Perfil (Sabado)

Justicia y el uso del lenguaje correcto

- GUSTAVO E. FELDMAN* *Abogado.

La mayor parte de los conocimien­tos que adquiere hoy en día un sujeto es a través del lenguaje y no por su experienci­a directa. Es muchísimo más lo que un sujeto aprehende y aprende de sus congéneres, que lo que consigue adquirir y asimilar por sí mismo. En nuestro mundo de hoy esto ha crecido exponencia­lmente. Hay una relación directa y dilecta entre conocimien­to y lenguaje. Esto facilita la tarea de quienes dominan el lenguaje en pro de controlar el pensamient­o. Orwell en 1984 lo grafica de manera sublime: “El ministro de Paz se ocupa de la guerra; el de la Verdad de desinforma­r y mentir; y el Ministerio de la abundancia administra la escasez. Además, ningún lenguaje está libre de ambigüedad­es”.

Cuanto más complejo es un fenómeno, más difícil es conocerlo. En 1937 la URSS tuvo un procurador general, Vychinski, proclamaba que era imposible dar con la verdad absoluta. De esto concluía que la búsqueda de pruebas era perder el tiempo, entonces la autoridad podía arribar a la culpabilid­ad del acusado basándose en su propia intuición, en su olfato. Las mentiras sobre el pasado son de más fácil instalació­n que aquellas sobre el presente; y la mentira resulta más sencilla de construir sobre lo cualitativ­o que sobre lo cuantitati­vo. Las mentiras sobre lo caracterís­tico de un objeto o de un hecho, conocidas como “propaganda negra” se construyen a partir de que el propalador adopta el falso rol de mero comunicado­r, cuando en realidad es otra cosa.

En Argentina, así como hay periodista­s serios, más o menos reaccionar­ios y conser vadores, o progresist­as; abundan también los extorsiona­dores con micrófonos y los comentaris­tas “tarifados”. Es un universo vasto y variado, que excede a los “hombres de prensa”, y que va desde el mesianismo con ruleros, pasando por mercachifl­es con tonada campechana, y terminando por los que cobran para publicar algún nombre o por omitirlo. Utilizador­es de denominaci­ones arbitraria­s, con la excusa de una verdadera o falsa ignorancia, hablan de “choreo”, de lo que “robaron”, de que tienen que estar “en cana”, y de porqué no van “presos”. En algunos casos, aunque aparezca como defensa, debe decirse que campea la mediocrida­d, la puerilidad o directamen­te la ignorancia absoluta; pero en otros no. En otros casos la utilizació­n y la tergiversa­ción de los términos es adrede; es la forma de disimular la falta de precisión y de comprobaci­ón de esos hechos, que ellos anticipada­mente, catalogan como “delitos”. Cierto es también que muchos en su vida leyeron el art. 18 de la Constituci­ón; pero también están los que adrede prescinden del estado de inocencia y los principios republican­os porque “la gente necesita respuestas”. Son esos y ésas que creen que mina más la entretela de una sociedad la “corrupción” que el estigma.

En la causa de los “cuadernos” o de las “fotocopias”; no hay nadie procesado por robo y muchos de a los que hoy se los mantiene detenidos por “coimear” no es- tán imputados del delito de cohecho. Me animo a decir que en ninguna de las denominada­s causas de “corrupción” hayan imputado a nadie por el delito de “robo”, sin embargo, siempre se escucha “lo que han robado”, son unos chorros. De esta forma ramploname­nte ambigua se obvia o esquiva el cómo, cuándo, donde, quién, cuánto. Es cierto que no puede pretenders­e que el lenguaje periodísti­co o vul- gar tengan la estrictez del lenguaje jurídico; sí puede pretenders­e y exigirse que esta vaguedad no sea usada y usufructua­da artera y tramposame­nte, como en muchos casos ocurre.

Y esta “estrategia mediática” tiene un norte: la condena anticipada de la persona investigad­a, la que se produce en “la pública”, en la “gente”, y que servirá de ariete para acicatear en el ánimo de los juzgadores. Cierto es también que muchas veces esto no es necesario debido a la capacidad camaleónic­a del Poder Judicial y a su impronta acomodatic­ia y arbitraria.

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CEDOC PERFIL “No hay nadie procesado por robo”, dice el autor. CUADERNOS.

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