“Trabajar con Agustina Macri fue genial”
La hija del genial músico protagoniza Soledad, la ópera prima de la hija mayor del Presidente. Destaca los ideales de la anarquista que encarna.
Un personaje muy singular es el que le tocó en suerte a Vera Spinetta para su primer protagónico en cine. En Sole
dad, la ópera prima de Agustina Macri, hija mayor del Presidente de la Nación, y film que sufrió incidentes en una pasada en el cine del Recoleta Mall (tema del que no quieren hablar en esta entrevista con PERFIL), la hija menor del inolvidable Flaco interpreta a una jovencita argentina que fue noticia en 35 años, y se puso de novia con él. Lo que siguió fue sorprendente y precipitado: fue detenida por la policía de Turín, junto a Massari y a Silvano Pelissero, acusados de haber cometido acciones de sabotaje contra instalaciones de energía eléctrica, repetidoras de televisión y vías de ferrocarril. Massari se ahorcó en su celda unas semanas después. Soledad hizo lo mismo en el baño de una pequeña granja donde cumplía un arresto domiciliario.
Vera Spinetta se presentó a un casting en el que compitió con unas treinta actrices y fue seleccionada para un papel
“Para ser actriz tenés que poder desarmarte y después adquirir una nueva forma.”
todo el mundo por su trágica historia. En 1997, Soledad Rosas, una chica de clase acomodada nacida en Barrio Norte y descendiente de Juan Manuel de Rosas, llegó a Italia luego de recibirse en Administración Hotelera en la Universidad de Belgrano. La idea original era trabajar en un hotel de los Alpes, pero al poco tiempo de su llegada conoció al anarquista italiano Edoardo Massari, de Martín Caparrós que cuenta la historia de Soledad, quedó impactada, efecto que hoy perdura. “Es zarpado tener la posibilidad de encarnar un personaje como éste –señala Vera–. Es un que ella define como “soñado”. Cuando leyó Amor y anarquía, el libro de highlight para mí. El compromiso de Soledad, esos ideales tan fuertemente arraigados en ella, esa búsqueda constante de enfrentar las injusticias, obviamente que me conmueven. An-
tes de hacer la película, veía solo la parte trágica de la historia, lloré mucho leyendo el libro de Caparrós... Pero interpretando el papel me pasó algo muy fuerte, muy loco, muy lindo: sentí en mi cuerpo la decisión final que ella tomó. Cuando rodamos esa escena, lo sentí de verdad como algo que no tenía otra resolución posible. Y esa decisión, más que trágica se volvió liberadora”.
Vera también destaca la comodidad con la que trabajó en la película que se estrenó comercialmente el jueves pasado: “Fue un proceso hermoso –asegura–. Trabajar con Agustina fue genial porque fuimos construyendo juntas al personaje. Ella fue muy generosa conmigo, me dejó jugar a nivel expresivo, me permitió buscar, irme al carajo y volver... Siempre sentí que tenía un colchón al que podía tirarme sin miedo. Pude probar mucho, y eso se agradece. Porque muchas veces te dicen ‘Este es el guión. Tenés que hacer esto y nada más’. En este caso la apertura de Agustina a las propuestas fue total. Ella sabe escuchar y también toma buenas decisiones. Fue una gran experiencia”.
Aunque se dedicó durante mucho tiempo a la danza, Vera finalmente eligió la actuación como profesión. Y en ese camino fue importante un experimentado maestro, Norman Briski. “Me ayudó mucho a jugar, a improvisar, a explorar, a mandar fruta, incluso. A no quedarme solamente con una idea. A indagar. Todo eso me enseñó Norman”, enumera. “Hasta los 14 años yo estaba enteramente dedicada a la danza –continúa Spinetta–. Pero me gustaba armar personajes, entonces pensé que la actuación era una buena posibilidad de expresarme mejor. Norman me desarticuló mucho físicamente, porque yo tenía la postura típica de la bailarina clásica. Para ser actriz tenés que poder desarmarte y después adquirir una nueva forma. Hacer eso me shockeó mucho porque fue como borronear algo que ya estaba impreso en mi cuerpo hacía muchos años”.