Perfil (Sabado)

Una historia monetaria con final abierto

- EMMANUEL ALVAREZ AGIS / PXQ

Permítame el lector contarle una “historia monetaria”. Es la historia de la primera aplicación práctica de lo que en economía llamamos “monetarism­o” ¿Que qué es el monetarism­o? El monetarism­o también ha dado en llamarse Revolución Anti-Keynesiana. Dicho muy esquemátic­amente, Keynes argumentó que cuando una economía entra en recesión, las fuerzas del mercado, lejos de ser una solución, tienden a perpetuar esa situación. “En el largo plazo, el mercado encuentra una nueva posición de equilibrio”, decían los economista­s con los cuales Keynes discutía. “En el largo plazo estamos todos muertos”, contestó Keynes ¿Chicana? No, teoría. Si las fuerzas del mercado tienden a perpetuar la recesión, entonces perpetúan el desempleo. En los tiempos de Keynes, donde el Estado de bienestar no existía, eso implicaba lisa y llanamente el hambre y la muerte de millones de personas.

Keynes fue exitoso en convencer a políticos de todo el mundo de aplicar su receta: usar el gasto público para sacar a la economía de la Gran De- presión y mantener un crecimient­o vigoroso. Su hegemonía teórica fue tan importante que entre finales de los 30 y hasta la crisis del petróleo el capitalism­o vivió su edad de oro: la aplicación de las políticas keynesiana­s resultó en altas tasas de crecimient­o y bajas tasas de desempleo durante tres décadas consecutiv­as en todo el mundo.

Pero hacia principios de los 70 con la crisis del petróleo, la inflación comenzó a tomar fuerza. Apareció entonces el aporte del adversario teórico número uno de Keynes: Milton Friedman, padre del monetarism­o. El monetarism­o argumenta que los impulsos keynesiano­s permiten que la economía reaccione con más crecimient­o en el corto plazo pero, a mediano plazo, ese crecimient­o desaparece y se transforma en inflación. La inflación sería entonces un fenómeno monetario, causado por gobiernos que emiten dinero para financiar gastos “superfluos”. Como se dará cuenta el lector, la definición de “populismo” tiene su germen en la caricaturi­zación que hizo el monetarism­o sobre el keynesiani­smo. Ibamos a cambiar monetarism­o por macrismo y keynesiani­smo por kirchneris­mo, pero prometimos contar una historia monetaria…

La recomendac­ión de política de Friedman era mantener baja la inflación mediante un férreo control de la emisión monetaria. Y en el mundo de la crisis del petróleo, la inflación comenzaba a ser un problema pero ¿monetario? La crisis del petróleo hacía evidente que el impulso original de la inflación no tenía que ver con el tirón de demanda producto de las políticas keynesiana­s, sino con el golpe de oferta sobre los costos de producción derivados del aumento del petróleo.

Pero el monetarism­o le vino como anillo al dedo a un mundo que buscaba desarmar el Estado de bienestar que, debido a sus bajas tasas de desempleo, corría el riesgo de transforma­rse en lo que el propio sistema keynesiano intentó evitar: el avance de los sectores del trabajo por sobre los del capital, cuya máxima expresión en la época de Keynes era la amenaza comunista. “Hay que controlar la emisión”, repetirían durante casi una década los Chicago Boys.

Finalmente, a casi 10 años de su invención, el monetarism­o encontrarí­a a un valiente dispuesto a aplicar por primera vez su teoría: en el año 1979, Paul Volcker, el entonces presidente de la Reserva Federal de los EE.UU. tomaba la decisión de dejar de basar la política monetaria en el control de la tasa de interés, para pasar a controlar la cantidad de dinero ¿Le suena de algún lado? ¡Sí, igual que la Argentina en la actualidad! Es por eso que esta “historia monetaria” nos parece interesant­e. Es que hace nada más que una semana, el Banco Central de la República Argentina acaba de abandonar su esquema de metas de inflación, un esquema que consiste en que el Banco Central maneje la tasa de interés, para pasar a un esquema de agregados monetarios, donde la autoridad monetaria se compromete a no emitir dinero por el transcurso de un año. Preguntémo­sle a Volcker qué onda con esto de aplicar políticas monetarist­as. Sobre el punto señala Volcker que uno de “los beneficios más importante­s era la autodiscip­lina. Una vez que la Reserva Federal puso más énfasis en la cantidad de dinero, nos resultaría difícil retroceder, incluso si nuestras decisiones llevaran a altas y dolorosas tasas de interés”.

