NUEVA Y RICA
La celeridad del despegue económico de la ciudad no pasó por alto el fomento de los espacios verdes, las experiencias gourmet de vanguardia y el arte de nivel internacional.
Desde siempre, el atractivo de Shanghai ha radicado en sus rascacielos que nos dejan sin aliento, su vida nocturna deslumbrante y su actitud descarada en la que todo puede suceder. No era una meca cultural pero, en años recientes, la capital comercial de China ha comenzado a desarrollar un lado más sofisticado. Un sinfín de inauguraciones de museos de alto perfil y el lanzamiento de varias ferias de arte importantes –ART021, West Bund Art & Design y Photofairs Shanghai– han materializado el lugar de Shanghai como uno de los principales actores en el mundo del arte asiático, mientras que nuevas instalaciones de artes escénicas como el Shanghai Symphony Orchestra Hall han mejorado enormemente la oferta de teatro y música de la ciudad. Sí, todavía abundan los centros comerciales, pero también hay cada vez más librerías independientes, emprendedores creativos y cafeterías que se toman su arte con seriedad. Shanghai sigue siendo una ciudad en la que sobra el dinero y las Ferrari, pero detrás de todos los excesos, hay más sustancia que nunca.
Día 1. Paseo artístico
Para una ciudad de su tamaño, había dos cosas que escaseaban en Shanghai: las áreas verdes y el arte. Para remediar esto, la ciudad se extendió para construir su propia calle de los museos, en la que además hay un parque, en un nuevo distrito conocido como West Bund. El Museo Yuz (entrada, 150 yuanes, o US$ 23,74 a un tipo de cambio de 6,31 yuanes por dólar), que se encuentra en un viejo hangar, ha tomado la batuta del despertar cultural y es sede de exposiciones de alto perfil que muestran obras de Andy Warhol, Alberto Giacometti y el artista residente de Brooklyn KAWS. Tras una breve caminata río abajo, se encuentra un complejo de arte que crece a toda velocidad, repleto de estudios y galerías, que incluyen la respetable ShanghART (gratuita), en donde se exponen obras de artistas chinos emergentes y se vende obra de figuras más conocidas como Zhou Tiehai y Ding Yi. Una galería muy esperada acaba de unirse a las filas del arte este verano, Ota Fine Arts, originaria de Tokio.
principal es la parrilla. Un inmenso tablero electrónico en el comedor anuncia el momento en que los platos estarán listos (cada plato desde US$ 40). La riqueza recién adquirida de Shanghai ha llevado al resurgimiento del sibaritismo y el desenfreno de los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial, pero sin los fumaderos de opio. La fiesta más alocada de la ciudad se puede encontrar en el distrito lejano y agreste de Hongkou en The Pearl, un ex templo budista transformado en club de cabaret, que incluye desde espectáculos de transformismo y burlesque (artistas de trapecio y malabaristas de fuego cuyos actos roban el aliento) hasta “divas del jazz”.
Día 2. En la era Mao
Comience el día con un recorrido histórico en la evocadora ex Concesión Francesa. El Centro de Arte de Afiches Propagandísticos de Shanghai (US$ 4) alberga la impresionante exposición del coleccionista Yang Pei Ming de arte propagandístico comunista, que abarca desde la década de los 40 hasta los años posteriores a Mao Zedong, a finales de la década de 1970. Se puede comprar afiches originales, al igual que el Libro Rojo de Mao en inglés, francés e incluso tibetano. Después, disfrute las mansiones de principios de la década de 1920 a lo largo de la calle Wukang, cuyos estilos arquitectónicos son muy diversos. La mayoría está cerrada al público, excepto la ex residencia de Soong Chingling (US$ 3), mejor conocida como Madame Sun Yatsen, que exhibe la limusina soviética que le regaló Iosif Stalin. El poco conocido Lin Long Fang se especializa en un solo plato: xiaolongbao (las bolitas de masa de arroz rellenas que se conocen como bao), y lo hace maravillosamente bien. Se recomienda el exquisito chun xiefen (cangrejo puro, US$ 15,6). Entre todos los centros comerciales de lujo que se ven muy similares en Shanghai, ha surgido una plétora de boutiques independientes. Dong Liang,
el lugar adonde hay que ir en busca de diseñadores de moda femenina de origen chino, se expandió hace dos años con una boutique para hombres. La boutique de reciente apertura Klee Klee vende ropa de mujer hecha de seda orgánica y coloridos almohadones y cobertores elaborados por artesanos de la minoría étnica dong, en la provincia rural de Guizhou. Shokay se especializa en suéteres provenientes de los pastores tibetanos del occidente de China. Desde el letrero estilo art déco de la fachada hasta el diseño del ventilador de latón pulido que se arquea en el techo, el bar de jazz Heyday evoca el glamour del Shanghai de los años 20 y 30, cuando el jazz floreció en las hedonistas concesiones extranjeras. El costo de la entrada para mesas y reservados puede variar, pero los asientos en la barra son gratuitos. Además, en un sitio tan acogedor, realmente cualquier lugar es bueno.
Día 3. En el malecón
Los trasnochadores que se van a la cama al amanecer y los madrugadores encontrarán inspiración común en la zona histórica del malecón, el distrito de Bund, donde una serena procesión de pensionados practica tai chi mientras el sol se asoma por los rascacielos de Pudong y el río Huangpu. Además, es el mejor lugar para ir a correr, con dirección al Norte por el malecón, para atravesar la estructura de acero de un siglo de antigüedad, el puente Waibaidu, y luego por la ensenada de Suzhou. Si no es tan madrugador, mejor vaya por un café a The Press, una evocadora cafetería en el bellamente restaurado edificio histórico de Shun Pao, donde alguna vez se encontró uno de los primeros diarios de Shanghai. A 632 metros, la Torre de Shanghai, el segundo edificio más alto del mundo, no solo acapara las miradas, sino que además hace que los rascacielos a su alrededor luzcan diminutos. En un día despejado, la vista desde la terraza de observación del piso 118 es igual de impresionante: un tapiz interminable de condominios y torres de oficinas que se expanden en el horizonte, entre el plácido y ondeante río Huangpu (entrada, 180 yuanes). Para los aficionados a los rascacielos, la torre cilíndrica, que parece girar, también cuenta con un museo informativo con todo tipo de datos curiosos. El edificio no solo tiene los amortiguadores más pesados del mundo para evitar la oscilación (1.100 toneladas), sino que además cuenta con elevadores que suben a los visitantes hasta la cima a una velocidad de 64 kilómetros por hora, que hará que se les tapen los oídos.