EL MUNDO DEL CINE
Marina Glazer espera el estreno de tres películas en las que participó: El otro nombre, de Natural Arpajou, filmada en el sur con Esteban Lamothe y Andrea Carballo; La familia sumergida, ópera prima de María Alché, con Mercedes Morán, y Las buenas intenciones, de Ana García Blaya, con Amanda y Carmela, hijas del actor Juan Minujín. Su actividad profesional continuará a mitad de año. “Voy a hacer una miniserie en Brasil –anticipa–, en San Pablo, con André Return. Es el mismo director con quien ya firmé la película La voz del silencio, que se conocerá muy pronto y donde Ricardo Merkin y yo fuimos los únicos argentinos”. Cuando se le pregunta por su marido, Germán Palacios, con quien hace tantos años están juntos asegura: “Nos gusta acompañarnos. Y eso no te separa más”. La situación actual la preocupa. “Vivimos la precarización del trabajo cultural –explica–. Tendremos dos subsidios ya que nos darán Proteatro y el Fondo Nacional de las Artes, pero aún no sé cuándo lo cobraré. No es tan difícil que la cultura sea fomentada por políticas públicas, Brasil lo tiene. Aquí en Argentina siempre remamos, nos agrupamos y trabajamos igual. El arte y la cultura no esperan el dinero. El neoliberalismo mundial es tan salvaje que parece que todo lo divide”. El deseo que tiene para sus hijos es muy concreto: “Quiero que tengan herramientas para mantener su libertad y que puedan ayudar a incluir”.