Perfil (Sabado)

EL GRAN PROBLEMA DE MIRAR SIEMPRE PARA ADENTRO

- NICOLAS ROTNITZKY

AL EQUIPO NACIONAL LO DIRIGIO SOLO UNA VEZ UN EXTRANJERO: EN EL MUNDIAL DE 1934. HOY, ESO SUENA A IMPOSIBLE. LA VISION DE AYALA Y DE LA AFA. Y LA VEZ QUE GUARDIOLA ESPERO EL LLAMADO DE GRONDONA.

Los argentinos creemos en nuestro fútbol como los italianos en la Ferrari, que es un auto ensamblado en Italia y con repuestos italianos. Nosotros queremos tener un selecciona­do totalmente representa­do por nosotros”. La frase a título personal de Daniel Ferreiro, vocero de Claudio Tapia, presidente de la AFA, es una declaració­n de principios. El fútbol argentino no cree en proyectos importados. La salida de la barbarie, el sembrado de la tierra devastada luego del malón francés, será con un director técnico de industria nacional. Los candidatos para encabezar el nuevo proyecto son –como siempre, como cada vez que la reconstruc­ción fue necesar ia– hombres nacidos y criados en las pampas.

No confiar en los técnicos extranjero­s es un deporte patrio. La historia enseña: una vez, la Selección fue dirigida por un foráneo. Fue Filippo Pascucci, un italiano que comandó el equipo en el oscuro Mundial de 1934. Su gestión duró un partido, una derrota, y acabó en Italia: Pascucci no regresó al país con la delegación porque la prensa lo estaba descuartiz­ando. Su presencia fue una sombra. Juan Sasturain, en su libro

La patria transpirad­a, dice que aquella selección fue dirigida por “alguien llamado Pascucci”. Confiar solo en argentinos no es una regla exclusiva del Selecciona­do. Los clubes repiten la fórmula: los 26 equipos de la Superliga son comandados por argentinos. Entre febrero de 2012 y junio de 2016, no hubo extranjero­s en los bancos de suplentes de la Primera División. Victorio Cocco, director de la Asociación de Técnicos del Fútbol Argentino, le aseg uró a este diario en 2015 que “somos los número uno, acá enseñamos cosas que no las ven ni en Francia”. Tres años después, Francia ganó el Mundial con el equipo más joven de la historia. “Sí, hay algo de soberbia en creer que solamente debe ser argentino el técnico de la Selección. Pero así somos, ¿no?”, indica Ferreiro.

“Un entrenador extranjero con capacidad podría mejorar nuestro fútbol. Pero yo lo veo difícil como país, como hinchas, que aceptemos a un extranjero en nuestra Selección. Por nuestra cultura, por nuestra forma de ser, le costaría convivir. A veces tenemos que ser consciente­s de que no somos los mejores en todo, de que hay gente de la que podemos aprender”, dice Roberto Ayala. El Ratón sabe de lo que habla: 115 partidos en la Selección y una vitrina con títulos europeos avalan su mirada. “Tendría que ser un técnico con una identifica­ción muy grande, y conocer nuestro fútbol, nuestra historia ”, señal a Ayala. El contexto –el exitismo mediático, la exigencia popular– es feroz. Por eso el reconocimi­ento social sería una condición necesaria para contratar a un forastero: debe ser alguien respetado, con una trayectori­a indiscutib­le. “Hay que ver quién se anima a semejante desafío”, agrega el ex Valencia.

Argentina tiene buenos entrenador­es: hombres reconocido­s, valorados, de probada calidad. Pero en estos días los unánimes –Mauricio Pochettino, Diego Simeone, Marcelo Gallardo– no apa- recen entre las opciones posibles. Los candidatos son apellidos argentinos con más buenas intencione­s que buenos pergaminos. En la escasez de oferta surgió el nombre de Pep Guardiola, un apellido sagrado para gran parte de la opinión pública futbolera. Guardiola es, sencillame­nte, un sueño imposible. Tiene contrato con el Manchester City hasta 2021, y no es un hombre de palabra volátil. En otro momento, sin embargo, estuvo cerca. Julio Grondona, un verdadero patrón de estancia, admitió en 2012 que le hubiese gustado tener los recursos económicos como para contratarl­o. Sergio Agüero reveló que el propio Guardiola le confesó que después de la salida de Sergio Batista esperó por un llamado de la AFA que nunca llegó. A pesar de las señales, a pesar de los indicios positivos, el catalán arrojó la ilusión por la borda cuando, en una entrevista con ESPN Brasil realizada en 2017, dijo que “Argentina debe ser dirigida por un argentino”.

¿Por qué esa idea cala tan hondo? ¿Acaso no es tiempo de pensar en un outsider ca-

paz de hacer un diagnóstic­o fresco para comenzar la reinvenció­n? ¿No será momento de acepta r que las respuestas no brotan siempre de nuestro suelo? ¿Qué somos –o cómo nos miramos a nosotros mismos – pa ra pensar que afuera no hay mejores opciones que aquí adentro? Es verdad: ningún selecciona­do ganó un Mundial con un entrenador extranjero. Pero, ¿y si funciona como base para construir una nueva plataforma, si trabaja como la cabeza de una nueva revolución? ¿O seguiremos consideran­do el triunfo como la única forma de éxito?

La frase de Ferreiro sobre Fer rar i es cier ta, aunque tiene un pequeño asterisco. Ferrari se ensambla en Italia, con repuestos italianos. Pero nunca dominó tanto la Fórmula 1 como cuando la manejó Michael Schumacher y la lideró Jean Todt. Para romper récords, para ser invencible, Ferrari necesitó un conductor alemán y una cabeza francesa: requirió, en definitiva, ayuda de afuera.

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UN CONDUCTOR PARA ESTE COLECTIVO. El equipo nacional
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EL QUE DECIDE. Tapia destrabó la salida de Sampaoli. Ahora deberá resolver quién lo sucederá.
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UNA UTOPIA. Pep Guardiola le reconoció a Agüero que en 2012 esperó el llamado de Grondona.
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atraviesa un recambio generacion­al pero por ahora no tiene un coordinado­r. Mascherano y Biglia ya anunciaron que no jugarán más. Messi no habló desde el 3-4 con Francia.

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