El infierno laboral, con muñecos
La directora del Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín presenta su versión, para grandes y chicos, de La isla desierta, de Roberto Arlt. Recuerda a Ariel Bufano.
Nunca mejor ubicada una obra dentro de la categoría de “grandes y chicos”. La versión de La isla desierta, a cargo del Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín puede ser disfrutada por niños y por adultos. El texto, de Roberto Arlt, trata sobre la siempre vigente alienación que produce el mundo del trabajo, reglado por jefes que desprecian a sus empleados: un grupo de oficinistas reconoce cómo ha ido abandonando sus sueños, mientras cuarenta años de su vida se perdieron adentro de un edificio en el que apenas pueden respirar… hasta que aparece la esperanza de una pequeña revolución. Por su parte, el humor, la ironía y los recursos visuales, sonoros y actorales del equipo dirigido por la experimentada Adelaida Mangani permiten empatizar con la platea joven.
Las funciones, siempre a las 14 en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín (Av. Corrientes 1530). Mangani, a sus 76 años y con 41 de trayectoria en el Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín que por décadas tuviera como socio creativo a Ariel Bufano, comparte aquí su historia y su presente:
—¿Qué transformaciones realizaste sobre la pieza de Arlt para llegar a esta versión?
— La isla desierta tiene elementos que son transferibles al lenguaje de títeres, porque
“Lo que dice Roberto Arlt es propio de su época y es muy actual.”
los personajes son muy arquetípicos: plantean la posibilidad de abrir la mente de los empleados que están sometidos a la rutina. Casi no alteré el texto de Roberto Arlt; solamente reduje la cantidad de empleados a cuatro, aunque en la obra son más. Cada uno de ellos es movido por más de un titiritero. Los cuerpos de los titiriteros también representan, en la interrelación con el títere, esta sensación de sometimiento; por eso están en el piso y los títeres caminan sobre ellos.
—¿Desde qué punto de vista se establece la vigencia de esta obra que se estrenó en 1938?
—En espacios más peque- ños y más grandes está la amenaza que pesa sobre los empleados, que están siempre en riesgo de ser despedidos. Más actual que eso no sabría qué decirte. Lo que dice Roberto Arlt es propio de su época y es muy actual. —¿En qué consiste la magia de los títeres, que, fren-
te a las nuevas tecnologías, siguen produciendo fascinación?
—Cuando vas al fenómeno teatral, aceptás como público la convención de que lo que pasa en el escenario es cierto. Como público, frente al objeto, tengo que creer además que ese objeto está vivo. Entonces es una doble operación, intelectual y emocional, fantástica, de depositar mi creencia en un objeto, que en última instancia es un pedacito de madera, telgopor o tela. Cuando eso sucede, todo lo demás es mágico. La ficción forma parte de nuestra capacidad de juego. La ficción es creer en algo que sé que no existe, pero es verdad. [Si un niño se planta frente a eso y dice que es mentira], quizás suceda que lo que ve le toca en alguna zona de su emoción que el niño rechaza y se tranquiliza diciendo que es mentira.