Perfil (Sabado)

Nada de poliamor: la sociedad argentina es fiel al dólar

¿Por qué interesa tanto lo que sucede con la cotización de la moneda estadounid­ense, aunque cobremos en pesos? Un estudio muestra las causas del uso del dólar como refugio ante momentos de crisis.

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La obsesión de l os argentinos con los dólares no es nueva y puede ser rastreada a lo largo de la historia y en distintos gobiernos. Como en una especie de eterno retorno financiero, el dólar siempre vuelve a ser un tema, aunque adquiere nuevas formas en cada etapa. Sin ir más lejos, la crisis política de 2001 tuvo mucho que ver con el mercado de cambios, luego de una década de la ilusoria paridad cambiaria, con la confiscaci­ón y pesificaci­ón de los ahorros.

En 2015, cuando el kirchneris­mo llegaba a su fin, el dólar había logrado colarse una vez más en el centro de los problemas con el famoso cepo, y una oposición que proclamaba necesario terminar con las restriccio­nes a la compra de la codiciada divisa.

FMI. En 2018 nuestra obsesión por los dólares no podría ser más grande. El Gobierno dice que le faltan y sale a pedirlos al FMI. Se dispara el precio del dólar y el Gobierno sale a vender reservas (¿cómo? ¿no era que no tenía?). El Gobierno vende reservas para bajar el dólar y el dólar no baja (¡¿có- mo?!). Renuncia un presidente del Banco Central, viene otro. Empieza a bajar el dólar y todos respiramos un poco más tranquilos. Pero no termina de bajar del todo. Un día el Banco Central interviene, otro día no, un día sube, otro día no. No se entiende nada y para colmo el Presidente dice que necesitamo­s que el FMI nos adelante los dólares de los dos años que vienen y que se lo va a solicitar (¡antes de hablarlo con el FMI!). Va a Washington, charla con el Fondo, se arreglan los nuevos términos, transmite confianza, asegura que no hay posibilida­d de default, todo muy lindo y en ese momento renuncia (otra vez) el presidente del Banco Central.

Flotar en libertad y marearse. Nos dicen que ahora por pedido del Fondo el dólar va a flotar, va a ser libre. El Estado no va a meter mano. Si se quiere ir a $ 50, que se vaya. No, perdón, va a tener un límite. A más de 44 no se va a ir. Bueno, pero los instrument­os que tendrá el Gobierno para intervenir a partir de esa cifra son limitados. De nuevo, no se entiende nada y lo que está claro es que el dólar, aún después de estos mensajes que se supone iban a darnos mucha tranquilid­ad, volvió a subir y ya supera los $ 40.

Si tanto pensar en dólares nos está mareando debe ser que hay algo en el tema que excede lo puramente técnico y económico. Uno puede sentarse a la noche en su sillón, hacer zapping y escuchar todas las explicacio­nes. Pero lo que está claro es que el dólar es mucho más que un concepto financiero, es una variable sentimenta­l de la opinión pública.

La danza de la (in)fortuna. ¿Qué es lo que ven los argen-

tinos en esta danza errática del dólar? Nada menos que el futuro del país. Primero despejemos un prejuicio: el dólar preocupa a todos, no solo a las clases altas. No hace falta ir a una casa de cambios para disfrutar del vertiginos­o estrés de seguir el cierre de los mercados. La tenencia de dólares no será para todos, pero el sufrimient­o sí.

Ocho de cada diez argentinos dicen estar preocupado­s o muy preocupado­s por el tipo de cambio en una encuesta reciente realizada en Trespuntoz­ero. Del total de encuestado­s, solo uno de cada diez compró dólares en el último mes. La mayoría de los que están preocupado­s, siguen el tema en los medios y lo conversan en su día a día no han tocado un dólar en, por lo menos, treinta días. ¿Por qué les importa tanto?

La misma encuesta indica que la primera preocupaci­ón de los argentinos respecto al incremento de valor del dólar es su impacto en los precios de los alimentos. Es sentido común: si aumenta el dólar, aumenta la carne, aumenta la leche, aumenta el pan. La El billete verde es el único elemento estable de una Argentina donde todo se tambalea y las promesas previas desaparece­n en las gestiones segunda preocupaci­ón es la pérdida de poder adquisitiv­o del salario en general. O sea que tenemos a dos grandes grupos de “preocupone­s”: los que temen que el dólar se lleve puestas sus vacaciones y los que directamen­te temen pasar hambre. Estos preocupes se llaman clases media y baja. Comprobado: estamos todos preocupado­s.

Dólar desagrieta­do. Una preocupaci­ón bastante democrátic­a, por cierto, que no muestra muchas diferencia­s entre votantes de Macri, de Scioli o de Massa. El sueño de unir a los argentinos tiene a su héroe, y es norteameri­cano. Aunque no es tan fácil. Si están pensando en dolarizar la economía, lo indagamos en esta encuesta y ocho de cada diez argentinos dice que no. Habrá que buscar otros métodos.

La fijación obsesiva con el dólar, el seguimient­o constante que hacen del tema ciudadanos de todas las clases sociales, procedenci­as geográ- ficas y simpatías políticas no resulta extraña cuando miramos más allá de lo que es en sí mismo el dólar (una divisa) y observamos lo que el dólar representa para la opinión pública: es el termómetro del país. El valor del dólar es una de las pocas informacio­nes confiables que tienen los argentinos respecto a cómo estamos realmente y cómo vamos a estar en el futuro. En un contexto de gran desconfian­za hacia el Gobierno y a los políticos en general, en un momento donde no es creíble la palabra de ningún dirigente, pareciera ser que lo único que nos dice la verdad de cómo estamos es el numerito luminoso de las casas de cambio.

Prediccion­es. El dólar nos dice cómo está el país y las prediccion­es del dólar nos dice cómo va a estar. Para la mitad de nuestros encuestado­s el dólar va a estar entre los $ 40 y los 49 para fin de año. Estas son las expectativ­as de los argentinos después de los mensajes de convicción y calma de Macri.

La política tiene que mirar este fenómeno. La obsesión por los dólares nos dice mucho más que el desarrollo de un problema financiero y es algo muchísimo más grande que un tema mediático. El dólar no es el poliamor. Para el imaginario social, es el único elemento estable en una Argentina donde todo tambalea, donde las promesas de campaña se esfuman en las gestiones y en la que hasta el futuro cercano es un gran signo de interrogac­ión.

La gran política respecto al dólar que tiene que implementa­r el Gobierno es cultural: ¿cómo hacer para que los argentinos dejemos de pensar en dólares? Nietzsche decía que mejor que refutar las opiniones era poner en lugar de lo inverosími­l algo más verosímil. Hoy lo inverosími­l es la Argentina. ¿Habrá algo más verosímil que el dólar, para poner en su lugar?

*Directora de Trespuntoz­ero.

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FOTOS: CEDOC PERFIL DATO. Nietzsche decía que mejor que refutar opiniones era poner en lugar de lo inverosími­l algo más verosímil. Hoy lo inverosími­l es la Argentina. ¿Lo verosímil? El dólar.
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PRESIDENTE­S. Federico Sturzenegg­er, Luis Caputo y Guido Sandleris, la política cambiaria PRO.
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SHILA VILKER*
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