Pero ¿por qué caracteriz­amos a Volcker como un valiente? Bue- no, básicament­e porque antes de él nadie se había animado a aplicar el monetarism­o. De hecho, cuenta Volcker que tuvo que concientiz­ar al directorio de la Reserva Federal sobre las implicanci­as de tal decisión: “Recuerdo cuando tuvimos esa reunión y dije antes de la votación: ‘¿Están seguros de que quieren hacer esto? Quiero decir, esto va a ser todo un tema. No sabemos a dónde van a ir a parar las tasas de interés ¿Estamos todos arriba del barco?’. No logré que nadie expresara opinión en contrario”. Calavera no chilla, parecía estar diciéndole Volcker a sus colegas. Así, por primera vez en la historia el banco central más importante del mundo se embarcaba en lo que los historiado­res han dado en llamar el “experiment­o monetarist­a” ¿Qué cómo resultó? Los dejamos con Volcker:

“Todos los economista­s liberales y monetarist­as nos empezaron a decir: ‘Ustedes dicen que están siguiendo la cantidad de dinero, tienen que aflojar’. Estábamos atrapados. La economía, después de resistir meses de tasas de interés en alza, parecía haberse caído por un precipicio, así que aflojamos”. Volcker, dicho mal y pronto, la chocó toda. Las tasas de interés se fueron a máximos históricos, el desempleo superó los dos dígitos y EE.UU. sufrió la peor recesión desde la Gran Depresión.

Si se analiza la evolución histórica de la relación entre la base monetaria y la cantidad total de dinero en Argentina, resulta evidente que esa relación es absolutame­nte inestable, igual que en cualquier otro país del mundo. Es esa evidencia la que hizo que banqueros centrales como Volcker abandonara­n esquemas de agregados monetarios. Lo mismo hizo su colega en Canadá, Gordon Thiessen, cuando dijo que “en 1982, después de varias decepcione­s, el Banco de Canadá concedió de mala gana que el experiment­o monetarist­a no había funcionado”. “Presidente, ¿por qué abandonaro­n la meta sobre la cantidad de dinero?”, le preguntó un incisivo periodista a Thiessen, quien le contestó: “No abandonamo­s la meta sobre la cantidad de dinero; la cantidad de dinero nos abandonó a nosotros”.

La nueva conducción del Banco Central de Argentina se encuentra aplicando un tradiciona­l torniquete monetario. Si usted tarda 15 minutos camino al hospital, el torniquete lo salva. Si tarda tres horas, el torniquete lo mata. Esperamos que el anuncio sea solo eso: un anuncio. El accionar concreto del Banco Central de esta semana va en el sentido correcto (y no en el sentido del anuncio) para terminar de frenar la corrida, aunque le faltan “5 para el peso”. Se debe estar dispuesto a ofrecer US$ 5 mil millones a un precio que se encuentre en el medio de la actual banda de flotación cada vez que a la autoridad monetaria no le guste el comportami­ento del mercado. La tasa de interés debe premiar al que apueste al peso. Pero la venta de dólares debe castigar al que haga lo contrario. Urge parar la corrida, pero no con la economía, sino con pericia y decisión.

Hoy hay un torniquete monetario. Si usted tarda 15 minutos al hospital, el torniquete lo salva. Si tarda tres horas, lo mata. “La economía, después de resistir tasas de interés en alza, parecía haberse caído en un precipicio”, dijo Paul Volcker a fines de los 70

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AYER Y HOY. Sandleris aplica el apretón monetario que falló con Volcker en los 70.
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FOTOS: CEDOC PERFIL
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