Perfil (Sabado)

ADICTO AL CELULAR

- CHRISTIAN CAMBLOR

Ya que este es un espacio de catarsis y confesione­s –ponele– quiero decirles algo muy fuerte, que tengo guardado hace mucho tiempo: creo que soy adicto al celular. Y cuando digo guardado, quiero decir en el bolsillo. Ahí lo tengo siempre al tipo. Presto a sacarlo para chequear si hay mensajes, quién puso qué cosa en Facebook o Twitter o Instagram. Hasta para sacar alguna foto de algo curioso, del gato, o de uno mismo, porque siempre es superinter­esante que los contactos vean la imagen de uno, todo transpirad­o, después de correr por el parque. Por eso me m cuesta entender a los amigos que usan el celular al, digamos, modo m antiguo, es e decir para hacer ha llamadas (sí, (s todavía hay gente ge que usa el celular para llamarse). llam El resto rest del tiempo, se desprenden despr de él, como si fuera una molesta billetera, que tienen que llevar encima de compromiso. Y si uno les manda un whatsapp, sonaste. Jamás lo van a leer. O si lo leen, se van a olvidar de responderl­o. O les va a dar fiaca. O te van a llamar, que para eso inventó Graham Bell los teléfonos, allá en el año del ñaupa. Ni qué decirles del vacío existencia­l que me agarra cuando estoy en un banco. El banco es de esos reductos decimonóni­cos en donde no se puede usar el celular, sin entender que el celular es un apéndice de nuestra existencia, es el televisor de nuestro tiempo, compactado al tamaño mano, y multiplica­do por mil en sus funciones. Encima, uno saca el número S56, y en la pantalla llaman al F114. ¿Me podés decir cómo vivir en ese estado de incertidum­bre? Finalmente, salimos a la calle, respiramos profundo, y nos conectamos. En el grupo de whatsapp del fútbol mandaron varios memes sobre el Mellizo Guillermo. ¡¿Ven que no se puede vivir sin este chirimbolo?!

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