dijo a PERFIL el diputado José Manuel Olivares (PJ)–. Si nos abstenemos, no será para quedarnos en casa sino para hacer una campaña de deslegitimación del proceso y el gobierno. Y si participamos, será a sabiendas de que esta es una elección ilegal, pero eso nos permitiría mantenernos en el juego político y provocar un impacto dentro del régimen. Lo único que está descartado es ir a las urnas como unos mansos corderitos”.
Las elecciones fueron convocadas por voluntad unilateral del gobierno, luego de que otra vez fracasaran las negociaciones entre ambas partes en República Dominicana. La oposición sostiene que el chavismo no ofreció suficientes garantías. En un proceso que parece organizado a medida del oficialismo, la estrategia de la participación “bajo protesta” conlleva un alto riesgo de derrota. Aun así, ir a las urnas podría servir para visibilizar el desapego del gobierno a las reglas democráticas. El chavismo pagaría un alto costo si eso quebrara la paciencia de un amplio sector de la población que hoy mira con apatía a toda la clase política.
Para alcanzar ese momen- tum de presión sobre el gobierno, la oposición necesita llegar a las urnas movilizada y con un candidato de unidad que entusiasme al electorado. Si, por el contrario, llegara con una mayoría frágil y sin capacidad de generar confianza, el resultado podría ser catastrófico para el antichavismo, cuya participación solo habría servido para legitimar un triunfo de Maduro, tal como ocurrió con Daniel Ortega en las elecciones de Nicaragua en 2016.
“El verdadero dilema no es votar o abstenerse –opinó el analista político venezolano Luis Vicente León, director de Datanálisis, en Prodavinci–. La pregunta central es si la oposición es capaz de reconstruir la unidad y movilizar a las fuerzas opositoras, pues la decisión correcta siempre será la que lleve a actuar con coherencia y unidad de propósito. Divididos, la derrota está cantada, se vote o no”. Eso fue precisamente lo que ocurrió en las elecciones regionales del año pasado.
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Esfuerzo. La unidad se presenta hoy como una difícil tarea. Con los sellos de la MUD, PJ y VP inhabilitados, una opción sería encolumnarse tras un candidato de algún partido