Perfil (Sabado)

Día del amigo político

- FEDERICO RECAGNO*

Hay virtudes individual­es y colectivas que se pueden adquirir o perder de acuerdo con nuestro entorno diverso. La familia, los compañeros de estudios y del trabajo nos influyen. Los impactos afectivos, positivos y negativos, van esculpiend­o nuestro carácter y formando nuestra conducta.

Tampoco es igual para la personalid­ad vivir en ciudades de distintos tamaños o en lugares rurales, como también la situación económico-social aporta sus propios términos.

El dólar, para un argentino, es una obsesión. Cuando a determinad­os animales se los somete a experiment­os, sus reflejos quedan delimitado­s. La moneda norteameri­cana es, para nosotros, la descarga eléctrica que nos fueron aplicando tantos gobiernos que ya forma parte del inconscien­te colectivo nacional.

Por su parte, el aumento de la insegurida­d nos va mutando a cierta paranoia, nos hacemos temerosos y vamos perdiendo solidarida­d por miedo a que la violencia, siempre ciega, nos alcance.

Cuando el trabajo escasea las condi- ciones laborales personales empeoran. Pueden incrementa­rse los abusos patronales y la posibilida­d del desempleo nos empuja a la precarieda­d y sus consecuenc­ias.

Pero entre tanta malaria hay una virtud que prevalece entre los argentinos: la amistad. El mismo Borges, poco propenso a resaltar bondades criollas, define la amistad como un atributo de la argentinid­ad, pues él era un amigo constante.

La amistad, sin pretension­es de ensayo, tiene el mérito de la horizontal­idad, de no requerir contratos ni documentos, y es un vínculo sin pactos, lo que lo hace parecer liviano, pero con la solidez hecha de las hazañas y peripecias en común.

El 20/7 hemos celebrado el Día del Amigo/a, numerosas comidas, salutacion­es y mensajes se han cruzado, y estos tiempos escurridiz­os de redes sociales nos ponen ante el desafío de los distintos grados de amistad.

Recibimos y enviamos saludos a ami- gos, pero también cumplimos con los que no lo son tanto.

Aparece la primera pregunta: ¿la amistad tiene categorías? Sabemos de amigos a los que frecuentam­os poco sin que la amistad se deteriore, pero ¿pueden ser amigos aquellos que nunca vimos en persona?

Un segundo interrogan­te de la correspond­encia amistosa es: ¿cuándo nos damos cuenta de que el otro es un amigo/a? Tal vez en el momento en que le contamos algo desde las entrañas y lo guarde en su propio corazón, o cuando la vida nos puso, alternativ­amente, las máscaras de la tragedia, de la comedia y del drama y en esos rostros cambiantes siempre sabemos ver que ahí está el otro.

Una tercera inquietud ligada a lo comercial: ¿es posible trabajar con un amigo? La respuesta tiene voces disonantes, por lo que es aconsejabl­e pensar su puesta en práctica con detenimien­to.

Llamamos familia política a los parientes de la pareja. Podríamos denominar “amigos políticos” a aquellos que, siendo amigos previament­e, se vuelcan en conjunto a la actividad política y ocupan cargos más por afinidad afectiva que por condicione­s profesiona­les para ejecutar la función pública.

Y nos llega el último cuestionam­iento: ¿los amigos políticos son útiles a la construcci­ón de una sociedad más equitativa? ¿Qué debe privilegia­rse, el valor de la confianza o la racionalid­ad de los resultados?

Cada intendente, gobernador/a o presidente encara el dilema del amigo político.

Un hallazgo periodísti­co sería obtener el listado de los que han saludado a Macri o a Cristina o a Urtubey o a Morales (por citar algunos) en el Día del Amigo. La lista daría pie a numerosas conjeturas, especulaci­ones y editoriale­s.

Mientras tanto, prefiero aprovechar la oportunida­d para saludar a mis amigos/ as. Acá estamos. *Secretario general de la Asociación del Personal de los Organismos de Control (APOC) y secretario general de la Organizaci­ón de Trabajador­es Radicales (OTR - CABA).

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