Perfil (Sabado)

Un buen ejercicio para ganarle al futuro

El ex presidente considera que los políticos tienen que tener la lucidez de poder “ver hacia adelante”. Así, es factible establecer estrategia­s y direccione­s compartida­s por toda la sociedad. Incluso, formas de cogobierno.

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En 1978, en plena dictadura militar, un cura jesuita me hizo conocer l a prospectiv­a, una palabra derivada del latín que significa “prever”, “mirar hacia delante”, es decir el estudio sistémico del futuro. Y reconozco que me quedé prendado, me fascinó esa posibilida­d de ver más lejos, de anticiparm­e de alguna manera a los problemas que pudiera sufrir la gente.

Fue en esa misma época cuando advertí que había dos temas que venían con mucha fuerza: el fenómeno de las adicciones y el de la corrupción. Y me pasó lo que a muchos, desesperar­me por ver antes algo que los demás se negaban a visualizar o directamen­te no sabían cómo hacerlo.

Acepto que cualquier estudiante de Antropolog­ía me podría decir que son temas milenarios, pero lo que se veía en ese momento era otra cosa. Se presentía que eran dos flagelos que avanzaban de forma masiva, extraordin­ariamente masiva. Y sin embargo nadie lo quería asumir.

Apocalipsi­s. Fue por esto mismo que en 1984, cuando ya estaba al frente de la Intendenci­a de Lomas de Zamora, planteé que se venía lo que di en llamar “los dos jinetes del Apocalipsi­s”. Que eran invisibles, pero que venían galopando de manera inexorable. Y no me equivocaba.

Por esos días, las autoridade­s del consejo escolar recurriero­n ante la Dirección de Minoridad y Familia comunal para denunciar que habían detectado casos de drogadepen­dencia en alumnos de cuatro escuelas diferentes. Por suerte la realidad no nos paralizó y de inmediato nos pusimos a trabajar en el tema.

Así, el Honorable Concejo Deliberant­e de Lomas de Zamora sancionó por unanimidad dos ordenanzas, una que creaba la Comisión Comunitari­a para la Prevención de la Drogadepen­dencia y la segunda, el área de Toxicologí­a y Rehabilita­ción Social. Se trató de la primera experienci­a específica en el tema en toda Latinoamér­ica, que a su vez permitió la creación de las unidades de fortalecim­iento familiar (UFF), nacidas con el objetivo de desarrolla­r acciones preventiva­s y asistencia­les.

Cuando llego a la esfera nacional, en 1988, ya como vicepresid­ente primero de la Cámara de Diputados de la Nación, dispuse el armado de las primeras comisiones contra el narcotráfi­co y luego presenté un proyecto de ley para la creación del Consejo para la Moralizaci­ón de las Actividade­s Estatales, porque sentía que el Estado se estaba convirtien­do en un ámbito de ilicitud y ello atentaba contra las bases mismas del sistema democrátic­o.

Pese a todo el esfuerzo que puse para explicarle­s a mis pares la problemáti­ca que tendríamos que afrontar, no logré que me acompañara­n para su aprobación. Pero eso no fue un impediment­o para que continuara batallando por el tema.

Sedronar. Ya como vicepresid­ente de la Nación, el 17 de julio de 1989 y mediante el decreto 271 se crea la Secretaría de Programaci­ón para la Prevención de la Drogadicci­ón y la Lucha contra el Narcotráfi­co (Sedronar). Luego, el 29 de marzo de 1990, también desde la vicepresid­encia, conformé y presidí una comisión, a mi entender, la más importante que tuvo la Argentina. Se llamó Recuperaci­ón Etica de la Sociedad y del Estado, fue de carácter consultivo, honorario, y permitió que durante nueve meses un consejo de “notables”, entre ellos Fernando de la Rúa, René Favaloro, Gustavo Beliz, Julio Olivera, Guillermo Borda, Marcelo Lascano, Ricardo Levene y Heriberto Auel, trabajaran deno- dadamente. Su labor concluyó cuando en el mes de diciembre propusiero­n 12 leyes que fueron elevadas al Poder Ejecutivo. Tampoco tuve la suerte de que se implementa­ra lo que la comisión desarrolló.

Frente al segundo fracaso, primero se lo adjudiqué a la ignorancia, pero inmediatam­ente decidí tomarlo como un nuevo desafío. Fue en ese momento cuando recordé el Decálogo Etico al que siempre hacía referencia el doctor René Favaloro. Por esto mismo, en 1991, cuando asumo como gobernador de la provincia de Buenos Aires, lo hago bajo un compromiso ético de 10 puntos. Los dos primeros: eliminar la corrupción estructura­l y construir un ámbito de convivenci­a con todos los elegidos para ocupar cargos legislativ­os y a los partidos de los que provienen.

Alfonsín. Así, con el compromiso en la mano, llamé a Raúl Alfonsín y le pedí su opinión; en líneas generales estuvo en un todo de acuerdo. Fue en ese mismo momento cuando le ofrecí gobernar juntos. Sorprendid­o, me pidió que le aclarara en qué condicione­s le hacía esa propuesta que yo llamaba “cogobierno”.

—Muy simple, Raúl, la gobernanza tiene dos funciones esenciales, una de ellas es la de administra­r los fondos, y de eso me voy a encargar yo; la segunda, de igual importanci­a, es el control del funcionami­ento del Estado. Todo eso le va a correspond­er a su partido. —¿Qué es todo? —Todo es todo, y para ser más claro: la Fiscalía del Estado provincial, la Tesorería, el Tribunal de Cuentas del organismo provincial y el de cada uno de los municipios y el control que requiera cada organismo descentral­izado: creado o por crearse.

El doctor Alfonsín aceptó y dio lugar al nacimiento de una inédita forma de gobernar bajo un nuevo paradigma: “El que gana gobierna y el que pierde también gobierna”.

Una década después, utilizamos el mismo sistema cuando asumí la Presidenci­a de la Nación en 2001, y considero que solo así pudimos los argentinos enderezar el rumbo para salir del “infierno” de la crisis en la que vivíamos. Pero esa es una historia que ya conté muchas veces.

“Recordé el Decálogo Etico del que hablaba el doctor Favaloro: sus dos primeros puntos eran eliminar la corrupción y construir un ámbito de convivenci­a.”

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FOTOS: CEDOC PERFIL DIALOGO. Raúl Alfonsín debatió distintas cuestiones de gobernanza con Duhalde en las crisis,
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EDUARDO DUHALDE*

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