Perfil (Sabado)

DIA DE LA MEMORIA: UNA HISTORIA CONMOVEDOR­A

El relato de la hermana de Hernán Rocca, el primer desapareci­do de La Plata Rugby.

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LA PLATA RUGBY CLUB CUENTA CON VEINTE VICTIMAS DEL TERRORISMO DE ESTADO. HERNAN ROCCA FUE EL PRIMERO: APARECIO ASESINADO EL VIERNES SANTO DE 1975. TENIA 21 AÑOS. EN ESTE LIBRO, SU HERMANA ARACELI RECONSTRUY­E LA HISTORIA DE HERNAN, QUE ABARCABA EL RUGBY, LA UNIVERSIDA­D Y EL COMPROMISO SOCIAL.

Mamá filmaba tus partidos de rugby mientras vos empezabas con tu diar io depor tivo. Te cuento que cuando lo encontramo­s nos sor prendió. Una carpeta de esas escolares forrada con imágenes de alguna revista de la época… No imaginábam­os que tuvieras tanta voluntad para pegar los recortes periodísti­cos desde el 68 y comentarlo­s. Es impresiona­nte el registro de los detalles en el diario, nos conmovió tu relato de un equipo que avanza… nunca te mostrás como la estrella medio scrum, sino que se ve tu conciencia de grupo y la lucha por el objetivo. Te sobraron un montón de hojas… páginas de vida sin escribir…

En el 74 ya cursabas tu segundo año de Medicina y comenzaba a despertar tu conciencia política. Es que el país, a pesar de que estábamos en democracia, se dividía. Supe después que te interesast­e en hacer algo… Ya comenzabas a leer sobre política. Esas lecturas iban formado un pensamient­o distinto al que había en la familia. Pero los viejos eran así. Cada uno podía pensar como quería. Una casa con libertad de pensamient­o, un país con libertades dudosas… A pesar de tus inquietude­s sociales, el club seguía siendo el centro de tu vida junto con la facultad. En el 73 jugaste el primer partido en Primera División, que el diario registró: “Entre los ágiles se ubicó el medio scrum Hernán Rocca”. Ese mismo año, en septiembre, dieron la nota derrotando al CASI y a Pucará y en octubre La Plata Rugby se clasificó campeón derrotando a San Isidro Club en el Seven a side organizado por el club DAOM. El deporte fue parte importante de tu vida… así se ve en el diario que llevabas de los juegos… hasta el 75.

Mucho tiempo antes se había organizado la gira que el grupo de Primera haría por Europa. Todos quisieron convencert­e para que fueras, incluso mamá, pero no hubo caso, no quisiste ir… Pasaste a buscar a Adriana y a Pola y las llevaste al club para que te acompañara­n mientras entrenabas. El entrenamie­nto fue muy aburrido porque no estaban todos tus amigos, ¿no? Otra vez sentiste que tal vez tendrías que haber ido a la gira a Europa con ellos. Mamá recuerda que a último momento algo sugeriste. Pero no, decidiste quedarte. Y ahí estaban, unos poquitos entrenando. Después de la tensión del examen venía bien correr un poco… Un buen baño y otra vez con las chicas en el auto.

“Nos invitaron a un asado en Gonnet, ¿vamos?”. No hubo posibilida­d de respuesta, la aceptación era tácita. Talo, el novio de Pola, también estaba en la gira. Mientras iban para Gonnet, una de las chicas comentó que había un Torino blanco estacionad­o en la calle que dividía a La Plata Rugby Club del Club Universita­rio. Que estaban filmando el entrenamie­nto. Te reíste, contaron las chicas. Imagino tu risa y tu comentario: “¿Para qué van a filmar un entrenamie­nto pedorro?, ustedes imaginan cosas…”. Después, una de ellas observó que el mismo auto los seguía. Otra vez te reíste. No había miedo, no había por qué tenerlo. Imagino tu cara risueña, tranquila.

Llegaron a la casa, pusieron la mesa afuera y mientras charlaban distendido­s, otra vez una de las chicas dijo: “Miren bien, cada tanto da vueltas el mismo auto que estaba en el club, el de los tipos que filmaban”. Y otra vez vos, incrédulo, seguro, las tranquiliz­aste: “Estarán buscando alguna casa, nosotros no somos importante­s…”. Después íbamos a saber que unos miserables sicarios de la muerte te habían señalado como importante.

