Versiones teatrales de la grieta de un siglo atrás
Diversos espectáculos en cartel transcurren en espacios que remiten a la Argentina del pasado y permiten encontrar similitudes con el presente. Opinan Kartun, Cervera y otros.
Varias de las obras de teatro y danza de la cartelera porteña representan a la Argentina de la primera mitad del siglo XX. En algunos casos, es solo el marco donde se desarrollan las acciones; en otros, es parte esencial del conflicto que se desarrolla. Las obras, sus directores. Alejandro Cervera acaba de estrenar la versión coreográfica de El reñidero, obra de teatro de Sergio De Cecco, que traslada la Electra de Sófocles a una Argentina entre lo rural y lo urbano. “El vestuario, a cargo de Julio Suárez –explica Cervera–, remite a 1930, pero se va desdibujando. Aunque no hay una reconstrucción histórica, sí hay elementos de la argentinidad: la música, el bandoneón, la gestualidad, las palabras. De Cecco trae la tragedia griega a una Argentina de cuchilleros y punteros, de estirpe borgeana”.
Mauricio Kartun cuenta que, en Terrenal, la reescritura del mito de Abel y Caín, junto a una suerte de dios que se llama Tatita, están “algunos espacios míticos de mi infancia en los 50 que resonaban, como los loteos fracasados. Siempre me conmovieron esas urbanizaciones fallidas, esos remates de lotes que vendían una idea desaforada e ingenua de porvenir, de prosperidad, de asfalto, y quedaron finalmente abandonados”.
Fernando Abinarrate es el autor del guión y de la música de El puente azul, que cuenta las historias de amor de tres generaciones, la primera de las cuales sintetiza a la Argentina de las oleadas inmigratorias del siglo pasado: “El personaje de Antonio llega desde Italia a fines del siglo XIX, comienzos del XX, a una Buenos Aires, con sus conventillos, que se está haciendo una gran urbe. Allí no hay trabajo para todos, aunque los que bajan de los barcos así lo creían”.
Manuel Santos también tiene a la Capital Federal casi como un personaje más en Buenos Aires mítica, donde “cuatro mujeres pasean en auto por la ciudad buscando l a mejor locación para cometer un suicidio. Son un grupo de mujeres inmersas en una sociedad capitalista, machista y patriarcal. Buenos Aires es la monumental escenografía y el decorado poético para plantear la tensión entre una bella arquitectura y un bello urbanismo y una sociedad en crisis. Una ciudad que embellece sus plazas y empobrece al sujeto que debería acceder a ellas”.
Gilda Bona, directora de La sagradita –el drama entre una madre, una hija que se fuga por amor y el cruce con un artista ambulante–, puntualiza el tiempo en que transcurre su obra: “Sucede entre 1951 y 1952, en pleno peronismo, durante la agonía y la muerte de Eva Perón. Las tres historias que se cuentan transcurren en el noroeste argentino y están teñidas, atravesadas por el odio y el amor que provocaba