Perfil (Sabado)

Los cuatro magníficos

En el círculo más cerrado del poder presidenci­al sacan número para la sucesión. Prueba piloto de opositores.

- ROBERTO GARCÍA

LA GRAN ESPERANZA amenazas ciertas que suelen planear cuando se abandona la función pública en los países subdesarro­llados. Nadie piense, igual, que Macri se ha convertido en un workaholic. Para él, líder del cuarteto ascendente, la página de 2019 ya está escrita. Más difusa, en cambio, es la herencia de 2023, en especial para el jefe de Gabinete y la gobernador­a. No los acompaña la historia: nunca desde esos cargos se pudo llegar a la presidenci­a. Diferente es lo del alcalde, con el antecedent­e de De la Rúa, aunque Macri lo desafectó en público de su legado, privilegió a los otros dos.

Sin duda, molestias personales por iniciativa­s autónomas, como la Ciudad. Para colmo, Rodríguez Larreta puede inscribir a su favor las fuerzas aliadas de Carrió, pero tropieza abiertamen­te con el turbión contrario del radicalism­o. Una diferencia entre socios que no lastima al ingeniero, quien ha seducido a Lilita, y al frente radical lo conserva gracias a Enrique Nosiglia, con quien se reunió hace pocos días. Por lo tanto, puede sumar desde al díscolo Martín Lousteau o facilitar refugio en el distrito porteño a sedientos partidario­s, hoy con la nariz contra el vidrio.

Otra curiosidad ameniza a las figuras del cuadriláte­ro oficial: ninguno tiene un segundo garantizad­o, hay vacíos explícitos. A Vidal poco le ha significad­o la compañía del radical Salvador, estimado y querido pero sin peso específico ni divulgació­n en dos años de gobierno. Rodríguez Larreta, a su vez, discurre sobre la continuida­d de Santilli, pero tampoco se jacta de un candidato mejor. Mientras, opinan unos, Macri llevará de nuevo a Michetti como vice, aunque otros suponen que pactará ese puesto con núcleos en lista de espera: sea el radicalism­o mendocino de Cornejo o el peronismo cordobés de Schiaretti. Determinac­ión final que habrá de correspond­erle a Duran Barba, quien recomendar­á perfil y nombre de los elegidos. Hasta puede proponer, por ese rol bautismal que lo caracteriz­a, a un elemento ad hoc para integrarse en cualquier fórmula: la sugerencia podría correspond­er a una mujer –por otra parte, la única figura del PRO con nítido atractivo electoral, según los sondeos–, la actual ministra Carolina Stanley, una pródiga de las ayudas sociales y trato apacible con las organizaci­ones de ese tipo, casada con un originario del peronismo (el jefe de Gabinete bonaerense, Federico Salvai), dama con apariencia vulnerable y el estilo Heidi que le ha generado dividendos inesperado­s al PRO. Por otra parte, se le reconoce a Stanley una inclaudica­ble devoción por el Presidente: dice ser un soldado de Macri y, como ejemplo, ha cumplido en exceso el pedido de ahorro que este les reclamó a sus ministros. Otra vereda. Tanta afirmación sobre el futuro político del Gobierno contradice al archipiéla­go opositor, la entendida versión de que “enfrente no hay nadie”. O, enterrado en el sólido argumento de que “a ella no le alcanza”. Parece que antes del Mundial quizás aparezcan candidatos, ahora células dormidas. Por ejemplo, José Manuel de la Sota, cordobés que busca un referente como Massa en Buenos Aires. Con o sin agua en la pileta, también se arroja Miguel Pichetto, quien empieza a recorrer el país con un cencerro para aglutinar peronistas. Ninguno de los dos debe cosechar en la última minicumbre de San Luis, desde donde se postula Alberto Rodríguez Saá con bendición de la viuda de Kirchner y Boudou, operado por Mariotto. A esa cita no concurrió el hermano Adolfo, se pronunció en contra de la reunión. Además, tampoco lo habían invitado.

El factor CFK excitó en la provincia una grieta impensable: el Alberto se distanció de su hermano Adolfo o, viceversa, luego de setenta años en comunidad de intereses y poder. Ya han dividido bienes, posesiones y hasta interpreta­n canciones distintas. El condimento femenino también lo aporta Giselle, esposa de Adolfo –de activo proselitis­mo para cambiar los resultados adversos que el apellido Rodríguez Saá había obtenido en primera vuelta–, quien realiza actos en los que objeta duramente a su cuñado. Mientras, el hijo de este, otro aspirante familiar, para continuar con el nepotismo crítico, bombardea a su tío. Infierno grande: ni Macri imaginaba a su favor tanta violencia doméstica.

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