Manafort, de liderar la campaña presidencial al banco de acusados
Paul Manafort, el ex jefe de campaña de Donald Trump, enfrenta su hora más difícil. La Justicia lo investiga por lavado de dinero, evasión impositiva y por actuar como agente no registrado de potencias extranjeras, en una de las derivaciones del Rusiagate que tiene a la defensiva a la Casa Blanca. El estratega internacional se negó a declararse culpable y enfrentó ayer una nueva jornada del juicio en la Corte de Alexandria, en Virginia, donde el equipo del fiscal especial Robert Mueller interrogó a su contador sobre cuentas sin declarar en el extranjero.
Manafort, un novelesco estratega internacional que asesoró a Trump en la campaña, está en el banquillo para responder sobre sus negocios con oligarcas rusos a los que asesoró a cambio de millones de dólares que habría ocultado a las autoridades de Estados Unidos. Vestido con un elegante traje negro y corbata gris, protagonizó el primer juicio fruto de la investigación del fiscal especial Robert Mue- ller sobre los supuestos lazos entre Rusia y la campaña de Trump para influir en los resultados de las elecciones de 2016 en EE.UU.
El equipo de Mueller describió a Manafort como un “astuto” mentiroso que ocultó a las autoridades los ingresos que, entre 2006 y 2017, obtuvo de gobiernos extranjeros, incluido el del ex presidente prorruso de Ucrania Víktor Yanukóvich, a quien ayudó a mejorar su imagen. “El hombre que se encuentra en esta Corte creía que estaba por encima de la ley”, aseguró el fiscal Uzo Asonye, que habló desde un atril frente a los 12 miembros del jurado.
Manafort enfrenta 18 cargos de fraude bancario y fiscal por haber tejido una “red” destinada a ocultar sus ingresos en empresas fantasmas y en treinta cuentas bancarias en el extranjero. Según el fiscal, el estratega político ganó US$ 75 millones por su trabajo de asesoría a gobiernos extranjeros y ocultó 15 millones al fisco.
Jefe de campaña del republicano en 2016, tuvo que dimitir antes de las elecciones al conocerse su vinculación con gobiernos extranjeros. Sus vínculos con el Partido Republicano son filiales: su padre fue alcalde de un municipio de Connecticut. De joven, tejió en Washington una red de contactos que le permitió participar en la fallida campaña de reelección del presidente Gerald Ford y en la primera victoriosa de Ronald Reagan en 1981.