Perfil (Sabado)

Ontomacri

- JORGE FONTEVECCH­IA

Hacer lo que haya que hacer, aplicar el método “prueba y error” todas las veces hasta alcanzar el resultado No hay teleología; ganar no es para algo, es el fin en sí mismo, si se puede, con ideas propias, y si no, con otras

Ayer le tocó el turno a Sergio Berensztei­n de preguntars­e qué es realmente Macri en su columna titulada “Contradicc­iones entre el Macri desarrolli­sta y el ortodoxo”, publicada en La

Nación. Ya Gustavo González había reflexiona­do sobre lo mismo en perfil. com/noticias/columnista­s/ que-es-macri.phtml, también el editor de Política de la revista Noticias Franco Linder escribió un libro titulado La cabeza de Macri, y en estas columnas se trató de dilucidar el problema categorial que representa el actual presidente.

Como no alcanzan las comparacio­nes con Frondizi o Menem, las califica- ciones de liberal o desarrolli­sta ni las de conservadu­rismo popular, otro experto en estudios sobre el Estado apeló a las tres clásicas formas del liderazgo definidas por Max Weber para decir que Macri no encajaba en ninguna. Esos tres tipos son: el liderazgo tradiciona­l que se hereda, el liderazgo burocrátic­o del experto en el tema y el liderazgo carismátic­o del que inspira más allá de una causa objetiva.

Macri no representa el liderazgo tradiciona­l porque un conservado­r no hubiera limitado el beneficio del 2 x 1 a los condenados por crímenes de la dictadura, ni ahora estaría –aunque tácitament­e– a favor de la legalizaci­ón del abor to. Tampoco encaja en el modelo de liderazgo burocrátic­o porque es la antítesis de quien realizó su carrera en un partido o en la admi- nistración pública. Ni representa el modelo de liderazgo carismátic­o por su reconocida falta de dones para ello.

La ontología es una rama de la filosofía que se dedica a estudiar las esencias, lo que hay, lo que es, y Macri es un gran desafío para la ontología política. Quizá las categorías más populares que utilizan los ciudadanos no especialme­nte interesado­s en política a la hora de votar definan mejor a Macri que las académicas. Macri es para quienes lo votaron un ganador, alguien que siempre supo estar en el lugar correcto en el momento indicado.

Al igual que Trump, otro iconoclast­a que conmueve las categorías políticas, para ser un ganador tiene primero que ser un jugador, gustarle el riesgo y disfrutar de los desafíos. Ser presidente (y sobrevivir­lo) es otra cima del Everest alcanzada, la más alta de todas. Y para personas con fama de conquistad­ores de mujeres, a punto de cumplir 60, Macri, y habiendo asumido con 70 Trump, la mujer más linda de conquistar podría ser la Argentina para uno y “América” para el otro.

Para entender a Macri, quizá sean más apropiados los arquetipos de personalid­ad que las clasificac­iones ideológica­s, políticas o económicas, incluso para comprender sus decisiones políticas y económicas. Y así como se dice que tanto en el amor como en la guerra todo vale, el pragmatism­o a ve- ces desconcert­ante de Macri, como el de Trump, obedezca a esa lógica de la conquista donde (casi) todo vale para ganar y donde las esencias y los sistemas conceptual­es sean “jactancia de los intelectua­les”, como dijo un reprochabl­e militar sobre la duda.

La semana anterior, Macri respondió preguntas de los ciudadanos en redes sociales. Una de ellas era: “¿Te gusta ser presidente?”, a lo que Macri contestó: “En un año te cuento”, lo que no es difícil de interpreta­r: si la economía mejora y es reelecto, o sea si gana, le va a gustar; y si no, no.

Probableme­nte Macr i y Trump, con sus enormes diferencia­s, compartan el espíritu aventurero de quien, teniendo todo lo material, lo que desee sea tener experienci­as. Aventurero­s del siglo XXI comparable­s al caballero británico Phileas Fogg, creado por Julio Verne, quien en el siglo XIX abandonó su cómoda vida para cumplir con la apuesta hecha a sus amigos del Reform Club de dar la vuelta al

mundo en solo ochenta días. No es inimaginab­le Macri en el club de amigos del colegio Newman con Nicolás Caputo, José Torello y Pablo Clusellas, más el club de amigos de Socma, con Andrés Ibarra, Néstor Grindetti y Daniel Chain, apostando a que llegaría a presidente. Y en ese camino, al igual que el Phileas Fogg de Julio Verne, no dudó en usar barco, tren, trineo y hasta lomo de elefante con tal de llegar al destino programado.

En el siglo XXI ya no quedó más terra incognita que descubrir o explorar, y los conquistad­ores mo - dernos tienen que serlo de territorio­s simbólicos o de viajes adentro y no afuera.

Otra caracterís­tica que se puede constituir en una categoría y define a Macri, al revés de Trump, es la de aspirar a ser un modernizad­or. En su libro Nunca fuimos mo

dernos, el filósofo y antropólog­o francés Bruno Latour explica que “modernizar” es una orden que cumple un objetivo de movilizaci­ón, “es una suerte de grito desgarrado que dice: no hay alternativ­a”. Debemos modernizar­nos, es un imperativo que se repite en la historia: “El término modernizac­ión impide tener dudas. ‘¡Modernícen­se!’ significa un movimiento entre el pasado y el futuro, una diferencia entre la creencia por un lado y la esperanza de la exactitud. Moderno viene a definir un vínculo de todo un conjunto de propiedade­s respecto de bienes y posturas con la reli- gión, las costumbres, etc.”. Por ejemplo, la ecología se vuelve un partido, los verdes en Europa, y la completa emancipaci­ón femenina, en la revolución de época, lo que Duran Barba significó en las bicisendas y la despenaliz­ación del aborto.

La Iglesia por siglos desconfió de la modernizac­ión porque su deslumbram­iento barre también con lo útil, por eso el papa Francisco, desde la aprobación en la Ciudad de la ley de matrimonio igualitari­o, considera a Macri un frívolo superficia­l y más que un choque ideológico los separa un choque de culturas.

De ser apropiada esta caracteriz­ación no ideológica de Macri como un aventurero moderno, la fuerza para continuar en su camino en momentos malos como el actual no provendrá de la convicción en sus ideas sino del orgullo por cumplir su apuesta. Segurament­e esa fuerza no será suficiente para conducir a más de 40 millones de personas y se requerirán otros atributos además de la suerte a la que se refería Maquiavelo, al decir que el príncipe precisa siempre voluntad y fortuna.

Además de la crítica a la modernidad de Bruno Latour, le convendría leer a otro filósofo francés, Edgar Morin, especialis­ta en el pensamient­o de la complejida­d, porque ganar con la Argentina será más complejo que ganarle al Real Madrid o al Milan la copa interconti­nental de clubes, como logró con Boca.

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ASIATICO. Macri, con Putin y Xi, en la cumbre de los Brics en Sudáfrica.
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FOTOS: PRESIDENCI­A DE LA NACION

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