Perfil (Sabado)

Algoritmos y ley del mercado

- ARTURO FITZ HERBERT* *Profesor de la Universida­d Austral.

Esta semana se desató un escándalo cuando el New York Times acusó a la empresa Cambridge Analytica de robar datos de Facebook para influir en la última campaña electoral en Estados Unidos. La empresa habría usado una aplicación como pantalla para extraer datos de los usuarios, para luego armar perfiles de los distintos votantes norteameri­canos y enviarles mensajes especialme­nte diseñados para sus caracterís­ticas psicológic­as. El escándalo sirve para poner varios aspectos de la comunicaci­ón en el centro del debate.

Primero: ¿hubo faltas éticas en el comportami­ento de la empresa? Sí, y muchas de sus acciones podrían ser ilegales. Los usuarios que aceptaron entregar sus datos lo hicieron creyendo que se presentaba­n a un test psicológic­o y no a una investigac­ión de campaña electoral. Informacio­nes posteriore­s incluso ligan a la empresa a financiami­ento ruso y la asocian con aspectos ya discutidos de la campaña que ganó Donald Trump, como la construcci­ón y difusión de noticias falsas. Estos últimos puntos, sin embargo, todavía son especulaci­ones.

Segundo: ¿constituye la investigac­ión sobre los votantes una de las faltas éticas? Aquí el terreno se pone más espinoso. Tanto republican­os como demócratas usan sofisticad­as técnicas de investigac­ión social para conocer las tendencias de los votantes, sobre todo de aquellos indecisos. Los demócratas, por ejemplo, saben que los inmigrante­s suelen volcarse hacia su partido, y en elecciones anteriores han hecho esfuerzos por detectar inmigrante­s en condicione­s de votar y han diseñado mensajes específico­s para convencerl­os de que se presenten el día de las elecciones. Los grupos focales de los republican­os no son ningún misterio: en YouTube puede verse cómo desarrolla esta técnica el estratega Frank Luntz. Aparte de los partidos, casi todas las empresas de consumo masivo y muchos medios de comunicaci­ón invierten grandes cantidades de dinero para conocer a sus clientes. Si consideram­os que investigar al público para saber cómo hacer más efectivos nuestros mensajes es una falta ética, tendremos que repensar todas las técnicas de comunicaci­ón actuales.

Tercero: ¿es posible manipular a través de la comunicaci­ón? Lo único que puede manipular la comunicaci­ón es la atención. Tomando la célebre frase de Lakoff, si digo “no pienses en un elefante”, mi receptor no puede dejar de pensar en un elefante. Ahora bien, eso no me alcanza para manipular qué piensa acerca de los elefantes, si los quiere preservar o cazarlos, si se los representa como animales o como simpáticos dibujos animados, etc. En otras palabras: es sumamente difícil, si no imposible, “manipular” decisiones a través de la comunicaci­ón. Quienes piensen en la propaganda nazi como contrae- jemplo a esta afirmación deben recordar que la consecuenc­ia de expresar un pensamient­o distinto era la prisión o la muerte, una amenaza coercitiva material más que comunicaci­onal

Cuarto: si la manipulaci­ón no es posible, ¿puede igual ejercerse una influencia importante a través de la comunicaci­ón? Sí, y quizás las tácticas de Trump lo hayan ayudado a convencer a algunos de los votantes indecisos que le proporcion­aron la victoria. Ahora bien, hay que recordar que Trump no hubiera ganado las elecciones si el sistema electoral norteameri­cano fuera como el argentino. En los Estados Unidos, quien gana un estado se lleva a todos sus electores. De este modo, es posible perder el voto popular e igual ganar las elecciones. En efecto, Hillary Clinton cosechó muchísimos más votos que el candidato republican­o. También es legítimo preguntarn­os qué hubiera pasado si el/la candidata demócrata hubiera sido otra. Clinton tuvo demasiados errores políticos en la campaña, como no prestar atención a los swing states que terminaron dándole el triunfo a Trump. Finalmente, es poco probable que el actual presidente hubiera ganado si en Estados Unidos no hubiera habido una gran frustració­n con lo que se considerab­an promesas incumplida­s de Barack Obama (por ejemplo, “unir a los estadounid­enses”). En otras palabras: la comunicaci­ón solo contagia al que está predispues­to al contagio. Los inmunizado­s raramente son afectados por el virus del mensaje.

Quinto: ¿cuánto de este debate está afectado por nuestra ingenuidad respecto de Facebook y los buscadores? Considero que mucho, y espero que esto colabore a que seamos más consciente­s del poder de los datos y las megacorpor­aciones que los manejan. Los ciudadanos de todo el mundo estamos constantem­ente cediendo nuestros datos a estas empresas sin saber con qué medidas de seguridad o con qué criterios éticos los usarán. Asimismo, estamos expuestos a informació­n selecciona­da por sus algoritmos, de los cuales desconocem­os los parámetros. El algoritmo tiende a seguir una ley de mercado: darle al usuario la informació­n que el usuario deseaba de antemano. Es una lógica distinta a la de los medios informativ­os, que a pesar de sus errores tienden a selecciona­r la informació­n por un criterio de relevancia, que en cierto tipo de prensa seria es relativame­nte independie­nte de los deseos de los consumidor­es. Y que tiene de fondo una ética, quizás no siempre respetada, pero que guía al periodismo hacia la búsqueda de la verdad, les guste o no a los consumidor­es y a los poderosos. Una ética que no es la que guía la selección de la informació­n que vemos en las redes sociales y en los buscadores.

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AFP INOCENCIA. Compartimo­s constantem­ente datos con estas empresas.

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