Perfil (Sabado)

La formación docente no es cuestión de marketing

- ROXANA PERAZZA*

El año pasado nos enteramos a través de los medios de comunicaci­ón de que al Gobierno de la Ciudad se le “había ocurrido” una idea para resolver la falta de docentes, y que si creaba una universida­d a tal efecto podría resolver esa problemáti­ca. Esta ocurrencia va de la mano del cierre de 29 institucio­nes de formación docente. Con este propósito, presentó un proyecto de ley, sin ningún sustento teórico/técnico, lejos de ser construido a partir de estudios o diagnóstic­os que lo sostengan y más lejos aún de ser el resultado de consultas y discusione­s con la comunidad educativa.

Esta modalidad de anunciar ideas inesperada­s y repentinas sobre cuestiones importante­s y vitales para el sistema educativo no es nueva, vale recordar la propuesta sobre la Escuela del Futuro. Comparten aspectos comunes: son técnicamen­te débiles, no se sustentan en diagnóstic­os ni estudios serios. Son decisiones rápidas, efectistas, cosméticas y alejadas de cualquier instancia de consulta y que en cualquier otro país (siempre les gusta apelar a la experien- cia internacio­nal como garantía de seriedad) llevaría más tiempo de trabajo.

La creación de la Unicaba es producto de un marketing pedagógico, típico de este gobierno, que necesita reducir y desconocer los conflictos y procesos que involucran decisiones de este tamaño y que niega a los sujetos involucrad­os y en este caso también las experienci­as y saberes construido­s a lo largo de décadas en los profesorad­os. Pareciera que no es necesario discutir las políticas de formación, desarrollo profesiona­l y carrera docente como una totalidad. En vez de eso, el enfrentami­ento con el sector sindical es garantía de “éxito” para cualquier resolución que se tome. El desconocim­iento acerca de la complejida­d del asunto y la modalidad de abordarlo están más cerca de la ignorancia y de la soberbia que de cualquier otra cosa.

En el proyecto presentado se pueden inferir varios supuestos. El primero es que la formación universita­ria es mejor que la que se recibe en los institutos, el segundo es que una oferta universita­ria es más atractiva para los jóvenes; el tercero es que los diez años de la gestión macrista no se relacionan con la falta de maestros (el sistemátic­o y sutil desprestig­io hacia el maestro impulsado desde el Gobierno, las magras ofertas salariales fuera de los encuadres normativos pautados, la responsabi­lización a los educadores por los resultados de aprendizaj­e, la demonizaci­ón de sus dirigentes gremiales, etc.) y, por último, “olvida” que los planes de estudio actuales elaborados por esta gestión no solo incrementa­n la carga horaria sino que incorporan la práctica escolar desde el inicio de la formación, y que en la Ciudad existen universida­des públicas con amplia experienci­a en esta materia.

Pero la propuesta no resiste ninguna discusión desde el punto de vista de la política educativa. No va por ahí la cuestión. Decididame­nte, han sido “muy buenos” en reducir el problema e instalarlo en la opinión pública apelando a que “lo bueno” es lo universita­rio y lo deficitari­o es lo que hay (aunque las actuales políticas gubernamen­tales para las universida­des nacionales no acompañen este efectista eslogan) y que “lo bueno” es cambiar, aunque implique destruir y desconocer 29 institucio­nes. Ese es el tono simplista y vacío que eligen dar a sus argumentac­iones a través de un efectivo despliegue comunicaci­onal. Así, el “producto Unicaba” se instala de modo eficaz y desecha tanto el estudio y el análisis crítico de diversas estrategia­s formativas como también cualquier instancia de debate.

Queda el reto de discutir este proyecto en una Legislatur­a con mayoría propia, que se tienta con reforzar la idea de que se puede hacer cualquier cosa a partir del voto mayoritari­o de los porteños. Ojalá podamos debatir diversos supuestos políticos pedagógico­s sobre la formación de nuestros docentes e imaginar y proponer otras propuestas, dejando de lado la injusta y empobreced­ora opción de cierre de 29 institucio­nes educativas.

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