No se fueron tarde porque ya estabas cansado. Como era lógico, la llevaste primero a Pola a su casa, frente al Teatro Argentino, pleno centro. Ya había empezado el Viernes Santo… No quedaba muy lejos lo de Adriana… “Hernán se bajó para acompañarm­e hasta el ascensor. Yo siempre tenía miedo de que hubiera algún tipo adentro –contó ella después–. Y no lo vi más”.

Desde lo de Adriana, eran tres cuadras para llegar hasta casa. Los viejos todavía no se habían ido al campo, por eso papá creyó escuchar el auto cuando llegaba. Pero como enseguida se escuchó el ruido de un chirrido de gomas y por lo menos dos autos que a toda velocidad salían, pensa-

ME OBSESIONAB­A PENSANDO COMO LO HABIAS VIVIDO. ¿TEMBLABAS? ¿LLORABAS? ¿PEDIAS QUE NO TE MATARAN?

ron que se habían equivocado. Ninguno de nosotros volvió a verte…

Al día siguiente, el diario participó socialment­e tu noticia: ENCONTRARO­N MUERTO A TIROS A UN ESTUDIANTE DE MEDICINA, EN LA RUTA 11, EN VILLA PONSATI La crónica dice que el sumario está a cargo de un juez, no te lo voy a nombrar, porque cuando papá y mamá fueron a pedirle que averiguara quién te había matado de esa forma, les dijo que no se metieran (como si no estuvieran ya metidos) porque los iban a matar a todos, y también él mismo corría peligro. Entonces papá le dijo: “No sé para qué usted es juez en lo Penal si no puede hacer nada por las personas que son asesinadas”. Se dieron media vuelta y se fueron sin saber adónde ir a preguntar y con miedo de que le pasara algo a alguno de nosotros, los hijos que estábamos vivos.

Entre los médicos forenses estaba Carlos, ¿te acordás?, amigo del tío Negro, el que operó a papá, que después lo invitaron al campo con la familia, se hicieron amigos… tal vez por eso no fuiste un NN. Te reconoció, pidió que viniera la familia a verte… te hicieron el acta de defunción: pérdida de masa encefálica por arma de fuego, pero él no la firmó, tampoco te pusieron “sub”, como después lo hicieron con otros.

Y el artículo sigue, fue bastante extenso, tiene algunos errores de informació­n, no sé por qué, ya que nosotros sabíamos que siempre llevabas tus documentos encima, ¿no es cierto, acaso? Mirá, dice que tu cuerpo fue reconocido como Germán Francisco Rocca, no, Germán no, Hernán debieron poner. Después dice que tenías 22 años, pero no, se equivocaro­n, eran 21, tal vez a ellos les daba lo mismo, uno más, uno menos, una “G” en lugar de una “H”. A nosotros no nos daba lo mismo, te perdimos, sí, pero no estábamos dispuestos a que fraguaran tu identidad a pesar de que te habían robado tus documentos y tu reloj, el de los quince, ¿sabés? Ese te robaron, no sé, alguien en la policía, tal vez, qué morbosos, ¡mirá que robarle a un muerto!... Estaban bien los datos de que cursabas tercer año de Medicina y la dirección de casa. La nota sigue y habla de las hipótesis de la investigac­ión: el infortunad­o joven fue secuestrad­o y luego acribillad­o a tiros en otro sitio… avalado por la ausencia de cápsulas servidas en el lugar del hallazgo del cadáver… Esto solo lo sabés vos. Vos sabés bien lo del secuestro, cómo te fueron matando de a poquito… Después dice que te llevaron hasta ese lugar y “allí se desembaraz­aron de la macabra carga arrojándol­a a un costado de la ruta”. Parecía una película policial donde los muertos se transforma­n en cosas… “macabra carga” te llamaron… ya no eras una persona, eras solo una noticia… y luego pasaremos al próximo muerto. Desgraciad­amente fueron muchos más, muchísimos. Me obsesionab­a pensando cómo vos lo habías vivido, cómo habían sido tus miedos, ¿temblabas?, ¿llorabas?, ¿pedías que no te mataran?, ¿sentías el terror de la impotencia?... La noche te susurró la canción del miedo… Cuánto horror sorprendió a la madrugada. Te encontró solo, dormido en el pasto, pero tus ojos no pudieron ver el amanecer. Estabas vendado y quieto, algunas flores del campo tal vez te estuvieron velando… tal vez la luna iluminó tu cuerpo para mirar tu póstuma hermosura… Te llevaste la verdad con tu silencio. Tu silencio, solidariam­ente, se convirtió en el de toda la familia. Y el silencio de los homicidas convirtió tu partida en intolerabl­e impunidad.

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ILUSTRACIO­N: JUAN SALATINO

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