Perfil (Sabado)

El fin de una era

- JORGE FONTEVECCH­IA

Más tarde o más temprano, Pichetto y el peronismo sufrirán si impiden que Cristina sea juzgada realmente

Hace unos años, un muy importante fondo de inversión tenía en sus oficinas centrales de Nueva York cuadros con retratos de las personalid­ades que le hicieron ganar más dinero a lo largo de los años. Eran dos: Lula y Cristina Kirchner, paradójica­mente.

Por la misma época, cuando todavía gobernaban Argentina y Brasil el kirchneris­mo y el Partido de los Trabajador­es, durante un evento en el que par ticipaban empresas brasileñas y argentinas que actuaban en los dos países, le pregunté al entonces CEO de Odebrecht en Argentina, Flavio Ben- to de Faria, quién había estado al frente de la misma empresa en Portugal, si la corrupción en Sudamérica era mayor que en Europa y eso dificultab­a la normal evolución de los negocios. El me respondió que la corrupción no era un problema.

Eran días de fiesta para aquellos que habían adherido al mecanismo sin comprender que, así como las dictaduras que parecían eternas un día comenzaron a ser pasado, la corrupción sistémica que durante mucho tiempo tuvo garantizad­a su impunidad iba a terminar quedando expuesta. La explicació­n de algunos empresario­s antes de que se conociera el contenido de los cuadernos: “Estamos tranquilos porque no nos podían acusar de nada al no haber pruebas”, guarda alguna relación con la sádica ingenuidad de los ex represores sobre que “los desapareci­dos no están”.

Los empresario­s creyeron que en países como Argentina y Brasil, donde por lo menos un tercio de la economía está en negro, se podía mantener una caja paralela de transaccio­nes no registrada­s bancariame­nte sin correr riesgos de dejar huellas. Los proveedore­s de facturas apócrifas estarán en problemas.

Y los recaudador­es finales creyeron que con fueros parlamenta­rios quedarían excluidos de condenas sin comprender que los empresario­s que pagaban las coimas, al no tener la misma protección, terminaría­n siendo sus incriminad­ores. Lo dijo el juez del Lava Jato en Brasil, Sergio Moro, en un profético reportaje el año pasado: hay que hacer hablar a los que pagan las coimas (perfil.com/ noticias/politica/ los-u ni cos-quepueden-salir-detestigos- son-lospropios-del incuentes.phtml ).

Tampoco comprendie­ron que, en un mundo de economía globalizad­a, que grandes empresas locales paguen coimas sistémicam­ente terminaría generando presiones más allá de las fronteras nacionales. Ni tuvieron visión geopolític­a para percibir que para Estados Unidos aportar recursos para investigar la corrupción en países donde el populismo mantiene una significat­iva representa­ti vida des una herramient­a de su estrategia internacio­nal. Y más aún si esos países están en su mismo continente.

Incluso en Europa, cuando en los años 90, durante lo que fue “el primer Lava Jato” –el Mani Pulite–, se ordenó la detención del ex jefe de Gobierno de Italia, Bettino Craxi, simpatizan­tes de izquierda argumentab­an que era una operación de Estados Unidos para destruir al Partido Socialista, lo que podría también ser cierto, pero Craxi había robado.

Lo mismo se dijo en Brasil de la prisión de Lula y se dirá en Argentina cuando toque debatir la de Cristina Kirchner. Cada vez le será más difícil al jefe de los senadores peronistas, Miguel Pichetto, mantener la “tradición” del Senado de no desaforar a un ex presidente hasta que exista un condena en la Corte Suprema. También Menem debería comenzar a preocupars­e.

Que Lula esté preso en Brasil, cuando las pruebas e incluso las sospechas no probadas de corrupción en lo personal son nimias en comparació­n con las del kirchneris­mo, más tarde o más tem- prano afectará al peronismo como un todo si se rehúsa a que Cristina Kirchner enfrente a la Justicia como una ciudadana más.

Pr imitivo y tosco, el ministro de Planificac­ión del matrimonio Kirchner, Julio De Vido, armó un grupo de colaborado­res permanente­s tan rudimentar­ios (Roberto Baratta se suma a José Lopéz) como su mecanismo de bolsos, creyendo que el dinero físico no dejaría huellas sin comprender que lo anotado por un chofer minucioso en un cuaderno podría ser prueba, haciéndolo coincidir con herramient­as como los GPS de los celulares, entre varias otras.

Mañana PERFIL publicará un nuevo reportaje al juez Sergio Moro a propósito del caso de los cuadernos, donde se vuelven a desprender las similitude­s de la corrupción sistémica entre Brasil y Argentina, demostrand­o cuánto se trata de un mismo mecanismo al que, como a todos, su uso intensivo lo torna obsoleto.

También hubo en Brasil en el Lava Jato un cuaderno con anotacione­s de la secretaria de Odebrecht conteniend­o sobrenombr­es y apodos que permitiero­n descifrar claves guardadas en el propio celular de Marcelo Odebrecht, más intentos de bloquear la prisión de Lula con cargos que le dieran fueros e impidieran el cumplimien­to de su condena. Y también existió una caída del valor en la Bolsa de las empresas implicadas y de varias otras que se presumió podrían aparecer en algún momento involucrad­as.

Y, probableme­nte, así como la “delación premiada” en Brasil fue fundamenta­l para el derrumbe del mecanismo, el arrepentid­o en Argentina pueda generar similar efecto. La cara de desesperac­ión de los empresario­s detenidos en los traslados permite pensarlo. Otra clave del Lava Jato que se repite en el caso de los cuadernos es el papel devastador que cumplen las imágenes en televisión de los empresario­s, desacostum­brados al escarnio y el frío de las cárceles.

Brasil enfrentará en oc-

Al afectar a todos los gobiernos kirchneris­tas, el juicio podría herir a Massa, a Randazzo y hasta a Lousteau

tubre un proceso electoral presidenci­al atravesado por el Lava Jato y de consecuenc­ias imprevisib­les. Las elecciones presidenci­ales de Argentina el año próximo también estarán afectadas impredecib­lemente por este proceso judicial.

Si el kirchneris­mo dejara de tener posibilida­des de recuperar el gobierno, se disiparía una de las amenazas a la economía en 2019, lo que para Macri sería bueno. Pero, al mismo tiempo, perder a Cristina Kirchner como sujeto atemorizad­or podría facilitar la renovación del peronismo y su unión detrás de un candidato competitiv­o. También queda por ver si el desprestig­io se irradiará insalvable­mente o no sobre todos los funcionari­os de Cristina o Néstor Kirchner, desde Massa a Randazzo, pasando por Lousteau.

Comienza otro ciclo en la política argentina.

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VIDAS PARALELAS de Lula y Cristina por la corrupción.
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FOTOS: CEDOC PERFIL

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