A SOLAS EN EL DESIERTO
El pequeño reino de Bahrein siempre ha dormido a la sombra de las metrópolis turísticas de Dubai y Abu Dhabi, sus vecinas sobre el golfo Pérsico. Pero ahora se está despertando y quiere dejar de ser solamente “el país de las perlas”. El agua da vida a la isla de Bahrein: el agua salada del golfo Pérsico y las aguas subterráneas situadas debajo del fondo marino. En el pasado, cuando pasaban mucho tiempo en el mar, los pescadores de perlas sacaban su agua potable del fondo a través de tubos de cuero. El mejor ejemplo del espíritu que recorre este país archipielágico es el llamado “árbol de la vida”, de diez metros de alto, que inexplicablemente crece en el desierto desde hace cuatro siglos. No se sabe de dónde saca el agua para vivir. A diario, turistas y nativos van a ver este árbol, vigilado por un guardia de seguridad. Bahrein espera que la hospitalidad de la gente y el rico legado cultural atraigan cada vez más turistas a su territorio. El histórico barrio de Manama Souk, con sus bazares, se está renovando. Desde noviembre pasado, un nuevo paseo comercial permite caminar a orillas de la bahía de Bahrein. En la antigua ciudad de Muharraq se está ampliando para los turistas el tradicional “camino de las perlas”. Además, las playas privadas de arena blanquísima, con hoteles muy baratos, una animada vida nocturna y una biodiversidad fascinante ya son grandes atractivos para los viajeros. Actualmente, en los lugares donde antes se sumergían en el agua los pescadores de perlas hay hoteles de lujo y gigantescos edificios de oficinas. De aquí al año 2020 ya está planeada la construcción de 15 nuevos hoteles de cuatro y cinco estrellas, así como complejos hoteleros en la playa. El país quiere atraer a más turistas de Occidente.