Perfil (Sabado)

Condenan a prisión a un plagiario en España

Dos poetas, Jorge de Arco y Carlos Aganzo, querellaro­n a Darío Frías Paredes, al que acusaron de usar sus textos. Ganaron, y Frías recibió 15 meses de cárcel y una multa.

- OMAR GENOVESE

En época de lecturas fragmentar ias e infor mación instantáne­a por redes sociales, existen personas que siguen traficando textos, como si el destino no fuera en su busca. Copiar y pegar tiene sus riesgos, y en España existe un fallo ejemplar de la justicia penal, que por primera vez interviene en una demanda por plagio al ser evidente la búsqueda de dos premios literarios con un fin ilícito: el dinero. Un tal Darío Frías Paredes, de oficio profesor, fue condenado a 15 meses de prisión, decomiso de las obras publicadas, también de los 11.500 euros de los premios e indemnizac­ión. En 2015, Frías había ganado el premio Alfons el Magnànim (Diputación de Valencia) con las poesías de Volverse sombra, y el premio Nicolás de Hierro del Ayuntamien­to de Piedrabuen­a con otro del mismo rubro titulado: En l a región de Escitia. En ambos libros reproduce más de 33 poemas completos (algunos con palabras reemplazad­as para mantener la métrica), no de uno, sino de dos poetas, que iniciaron la demanda conjunta: Jorge de Arco y Carlos Aganzo.

En el proceso, Frías argumentó que recurría a la “intertextu­alidad creativa” (ingenioso para denominar la reproducci­ón de un texto sin mencionar la fuente), para reelaborar la obra de otro de manera crítica y original, que tomó el legado de una obra para desplazar el significad­o, que no copió, incluso su perito de parte argumentó que se trataba del diálogo de un poeta con otro. La pericia tomada por el juzgado dijo todo lo contrario y fue contundent­e para la condena.

En 2011, la editorial española Alfaguara retiró la edición de El hacedor (de Borges) de Agustín Fernández Mallo, una vez que los abogados españoles de María Kodama se comunicaro­n para hacerles saber que tanto prólogo, epílogo y título (incluyendo el apellido Borges) se reproducía­n modificado­s sin autorizaci­ón alguna. “Fue un homenaje”, dijo el español. En la rama borgeana, el año pasado Pablo Katchadjia­n, por su El Aleph

engordado, fue sobreseído por la Cámara de Apelacione­s de Buenos Aires, aunque quedan las instancias de Casación y Corte Suprema. En su momento dijo que trató de “tomar algo que estaba puesto del lado de lo sagrado y traerlo de nuevo”. En premios literarios, podemos recordar a Daniel Omar Azetti, ganador del Premio La Nación Cuentos 1997, quien plagió a Giovanni Papini ( El espejo que huye) con el cuento La ilusión que se escurre. Le retiraron el premio y exigieron la devolución del dinero. Ya en 2006, ocurrió lo mismo con el premio de novela La Nación-Sudamerica­na. Sergio Di Nucci ganó con Bolivia Construcci­ones, donde reproducía más de 33 páginas de la novela Nada de la escritora catalana Carmen Laforet. Di Nucci argumentó: “Quise que

Nada, la novela de ella, tuviera más lectores y no menos.” Mientras que A zetti dijo: “Soy un gran admirador de Papini y de la literatura de ciencia ficción. Uno se debe a sus maestros y ellos me protegen”. Pero, ¿acaso no dicen lo mismo que el condenado Frías? ¿O plagiar a un muerto (Borges, Papini, Laforet) genera impunidad?

Frías, en su defensa, argumentó que recurría a la “intertextu­alidad creativa”

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FOTOS: CEDOC PERFILERFI­L PLAGIADO Y PLAGIADOR. Arriba, Jorge de Arco y su libro; abajo, Frías Paredes y Volverse sombra.
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