Adiós joyas a las de la corona de la ficción
En poco tiempo habrán terminado Game of Thrones, The Big Bang Theory y House of Cards, que supieron unir la popularidad con buenas críticas. Preocupante vacío a la vista.
EDIEGO GRILLO TRUBBA s probable que uno de los mayores aciertos de la teoría del materialismo histórico de Karl Marx haya sido que todo proceso histórico tiene un final. Todo termina. Todo muere. Indefectiblemente. Más allá de las posibles discrepancias ideológicas con el genio de las ciencias sociales, lo cierto es que esa hipótesis ha sobrevivido hasta nuestros días, con muy buena salud. Y, ahora, quizás sea el momento de ponerla a prueba con la llamada Edad de Oro de las series televisivas, que surgieron gracias al golpe casi simultáneo de Twin Peaks en señales de aire y de
Los Soprano en el cable. Una curva virtuosa que fue ascendiendo en calidad y masividad al mismo tiempo. ¿Ha llegado el instante de su final?
Parece calculado por ocurrir casi al mismo tiempo. A mediados del año próximo habrá terminado Game of
Thrones, la serie de HBO que más pasiones despierta en todo el mundo. Meses antes habrá lanzado el canto del cisne –desde una señal de aire como CBS en Estados Unidos y desde el cable en la Argentina– The Big Bang Theory, la ficción que mostró que la fascinación por lo pop ya no era propiedad exclusiva de los nerds sino que se trataba de un fenómeno mayoritario. Mucho más cerca, el 2 de noviembre, los usuarios de Netflix de todo el planeta tendrán a su disposición la última temporada de House of Cards, la serie responsable del inicio del éxito del servicio de streaming –al que la mayoría ni siquiera conocía por el nombre hasta que supo de la ficción que mostraba la política como algo más cercano a la sección de policiales de cualquier diario, incluso en Estados Unidos–, aunque ya sin Kevin Spacey, a quien borraron de un plumazo de la trama porque al parecer importa más proteger la marca de la compañía ante las de-
nuncias de acoso que la lógica narrativa de una serie.
El problema, claro, además de la nostalgia ante la imposibilidad de reencontrarse con nuevas historias de las ficciones que despertaban fanatismos, es que no hay a la vista, ni en el cable, ni en el aire ni en el streaming, ninguna serie que parezca con las condiciones de ocupar el sitio de esta trinidad.
Futuro incierto.
Es cierto que están las masivas, como
Stranger Things (Netflix). Y es verdad que están también las que reciben muy buenas críticas, como Mindhunter (Netflix), El hombre en el cas
tillo (Amazon) o Westworld (HBO). Lo que no hay en el panorama de ficiones son las que reúnan esas dos condiciones a la vez: la segunda temporada de Stranger Things fue un ejemplo de cómo arruinar lo que habían logrado con la primera, y por más que se fuercen las maquinarias del márketing de HBO no se consigue que el público se enganche con Westworld.
La paradoja es que la unión saludable no se logra aún cuando, como puede observarse en el gráfico, en Estados Unidos la producción de series creció un 125% entre el 2010 y 2017, incentivada por los grandes éxitos de ficciones como la mencionada Sopra
nos , pero también The Wire, Seinfeld, Friends o Breaking
Bad. Y, pese a ello –o quizás a causa de eso mismo –, no han conseguido, fuera de la tríada a punto de desaparecer, historias que escapen a la producción en masa, ésas en las que se nota demasiado que están tratando de cubrir con una planilla de Excel los distintos segmentos del público y sus gustos. El público argentino lo conoce bien con sus ficciones locales: cambian un poco los decorados (a veces ni eso), los elencos, los títulos, pero cada ficción parece calcada de la anterior. Estrategias de supervivencia. Es interesante cómo las tres empresas más importantes de la pantalla chica han adoptado lógicas distintas para dar con las nuevas series que seduzcan a público y crítica. Netflix apostó en mayor medida por lo conocido y lo sumó a sus filas. Así contrataron a figuras como Shonda Rimes, Matt Groening, Jerry Seinfeld o Ryan Murphy para que reproduzcan en el streaming sus éxitos anteriores. Lo cierto es que lo que generaron tanto Seinfeld como Groening para Netflix está a años luz en creatividad y calidad
Netflix contrata con resultados pobres a quienes triunfaron en otras empresas, como Groening.
de sus productos más celebrados. Habrá que ver entonces qué ocurre con la creadora de
Grey’s Anatomy con las ficciones que genere para el público cautivo de Netflix, la primera de los cuales se llamará Re
cursion y tratará sobre una científica que descubre un método para que las personas borren sus recuerdos y generen nuevos a su gusto, para transformarse en seres diferentes. Por el lado del creador de American Crime
Story, sus proyectos para el streaming son más inciertos.
A ma zon se juega por el presupuesto desmedido que posee gracias al multimillonario Jeff Bezos: imponerse a fuerza de dólares. Harán una serie de El señor de los
anillos, cuyo costo de producción se estima que rondará los US$ mil millones. También contrataron a la actriz y productora Nicole Kidman y al escritor Neil Gaiman para que genere contenidos en exclusividad para el servicio Prime Video. Todo indica que se juegan a competir con fuerza en el mercado en un corto plazo.
HBO, por su parte, hará una movida triple. Insistirá en lo que ya tiene con la instalación de Westworld entre el público, pero al mismo tiempo en febrero apostarán por lo que ya les salió bien y comenzarán con las grabaciones del primero de los cinco spinoff de Game of Thrones, que si trabajan a toda máquina se estrenaría a principios del 2020. Y, el año próximo, probablemente tras el final de la serie de fantasía heroica, comenzarán a jugar sus cartas más novedosas, ya que estrenarán Watchmen, producida por el creador de
Lost (ver recuadro), en la que tienen centradas altas expectativas.
Mientras tanto, y desde el instante en que termine Ga
me of Thrones, el público se estará preguntando qué hay indispensable para ver. Y puede encontrarse con que la respuesta sea: nada.